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Viernes 26 de junio de 2020

La solidaridad y el trabajo en equipo en tiempos de pandemia

El trabajo en equipo es, quizás, uno de los objetivos más enunciados durante el último siglo, es una frase simple y amigable que aplica perfectamente a cualquier actividad donde intervienen distintas personas y también, de manera muy especial, en los deportes colectivos.

Desde la década del 60´, durante el siglo pasado y a partir de nuevas experiencias de gestión que incluyen a los famosos círculos de calidad japoneses, trabajar en equipo comenzó a ser un eslogan muy aplicado, especialmente en las grandes organizaciones industriales en todo el mundo y avanzó rápidamente sobre todo tipo de empresas e instituciones.

La razón de que esto haya ocurrido admite una interpretación bastante simple, los equipos, teóricamente definidos como un grupo humano interdependiente donde se combinan distintas competencias con un objetivo final común, configuran una estrategia operativa que nadie podría negar y el concepto, hábilmente utilizado, puede transformarse en un instrumento de inducción, motivación y cambio de hábitos que reemplace, al menos en parte, a los sistemas autocráticos previos, basados principalmente en el control.

Emular a equipos deportivos en los ambientes laborales se ha tornado tan popular y bien visto que exitosos entrenadores de fútbol, hockey, basquetbol y otros deportes se han transformado en afortunados conferencistas en empresas para motivar al respecto, más allá de que luego de esas charlas muy poco o nada de lo dicho termina siendo aplicado.

Por otro lado, la solidaridad, se la define como: “adhesión a la causa de otros”, es decir, quien es solidario “hace algo” para que otros alcancen determinados objetivos, que no le son propios ni lo benefician.

Frases tales como: “debemos trabajar en equipo” o “tenemos que ser solidarios”, se han tornado comunes, aunque en la realidad cotidiana difícilmente se apliquen.

Enlazar o conectar ambos conceptos es posible, ya que un equipo puede tener un objetivo común solidario si su tarea tiene a otros como beneficiarios, aunque esto no sea lo habitual en las organizaciones que conocemos, salvo excepciones, por supuesto.

En la realidad cotidiana previa, el trabajo en equipo es más una frase agradable que una realidad. En el mundo actual la competencia, la meritocracia, las ambiciones desmedidas y los egos personales, han dejado poco espacio para un verdadero trabajo en equipo, más allá que el término se utilice repetidamente en el marco de un discurso agradable y motivador.

Que decir de la solidaridad, donde sin dejar de reconocer la tarea extraordinaria que algunas personas e instituciones hacen es, sin dudas, una virtud poco frecuente en nuestros días.

La pandemia que enfrentamos, con su terrible secuela de pérdida de vidas humanas, nos ha propuesto como único mecanismo defensivo de corto plazo a la cuarentena, a partir de la cual debemos aislarnos para sobrevivir. Parece cruel, por los efectos que el aislamiento provoca con el tiempo, pero es también un espacio para la reflexión que nunca nos hubiéramos dado en condiciones normales.

Si lo pensamos un poco, el COVID-19, al que la mayoría nunca ha visto ni verá, nos está obligando a trabajar en equipo y a ser solidarios. Nunca se había visto trabajar coordinadamente a tantos equipos de investigadores en busca de una vacuna que, tal vez se logre en un tiempo récord inimaginable en épocas normales. Se han construido hospitales en 10 días y equipos de funcionarios, trabajadores y profesionales de distintas disciplinas están aunando esfuerzos para hacer sostenible esta difícil coyuntura. Por otro lado, el virus nos obliga a ser tremendamente solidarios ya que cualquiera lo puede portar, aun sin saberlo y, si incumple los protocolos puede dañar severamente a otros, incluyendo a sus seres más queridos.

Los hijos les llevan las provisiones a sus padres y abuelos para protegerlos y muchísimas personas se arriesgan diariamente para salvar las vidas de otros.

Los méritos previos, el dinero acumulado o la cuota de poder detentada, el ego más grande o el más pequeño parecen no detener a nuestro diminuto enemigo que, más allá del dramático y terrible efecto que nos ha provocado, tal vez también nos está dejando un mensaje que puede ser una advertencia sobre las pocas oportunidades que nos quedan como humanidad para rescatarnos.

Trabajo en equipo y solidaridad, que bueno sería si los aplicáramos plenamente en la pos-pandemia, por ahora solo tenemos interrogantes: ¿traerá el COVID-19 una oportunidad dentro de la crisis que nos provoca?, ¿se generará un despertar de conciencia que nos lleve a abandonar el individualismo y pensar más en el otro?, ¿seremos capaces de generar y sostener un cambio positivo a nivel personal y que apoye un cambio en la sociedad y el mundo en que vivimos?.

Por Héctor Formento

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