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Jueves 22 de agosto de 2019

El derecho a aprender

Desde que la Escuela Secundaria de la UNGS fue puesta en marcha cinco años atrás, no es esta la primera vez que nos dedicamos a ella en las páginas de Noticias UNGS. Pero les debíamos a los lectores una conversación con la directora de la escuela, que viene coordinando, al frente de un equipo del más alto nivel y compromiso, esta original e innovadora experiencia pedagógica. En las páginas siguientes se transcribe la charla con la profesora Mariela Panozzo sobre la corta pero rica historia y sobre los muchos desafíos de este proyecto, motivo de orgullo para la comunidad educativa de la UNGS.

–¿Por qué te interesó incorporarte al proyecto de la Escuela Secundaria de la UNGS?

–En 2014 ocupaba el cargo de directora en la Escuela Secundaria Nº 2 de Bella Vista. Esa experiencia me animó a postularme en la búsqueda para ocupar el cargo de directora de la Escuela de la UNGS. Un proyecto que me enamoró porque era muy fiel a Ley de Educación Nacional, que se había sancionado en 2006. Esa ley constituye un marco muy potente para pensar la inclusión y la integración social en una perspectiva de derechos, y eso es lo que busca el proyecto de la Escuela Secundaria de la UNGS. En general el sistema educativo tiende a cerrarse y a no modificar mucho. Hace cosas más cosméticas, superficiales, pero no de fondo. Esta propuesta plantea modificaciones estructurales. Eso me pareció muy valiente, una apuesta al futuro que no me quería perder. Y cuando supe que el proyecto había sido pensado e impulsado por Gabriela Diker, Flavia Terigi y Oscar Graizer, investigadores y docentes de mucha trayectoria en el campo de la pedagogía y de las instituciones educativas, me interesó aún más.

–¿Qué recorrido profesional habías hecho hasta ese momento?

–Soy de Hurlingham, estudié para maestra de educación primaria e hice el profesorado de Historia. Inicié mi experiencia docente como preceptora, lo que con el tiempo descubrí que me fue muy valioso. El preceptor hace un acompañamiento muy integral de los estudiantes y su trabajo requiere una asistencia de muchas horas en la institución. Esa experiencia me dio una mirada estructural, integral, del cotidiano de la institución, de los lazos, las formas de diálogo y los vínculos entre los distintos actores y un nexo con los docentes y con las familias. Inicié mi carrera en el 97, en la periferia de San Miguel y José C. Paz, en escuelas que entonces se llamaban de alto riesgo, donde se vivían situaciones muy complejas. A fines de los 90, inicios de 2000, el contexto social era muy difícil. Coincidió además con el inicio de la reforma educativa, la ampliación del tercer ciclo, la extensión del primario. En ese momento el primario se cursaba hasta séptimo grado. Se intentaba sostener en la escolarización a adolescentes entre los 14 y 17 años, que no ingresaban al secundario, que en ese momento no era obligatorio. Esa situación de desescolarización de los adolescentes era muy fuerte en los barrios, no había lugar que los acompañara, no había una institución que considerara su situación. En ese marco, el rol de un preceptor o preceptora era también acompañar, contener, organizar a ese grupo de estudiantes que ingresaba a una institución educativa después de varios años de no estar en ella. Había que pensar con otros e involucrarse con esos actores para generar condiciones de escolaridad. No volví a vivir un contexto tan complejo y tenso como ese en una institución educativa. La propuesta era valiosa, pero incorporar adolescentes a un esquema de escuela primaria fue difícil.

“La Ley de Educación Nacional, sancionada en 2006… constituye un marco muy potente para pensar la inclusión y la integración social en una perspectiva de derechos, y eso es lo que busca el proyecto de la Escuela Secundaria de la UNGS.”

–¿Qué elementos te brinda esa experiencia en la conducción de esta Escuela?

–Llevar adelante una propuesta con muchos aspectos innovadores, que genera tantas tensiones hacia el interior del nivel secundario, con las experiencias de los docentes, las nuestras, nuestra formación, con las familias… siento que tengo un entrenamiento para mirar, esperar, buscar las formas, evitar el enojo, el desencanto, y mirar más en perspectiva. Llevar adelante una propuesta educativa que modifica lo tradicional, que desnaturaliza muchos aspectos del nivel, que se complejiza todo el tiempo, produce tensiones. Transitarlas, aprender de ellas, transparentarlas, revisarlas, nos permite avanzar y superar escollos. Hay que trabajar mucho para sostener el diálogo, que no ocurre naturalmente. La estrategia es estar siempre atento a cómo intervenir, cómo hacer que las cosas se mantengan activas y en agenda. Un directivo debe generar esas condiciones, que conduzcan el proyecto hacia lo que esta institución busca, que es garantizar, promover, producir la inclusión, el aprendizaje. Atender las complejidades para ver hasta dónde una institución, con sus limitaciones, puede avanzar.

–Hagamos un poco de historia: ¿Por qué se crea la secundaria en la UNGS y cuáles son sus características?

–El proyecto de la escuela secundaria en la Universidad se da en el marco de un convenio con el Ministerio de Educación de la Nación, que se proponía generar nuevas formas de pensar el recorrido en una escuela secundaria. El proyecto es de 2014, pero la escuela empieza a funcionar en 2015. En esa iniciativa participaron otras universidades, como las de Avellaneda y San Martin. Hubo una decisión de generar escuelas en la órbita de las universidades nacionales, para capitalizar el conocimiento y la experiencia de esas casas de estudio. La escuela secundaria es un formato que no se ha tocado a lo largo de décadas, y en ese sentido hay algunos aspectos que ya quedan muy forzados en la sociedad actual. En ese marco, la UNGS planteó un formato alternativo, con características innovadoras, que permitieran traccionar algunas experiencias nuevas con respecto a ese nivel.

–¿A quiénes está dirigida?

–Este proyecto se ideó para ofrecer una propuesta educativa al territorio en el que está ubicada la Universidad. De hecho, el único requisito para ingresar es la distancia: tienen prioridad los estudiantes de familias que viven a un kilómetro y medio. Luego se extiende hasta tres kilómetros. Nosotros fuimos viendo a través de los años, en la práctica, la importancia de la cercanía. Por ejemplo: con las modificaciones del trayecto realizadas durante el cuatrimestre se generan cambios de horarios, porque se suma alguna tutoría o se realiza alguna actividad extra que requiere extender el horario, y la cercanía a la escuela resulta fundamental.

–¿Qué modalidades ofrece y en qué se diferencia de escuelas más tradicionales?

–La Escuela cuenta con la modalidad bachiller, con dos orientaciones: en lenguas extranjeras y en comunicación, y la modalidad técnica, con orientación en electrónica. El proyecto promueve diversos recorridos de estudio: hay diferentes posibilidades. Se trata de una modalidad que no está organizada por años: hay un conjunto de materias en el ciclo básico y en el ciclo superior que hay que cursar para aprobar y acreditarlas, y así terminar el secundario. Pero el recorrido de esa cursada tiene cierto margen de elección, está ordenado por la correlatividad entre las materias y se parece, en ese sentido, a un recorrido universitario, aunque en el marco propio del nivel secundario, que es un nivel obligatorio. Las decisiones y las distintas opciones son muy acompañadas por el equipo docente. Se va a diseñando cómo transitar el secundario.

–Se propone un recorrido que tiene en cuenta a cada estudiante…

–Exactamente. Hay distintas posibilidades y eso lo vamos trabajando con los estudiantes, teniendo en cuenta los trayectos que han hecho, el conocimiento previo, la experiencia previa, las habilidades y capacidades que tienen antes de llegar al secundario, que también entran en juego a la hora de pensar y ver cómo se lo transita.

–Entonces una particularidad es la conformación de los grupos: ¿cómo encaran ese trabajo y cómo lo viven los y las estudiantes?

–El formato promueve reagrupamientos permanentes, por cursadas, porque a partir del trayecto cuatrimestral o anual que se diseñe los estudiantes se van anotando en distintas comisiones. Si bien puede haber algún grupo que coincida por más tiempo que otro, la modalidad busca generar distintas situaciones y experiencias de agrupamiento. Eso se acompaña con un trabajo institucional fuerte, en el sentido de una identidad institucional, más fuerte que la grupal: si no, sería difícil sostenerlo. Promovemos propuestas y encuentros más amplios entre los estudiantes, a partir de intereses, temáticas y situaciones concretas de la escuela. Nos resulta muy potente en tiempo real tomar distintas inquietudes, alguna noticia particular o algún hecho que surja en la propia escuela para trabajar sobre eso y generar algún tipo de propuesta.

–¿Esta modalidad resulta más atractiva a los estudiantes adolescentes?

–Es difícil contestar por ellos y por ellas. Como adulta y como docente los veo bien. Sí hemos tenido algunos casos que tienen que ver con el deseo de un formato más estructurado y rígido: puede ocurrir que alguien pueda sentirse no convocado con la propuesta en ese sentido. Pero la aceptación es realmente mayoritaria. Los vemos bien, eso nos anima mucho también, porque es un proyecto que está desplegándose. Los vemos abiertos, atentos y permeables a enriquecer la propuesta. Se sienten convocados.

–¿La comunicación con ellos es buena?

–El intercambio de la escucha y la circulación de la palabra nos permite aprender sobre las maneras de producir comunicación con los y las adolescentes. Vamos habilitando el diálogo, la escucha y la circulación de la palabra para romper esquemas, matrices. Pero sobre todo la potencia de esto la tiene el cotidiano: en la escuela hablamos todo, escuchamos, generamos instancias para revisar cosas, algunas más colectivas, otras más privadas. No es que en algunos momentos habilitamos la palabra y después no: estamos atentos a que eso sea cotidiano, a que cada vez que les hablamos a los chicos y a la chicas podamos respaldarnos en las experiencias propias que tenemos como escuela, y no en un relato y nada más.

“El sistema educativo tiende a cerrarse y a no modificar mucho. Hace cosas más cosméticas, superficiales, pero no de fondo. Esta escuela plantea modificaciones estructurales.”

–¿Eso tiene que ver con la búsqueda por formarlos como sujetos activos en el ejercicio de sus derechos?

–Sí. El adolescente, el estudiante de la escuela secundaria, es un sujeto de derechos. La Ley de Educación Nacional, en 2006, generó un cimbronazo en el sistema educativo y en el nivel secundario en particular, porque el lugar del estudiante como sujeto de derechos modificó el del resto de los actores…

–¿Cómo es la vinculación con las familias de los estudiantes?

–Es un punto interesante: hubo y hay que construir ese vínculo. En general las familias y las escuelas tienden a tomar distancia, y la educación y la formación de los y las adolescentes es una responsabilidad compartida. Somos distintos, con distintos roles y distintas funciones, pero es compartida. Nosotros estamos convencidos de la necesidad de estar en contacto. Este formato, donde vamos atendiendo y acompañando el trayecto de los y las estudiantes, implica que, por ejemplo, si a mitad de cuatrimestre un estudiante no logra avanzar en algunas habilidades necesarias para matemática, no se espera a terminar el año para decir “no se pudo”: vamos proponiendo y ofreciendo algunas posibilidades para avanzar en condiciones que generen mejoras en el aprendizaje, y eso puede modificar el horario. En ese sentido, la comunicación con las familias es muy importante. Lo mismo pasa con las actividades en la universidad, a las que muchas veces nos sumamos, o que se piensan para la escuela, y que nos exigen comunicarnos con las familias.

–La construcción del edificio propio de la Escuela se encuentra detenida porque el gobierno no envía las partidas presupuestarias correspondientes. La Escuela funciona en aulas de la Universidad, que fueron adaptadas especialmente…

–Desde el primer momento tenemos todo el acompañamiento de la gestión de la Universidad, no solo en el despliegue del proyecto sino también en la pelea por obtener los fondos para concretar la construcción, ya que es muy poco lo que se ha podido avanzar. El espacio en el que estamos, en la Universidad, está adecuado especialmente. Es un espacio realmente agradable, cómodo, pero también es cierto que este formato, donde conviven de manera integrada dos modalidades, la técnica y el bachiller, requiere un diseño particular. La escuela es de jornada completa. No para todos ni todo el tiempo, pero hay días que se hacen largos: los chicos están desde las 8 y media hasta las 6 de la tarde. Debemos poder generar y promover condiciones para una jornada tan extensa. Por ejemplo, ofrecer un espacio más cómodo. Si bien estamos en un lugar muy agradable, ahí nos juega en contra no contar con el edificio propio, porque el proyecto arquitectónico estaba totalmente pensado en función de la propuesta educativa.

–¿Cómo es la vinculación con la Universidad?

–Vamos integrándonos al espacio de la UNGS, a su gestión y a sus actividades. Hoy toda la Universidad está al tanto de que hay una escuela secundaria. Tenemos comunicación con el Instituto de Industria por el uso de los laboratorios de la modalidad técnica, con Cultura por las actividades en el Multiespacio, con la radio, con prensa, con la biblioteca, de la que los estudiantes de la escuela son socios. Espacialmente, atravesamos el campus para llegar a la escuela. Es muy potente para una escuela secundaria contar con los recursos y con la dinámica cultural, académica y artística de la Universidad.

–¿Cómo se integra el equipo directivo?

–La escuela tiene dos vicedirectores: el académico y el socioeducativo, con los que trabajamos, cada uno en un área específica, integralmente. Esto permite incluir a dos docentes con una trayectoria específica a la hora de pensar las condiciones, las formas de diseñar las propuestas. A partir de esas dos miradas podemos generar un equilibrio, y si es necesario darle más lugar a lo académico o más lugar a lo socioeducativo, de acuerdo a cada propuesta. Son dos cargos ocupados por docentes con muchísima trayectoria en esas dos áreas. Como directora aprendo mucho con ellos, son muy buenos compañeros, muy generosos, y llevar adelante esta propuesta de manera colectiva es para mí una experiencia muy valiosa.

–¿Cuántos estudiantes y docentes hay?

–En la Escuela cursan unos 285 estudiantes y trabajan 60 docentes de disciplinas. Contamos también con docentes que hacen la coordinación de estudiantes, acompañando la trayectoria de un grupo. El coordinador de estudiantes está atento a la asistencia, al contacto con las familias, al acompañamiento cotidiano de los estudiantes, sus situaciones de convivencia, de aprendizaje, disciplinares, y a las cuestiones de convivencia con sus compañeros, con los docentes y a veces también con sus familias, porque el adolescente atraviesa conflictos propios de la edad, se van modificando sus intereses y sus deseos, sus vínculos, tanto con los nuevos como con los viejos conocidos… que son la familias.

–La escuela ya tiene sus primeros egresados y egresadas…

–Sí: ya tenemos cinco egresadas y hace poquitos días se sumó un estudiante más. Estamos muy contentos con estos logros y acompañando también a las chicas en el egreso. Dos egresadas están estudiando en la UNGS, otra hizo el ingreso en la UNTreF y una cuarta estudiante se inscribió en la UBA. Esto es muy reciente, pero nos proponemos generar con ellas y con todos los egresados un espacio más orgánico, inclusivo e institucional para acompañarlos. Estamos muy felices con esta primera experiencia.

–A cinco años de su puesta en marcha, ¿qué evaluación hacen del proyecto?

–Muy buena. Estamos poniendo a prueba un formato que hay que monitorear, acompañar, siempre atentos a las necesidades de ajustes y adecuaciones. En términos generales, los intercambios que tenemos durante la jornada son buenas señales. Inclusive los y las estudiantes se van apropiando de este modo de organización, y son ellos también los que se van involucrando en algunas adecuaciones, como adelantar algunas materias o asistir a la escuela de verano, que se desarrolla en febrero. La posibilidad de adelantar algunas materias no es una situación novedosísima, pero que eso sea planteado por estudiantes de secundaria es muy interesante.

Brenda Liener

* La entrevista fue publicada en la edición de agosto 2019 de la revista Noticias UNGS.

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