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Viernes 5 de junio de 2020

La pandemia 2020 y el colapso petrolero

Este año 2020 será recordado como otro de los grandes hitos negativos en la historia petrolera, quizás superando a la famosa crisis de principios de los 70, cuando los países árabes exportadores de petróleo y sus aliados regionales decidieron no exportar más crudo a los países que habían apoyado a Israel en la guerra árabe-israelí de 1973, incluyendo así a Estados Unidos y a Europa Occidental. En ese momento, el precio del petróleo se duplicó, generando en los países centrales de Occidente, muy dependientes entonces del petróleo de Medio Oriente, una etapa inflacionaria y de recesión, que tuvo impactos de largo plazo en sus economías.

En sentido contrario a esa crisis, la contracción de la economía mundial provocada por la pandemia del COVID-19 se tradujo en el sector petrolero en la fuerte baja del precio del crudo, agravándose la situación, en los primeros meses de la pandemia, por la guerra de precios de petróleo desatada entre Arabia Saudita y Rusia, dos pesos pesados en la industria petrolera. Ambos países habían empezado a aumentar sus cuotas de producción, con Arabia Saudita liderando esta suba a niveles records dada su posición como primer productor y exportador mundial. Para alivio del sector, esta guerra de precios parece haber llegado a su fin en virtud de los acuerdos celebrados por la OPEP+ (Organización de Países Exportadores de Petróleo más aliados como Rusia) este pasado abril para recortar la producción en 9,7 millones de barriles diarios. A este convenio instaurado con el objetivo de sostener el precio del crudo se ha sumado por primera vez Estados Unidos.

En síntesis, desde enero de 2020 el precio del barril de petróleo ha decrecido en alrededor del 50%. La pandemia obligó a muchos países a adoptar distintos tipos de aislamientos, generando una espectacular caída en la demanda de petróleo producto. El 20 de abril de este mismo año, por primera vez en la historia mundial de este hidrocarburo, su precio obtuvo un valor negativo, llegando a transarse para las entregas de mayo a -4,29 el barril del WTI, que corresponde a uno de los precios referentes del petróleo a nivel mundial, siendo el otro el BRENT. El almacenaje de petróleo resultó tan crítico que los productores estaban pagando a los compradores para que tomaran las entregas de crudo y de esta forma bajar sus niveles de stock.

Esta industria tiene una cadena de valor amplia, que impacta en un vastísimo entramado productivo. Los países cuyas economías tienen gran dependencia de la actividad petrolera están experimentando un duro presente y a la espera de un futuro lleno de incertidumbres. Varios países de Medio Oriente, unos tantos de África y Asia, así como también algunos de Latinoamérica, entre ellos México, Venezuela, y en alguna medida también Brasil, ven frenados o demorados sus proyectos de inversión. También aquellos países que en los últimos años han tenido grandes descubrimientos de petróleo o gas,y que abrazaban la esperanza de fomentar grandes inversiones en pos de desarrollar el sector y las industrias asociadas, están actualmente en compás de espera y vacilación. Dentro de este puñado de países nos encontramos nosotros, con motivo de la expectativa posándose sobre el desarrollo pleno de Vaca Muerta.

Las secuelas de la pandemia están ampliamente extendidas en el sector petrolero y gasífero, incluyendo también el conglomerado de industrias que impulsa. Productores, transportistas terrestres y marítimos, refinadores, almacenadores, proveedores de equipos y de servicios y comercializadores han visto sus proyectos cancelados o demorados. La restricción de la fuerza laboral para contener la expansión del coronavirus se suma a estos problemas. En numerosos lugares del mundo diversas empresas del sector han realizado suspensiones de personal, reflejándose recientes despidos temporarios de gran cantidad de personas en el Reino Unido y en Noruega.

Particularmente en Argentina, el COVID-19 ha afectado a cantidad de actividades económicas, entre ellas la petrolera; y si bien la energía es uno de los sectores industriales exceptuados desde el inicio de la cuarentena, las compañías petroleras comunicaron haber restringido al mínimo el personal en los yacimientos por temor a los contagios, pero resguardando aún la producción. Sin embargo, al igual que en gran parte del planeta, la producción petrolera en nuestro país ha dejado de ser rentable con los precios del petróleo BRENT en alrededor de 26 dólares. El BRENT que cotiza en Londres es el precio de referencia que se toma en Argentina.

Esta caída generó alarma, no solo en las compañías, sino en las provincias petroleras que reciben regalías por la extracción del crudo de sus subsuelos, de las cuales son dueñas a partir de la reforma constitucional del 94 y la posterior legislación a la que dio origen esta reforma. Este problema excede incluso la cuestión de las regalías, y se relaciona con el empleo que el conglomerado hidrocarburífero genera en estas economías regionales y con su influencia en otras actividades económicas. El agravamiento en la actividad del sector ha impulsado a las provincias petroleras y a las compañías a solicitar al gobierno nacional ayuda en estos momentos tan difíciles. La respuesta del gobierno ha sido la implementación de un precio sostén del barril de crudo, conocido como “barril criollo”, un política ya aplicada por nuestro país en otros momentos.

El Gobierno nacional, los provinciales, las empresas y los sindicatos coinciden en que un precio de comercialización del barril en 45 dólares logra mantener la producción, el empleo y las inversiones a flote. Así es como, luego de algunas idas y venidas, el pasado 18 de mayo se publica el decreto que establece el barril criollo en 45 dólares hasta el 31 de diciembre. La esperanza yace en que, después de esa fecha, la contracción económica mundial impuesta por la pandemia haya aminorado lo suficiente como para que el precio del petróleo retome un ritmo ascendente y no se requiera más el subsidio.

Este precio sostén es el establecido para liquidar las regalías que cobran las provincias petroleras. La normativa también impone algunas restricciones que tratan de salvaguardar el interés general de nuestra economía. Si la cotización del crudo BRENT supera durante 10 días consecutivos el valor de 45 dólares por barril la medida quedará sin efecto. Se controlará que las empresas cumplan con el plan de inversiones comprometido y se hará un seguimiento a los niveles de actividad y eficiencia del sector de forma de mantener las fuentes de trabajo.

Al mismo tiempo, para acceder al barril criollo las empresas productoras no podrán acceder al mercado de cambios para la formación de activos externos ni podrán adquirir títulos valores en pesos para luego venderlos en moneda extranjera o realizar una transferencia en custodia al exterior. Estos dos mecanismos para hacerse de dólares en forma legal son comúnmente conocidos como “dólar bolsa” y “contado con liquidación”, que como hemos visto han alterado al mercado de cambios generando cierta inestabilidad en el mismo y en la economía.

El decreto, además, toma en cuenta que las refinerías deberán pagar un precio mayor del crudo, por lo que en compensación reglamenta la disminución de los derechos de exportación de naftas y gasoil que habían sido impuestos por la Ley de Solidaridad. Estos oscilarán entre 0% y 8%, dependiendo del precio de cotización del BRENT. Asimismo, el gobierno se compromete a no aumentar el impuesto a los combustibles líquidos hasta el 1º de octubre y refuerza los controles de precios máximos para la venta de garrafas de GLP (Gas Licuado de Petróleo) que se utilizan en el Programa Hogar.

La normativa surgida de la emergencia provocada por la pandemia del COVID-19 es amplia y trata de resolver una coyuntura compleja. Esta requiere de la intervención de varios organismos de Estado que puedan actuar de manera sincronizada, objetivo que esperemos puedan lograr, dado el debilitamiento de sus capacidades operativas causadas por la gestión anterior.

Si bien es necesario, imprescindible, atender la urgencia que nos plantea la pandemia en el área de energía, donde el petróleo y el gas constituyen por lejos nuestra fuente principal, debemos pensar estratégicamente en nuestro futuro. El COVID-19 también nos invita a reflexionar sobre esto. Pasada la pandemia debemos plantearnos escenarios que orienten respecto a qué hacer con Vaca Muerta, de qué manera lo vamos a desarrollar, y en pos de esto generar las normativas necesarias para viabilizar ese desarrollo.

Los caminos son varios y no uno solo. Trabajar en la elaboración de reglamentaciones con el único objetivo de atraer inversión extranjera directa es mirar el corto plazo sin sentido estratégico en relación con el desarrollo nacional. La inversión extranjera directa es necesaria para desarrollar a pleno este yacimiento, pero debe ser orientada. ¿Vamos a focalizarnos en el gas para exportar LNG o en el petróleo? ¿Vamos a impulsar también fuertemente la industria proveedora nacional y la investigación y el desarrollo, o vamos a importar la mayor cantidad de tecnología? ¿Vamos a industrializar el commodity fomentando varias ramas de la petroquímica o solo lo exportaremos para tener los dólares lo antes posible? ¿Usaremos también este recurso para impulsar y agrandar la petrolera nacional tratando de recuperar el liderazgo que tuvo en Latinoamérica? Varias otras preguntas y problemáticas se pueden formular en este sentido.

Además, como es visible, es forzoso sopesar escenarios que incluyan al resto del mundo e incorporarlos al análisis. Por ejemplo, detrás de la puja que tuvieron Rusia y Arabia Saudita, ahora en calma pero latente, están los productores de gas de exquisito de Estados Unidos, un competidor de fuste para los países petroleros y gasíferos, impensado años atrás. Son varios los analistas extranjeros que comentan que Rusia los quiere liquidar, ya que un precio del barril por debajo de los 45 dólares los deja fuera de carrera y los manda directamente a la quiebra si se sostiene por cierto tiempo. A la Arabia Saudí tampoco le hacen gracia estos productores de petróleo no convencional, y les viene bien debilitarlos, pero no busca liquidarlos: no hay que olvidar que Arabia Saudita es un aliado clave de Estados Unidos en Medio Oriente. No por nada se metió Estado Unidos a tratar de calmar esta disputa entre Rusia y Arabia Saudita.

Pero justamente un precio por debajo de 45 dólares el barril también nos liquida a nosotros, que ni por asomo tenemos influencia en esa pelea. Esto es solo una muestra del marco universal y de la geopolítica internacional que envuelve al principal commodity del mundo. Por eso es necesario pensar el desarrollo de nuestros recursos naturales de petróleo y gas no convencional, de manera de acotar los riesgos.

Una vía útil para poder pensar estas estrategias de desarrollo es formar un consejo sobre la explotación y el desarrollo de nuestros recursos no convencionales, similar a las iniciativas que tiene el gobierno nacional en otras áreas. Un consejo formado por expertos en la materia, con la capacidad de invitar ad hoc a otro miembros cuando el tema lo amerite, que incluya, además de a los gobiernos nacional y provinciales, a las empresas y los sindicatos, a los representantes de los proveedores, a expertos de la academia y de los institutos de investigación, a representantes de las comunidades que se encuentran en las zonas de explotación hidrocarburífera y a organismos de medio ambiente. Dicho consejo brindaría las bases para formular las normativas necesarias y podrá cumplir un rol asesor durante varios años, ayudando así a plasmar las estrategias de desarrollo. Los desafíos son enormes, y es vital que los podamos encarar colectivamente para nuestro propio beneficio, fortaleciendo nuestro desarrollo económico y social.

Por Marcelo Neuman

*Artículo de opinión publicado en la edición especial de la revista Noticias UNGS, del 2 de junio de 2020.

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