Instituto de Industria

idei

Novedades IDEI

Instituto de Industria

idei

Novedades IDEI

Novedades IDEI

Martes 26 de noviembre de 2024

Estrategia para después del naufragio | Sebastián Sztulwark en Página 12

En un artículo de opinión publicado en el Suplemento Cash del diario Página 12, el investigador docente del Instituto de Industria de la UNGS Sebastián Sztulwark y el investigador del Centro de Estudios Urbano Regionales Pablo Lavarello se refieren a la importancia de la pregunta sobre la viabilidad de proyectos alternativos y de una nueva estrategia productiva en el país.

Los investigadores sostienen: "Una estrategia de desarrollo productivo es una apuesta que se dirige a potenciar tecnológicamente la producción nacional y a superar las lógicas de acumulación que tienen un carácter rentístico (financiero, inmobiliario o agrario) o que se basan en la captura del Estado para obtener ganancias sin innovar. Y se funda en un foco estratégico que debe estar claramente delimitado desde el punto de vista de la relación entre la esfera tecnológica y la productiva. Ese núcleo inicial no aspira a resolver de entrada todos los problemas estructurales de la economía, ya sea en términos de empleo, de vulnerabilidad externa o de distribución del ingreso, pero es un punto de partida. Un foco a partir del cual comenzar una nueva trayectoria".

Tras analizar distintos modelos, alternativas y barreras, remarcan: "En los propios términos del debate sobre como imaginar una nueva estrategia productiva existe cierta inercia intelectual, una tendencia a la repetición, por parte de tecnocracias acríticas y aisladas de la sociedad, que actúa como un límite para la construcción de un proyecto alternativo. Sin una nueva perspectiva, las barreras existentes se presentan como infranqueables".

Enlace a la nota
Página 12 | 24 de noviembre de 2024
Estrategia para después del naufragio

Nota completa

Un “Mercosur potenciado tecnológicamente”
Estrategia para después del naufragio
El programa libertario orientado a la destrucción de las funciones esenciales que tiene un Estado se enfrenta, tarde o temprano, con límites difíciles de superar. Por ello, es necesario preguntarse por la viabilidad de los proyectos alternativos y, en particular, una estrategia productiva que sea el corazón de una política de desarrollo que propenda a una Argentina próspera e inclusiva.

Por Sebastián Sztulwark* y Pablo Lavarello**

Nadie sabe cuánto puede durar el esquema económico del actual gobierno. Atrasar el tipo de cambio y promover la entrada de dólares a corto plazo como herramientas para contener la inflación es una apuesta de limitado alcance macroeconómico y de efectos muy destructivos sobre la economía real. La incógnita es si el gobierno tendrá la capacidad para avanzar con sus reformas en un escenario de extrema fragilidad política y financiera.

En cambio, existen motivos suficientes para afirmar que el proyecto libertario de transformación económica de más largo plazo es inviable y está destinado a fracasar. La razón es simple. Un programa que se orienta a la desestructuración de las funciones esenciales que tiene un Estado en materia de promoción del desarrollo económico, tarde o temprano, se enfrenta con límites difíciles de superar. El desfinanciamiento del sistema de ciencia y tecnología, la paralización de la obra pública o el tratamiento que se da a algunas empresas a través del Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI), son solo algunos ejemplos de una política que nos conduce nuevamente a una situación de crisis estructural.

Proyectos alternativos

Vale la pena, entonces, preguntarse por la viabilidad de los proyectos alternativos y, en particular, de la estrategia productiva, que es el corazón de una política de desarrollo. El punto de partida es una estructura productiva heterogénea que tiene, por un lado, una marcada especialización en la producción de commodities agrícolas e industriales y, por otro, un amplio y desarticulado conjunto de actividades de baja productividad. Paralelamente, el Estado ha sabido impulsar algunas islas de alta innovación en campos de conocimiento como la informática, la biotecnología, la energía nuclear o la actividad aeroespacial, áreas en las que el sistema de ciencia y tecnología nacional tiene algunas fortalezas de cierta relevancia internacional. Sin embargo, y por una falla en la propia estrategia productiva, estas actividades no alcanzan la envergadura económica necesaria para constituirse en vector de una nueva inserción internacional.

Una estrategia de desarrollo productivo es, por lo tanto, una apuesta que se dirige a potenciar tecnológicamente la producción nacional y a superar las lógicas de acumulación que tienen un carácter rentístico (financiero, inmobiliario o agrario) o que se basan en la captura del Estado para obtener ganancias sin innovar. Y se funda en un foco estratégico que debe estar claramente delimitado desde el punto de vista de la relación entre la esfera tecnológica y la productiva. Ese núcleo inicial no aspira a resolver de entrada todos los problemas estructurales de la economía, ya sea en términos de empleo, de vulnerabilidad externa o de distribución del ingreso, pero es un punto de partida. Un foco a partir del cual comenzar una nueva trayectoria.

El modelo central-cordillerano y sus límites

La discusión sobre estrategia productiva viene apareciendo en forma tímida en ciertos ambientes académicos y empresariales. Una posición es la que remite al “Modelo Cordillerano”, que hace referencia a un foco estratégico centrado en las actividades de energía y minería, a partir de las oportunidades que ofrecen tanto las reservas disponibles de gas y petróleo no convencional de Vaca Muerta como la existencia de una riqueza mineral sub-explotada a lo largo de la cordillera. Esta estrategia no es la misma que la asociada al RIGI del actual gobierno. Por el contrario, consiste en aprovechar esas condiciones naturales como punto de partida para desarrollar encadenamientos industriales de insumos y equipos o para el procesamiento de la materia prima como, por ejemplo, el caso de las baterías de litio. Un nuevo foco de industrialización centrado en los recursos naturales cordilleranos.

Una segunda variante se presenta a partir de lo que podríamos llamar “Modelo del Centro”, que alude principalmente a las provincias de la región pampeana. Su foco principal son los encadenamientos hacia atrás y adelante que se constituyen alrededor de la actividad agrícola y ganadera. Esas actividades son los insumos y la maquinaria agrícola, la bio-energía y la industria procesadora de alimentos. La estrategia se presenta como un llamado a potenciar una base industrial ya existente y de cierto dinamismo emprendedor, que sea capaz de promover un foco de desarrollo agro-industrial en la zona central del país.

Estas propuestas de desarrollo productivo, más allá de sus diferencias, tienen elementos en común y son, hasta cierto punto, complementarias. Ambas comparten una concepción “sectorial” y “regional” del desarrollo productivo nacional, que es necesario superar. Por dos razones. En primer lugar, porque lo estratégico no es integrar en un territorio todas las etapas de una cadena productiva, sino dominar en su interior los segmentos de alta innovación y de difusión de la tecnología, que son aquellos a partir de los cuales se ejerce la captura de ganancias extraordinarias. El elemento crítico, por lo tanto, es el desarrollo de una base de conocimiento particular que estructura las innovaciones fundamentales en varias industrias relacionadas. En segundo lugar, porque para una economía del tamaño de la Argentina, alcanzar una masa crítica de recursos, capacidades y actores productivos en un foco estratégico de alta innovación de orden mundial exige una escala de planificación más amplia que la del orden nacional. Eso supone necesariamente una asociación estratégica con Brasil.

Hacia un nuevo foco estratégico de alcance supra-nacional

La primera definición responde a la base de conocimiento y por lo tanto a las capacidades de nuestro sistema científico-tecnológico. Sabemos que las tecnologías nucleares y aeroespaciales son de alta relevancia para el país. Pero, por su propia constitución, no dejan de estar estructurados en torno de nichos cuyo impacto macroeconómico potencial es de largo plazo. Algo diferente ocurre con los Complejos Biológico-Químico (B-Q), por un lado, y el Electrónico-Informático-Metalmecánico (E-I-M), por el otro, que atraviesan a las principales actividades productivas de nuestra economía.

En materia del complejo E-I-M, la distancia de las capacidades nacionales respecto de la alta innovación de punta mundial (micro-procesadores o inteligencia artificial, por ejemplo) parece demasiado lejana y con un carácter irreversible. Existen capacidades en nichos específicos, como la digitalización de la maquinaria agrícola o las plataformas digitales de carácter comercial o financiero de alcance regional pero no en las tecnologías centrales que dominan estas actividades. En cambio, en el complejo B-Q, si bien el país no escapa a un escenario de marcadas asimetrías globales, la distancia parece menor y de carácter no irreversible. Es el caso, por ejemplo, de la agrobiotecnología (semillas y otros bio-insumos) y de las aplicaciones biotecnológicas de la industria farmacéutica y de sanidad animal.

Las fortalezas relativas del complejo B-Q se apoyan en la trayectoria de un sistema científico con una larga tradición de excelencia en materia bio-médico, en la existencia de una base empresarial nacional con despliegue global y, por último, pero no menos importante, por condiciones favorables por el lado de la demanda, tanto por el acceso a un mercado interno de insumos agrícolas de gran envergadura (con proyección a todo el Mercosur) como por la posibilidad de utilizar el sistema de compras públicas en materia de salud humana y animal como herramienta de promoción productiva. Estas ventajas relativas del complejo B-Q respecto del E-I-M no son concluyentes y merecen una discusión más profunda. Pero proveen elementos ineludibles a la hora de la definición de un foco estratégico.

La escala de planificación

La segunda dimensión a considerar es la de tipo espacial. En un marco de predominio de oligopolios globales de la alta innovación, la estrategia productiva demanda un horizonte regional, en una asociación con Brasil que logre trascender lo que fue hasta ahora un bloque meramente comercial. Puede ser útil, al respecto, considerar la afirmación del politólogo brasileño José Luis Fiori, quien señala la existencia de una región del mundo, que denomina “el Brasil del Plata”, que integra al núcleo productivo principal de ambos países, que logró constituirse como una fuerza económica expansiva de la economía mundial durante prácticamente 100 años: el período que va desde el final de la Guerra del Paraguay hasta la crisis del petróleo en los años setenta, momento en que comienza la actual globalización del capital y que coincide con el declive relativo de ambas economías en el escenario internacional.

La revitalización del “Brasil del Plata” o, mejor dicho, y para preservar los equilibrios internos, de un “Mercosur potenciado tecnológicamente”, demanda un conjunto de acciones de política pública articuladas en torno de un foco estratégico común. Esto incluye el desarrollo de una infraestructura supra-nacional de ciencia y tecnología, la constitución de alianzas público-privadas de carácter binacional, financiamiento orientado al escalamiento productivo, políticas coordinadas de compras púbicas y una protección selectiva del mercado regional para que éste pueda funcionar como una plataforma de aprendizaje en orden a generar una nueva inserción económica internacional.

Sobre el (no) poder

Un proyecto de esta naturaleza no fluye sólo por la propia voluntad de quienes lo enuncian. En efecto, avanzar hacia un foco estratégico de alta innovación es un desafío a las posiciones dominantes (aunque en disputa) que prevalecen en la economía mundial e implican, por lo tanto, un obstáculo de orden geo-político que no se puede omitir ni subestimar. De modo similar, aspirar a un nuevo pacto estratégico a partir de un núcleo público-privado de mayor dinamismo innovativo, utilizando como fuente de financiamiento la renta que se deriva principalmente de las actividades primarias, tampoco debería estar exento de una elevada hostilidad del bloque de poder interno, tanto en Argentina como en Brasil.

Otro tipo de restricción tiene que ver con el grado de deterioro del sistema tecno-productivo nacional provocado por las políticas del gobierno actual. Esto se verifica en el vaciamiento del sistema de ciencia y tecnología nacional y en el deterioro de la base empresarial que orbita en torno del propio sistema de innovación, pero sobre todo con el marco institucional que regula las inversiones productivas. El RIGI es, seguramente, por sus efectos de largo plazo, el ejemplo más preocupante.

Sin embargo, el problema no se limita a este tipo de obstáculos. En los propios términos del debate sobre como imaginar una nueva estrategia productiva existe cierta inercia intelectual, una tendencia a la repetición, por parte de tecnocracias acríticas y aisladas de la sociedad, que actúa como un límite para la construcción de un proyecto alternativo. Sin una nueva perspectiva, las barreras existentes se presentan como infranqueables. Es hora de inventar nuevas melodías.

*Investigador de la Universidad Nacional de General Sarmiento. sztulwark@campus.ungs.edu.ar
** Investigador del Centro de Estudios Urbano Regionales. plavarel@gmail.com

Seguinos en