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Viernes 13 de marzo de 2020

“Me entusiasmó la idea de reflexionar sobre algo tan cotidiano como la lengua” | Andreína Adelstein, en Biografías

Una de las formas de visibilizar la problemática de género en el campo científico es conociendo el recorrido de distintas mujeres que se dedican a la ciencia y a la tecnología. Con esa intención nació Biografías, historias de mujeres en la ciencia, una serie de entrevistas gráficas y podcast, que cuenta el recorrido personal y profesional de 14 investigadoras docentes de la UNGS, sus juegos en la niñez, las razones de la elección de la carrera, las personas que las inspiraron y las inspiran, los desafíos que debieron enfrentar a lo largo de su carrera, la vida familiar, las posibilidades de ocupar cargos jerárquicos y también sobre sus proyecciones para el futuro.

Andreína llegó unos minutos antes de la hora pautada con su característica sonrisa. Conversamos en el estudio de radio antes de comenzar la grabación, le entusiasmaba la idea de la charla. A mí también me entusiasmaba, sobre todo porque esta vez la consigna era otra. La charla no iba a estar centrada en su tema de investigación.

Ese día me contó de su infancia en Adrogué, conversamos sobre la elección de su carrera y sus dudas, sobre la maternidad y recordó cómo llegó a sus manos el primer texto sobre neología que leyó. También hablamos de sus inicios en la UNGS, allá por 1995, sobre lenguaje inclusivo, y también sobre cómo se pueden incentivar vocaciones científicas en los más jóvenes.

Luego de la charla, me quedó más claro que las trayectorias no siempre son planificadas, que a veces las cosas se van dando y que también hay segundas oportunidades, como la que se le presentó para hacer su doctorado. Y así, un tema nos llevó a otro y a otro…

Su historia

Andreína Adelstein tiene 56 años, es lingüista, investigadora y docente universitaria. Actualmente es investigadora docente del Instituto del Desarrollo Humano de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS), donde coordina el Programa de Estudios del Léxico (PROLex). Es investigadora independiente del Conicet y coordinadora del Nodo Argentino de la Red Antenas Neológicas.

Vive en un departamento en el barrio de Villa Crespo junto a su hija Camila, de 17 años, y a su marido, de profesión matemático. Andreína creció en Adrogué, provincia de Buenos Aires, junto a sus tres hermanas, una de ellas, melliza.

“Jugábamos a lo típico, a la maestra, hacíamos los boletines. También escribíamos libros, mi hermana hacía las ilustraciones y yo redactaba, y es gracioso porque ahora mi hermana es diseñadora gráfica”, cuenta Andreína. Luego recuerda: “Ahora que hablamos de la infancia me vienen recuerdos. Una vez mandé una carta a la revista Billiken, porque yo coleccionaba latitas y cajitas, y escribí a la revista preguntando como se denomina el que colecciona latitas, porque mi hermana coleccionaba estampillas y era filatera. ¡Y me contestaron con neologismos! En la carta que me mandaron decía ‘puede ser filocaja’. Mi mamá me dio la carta hace poco, fue muy gracioso”.

En la primaria le gustó el latín y ya en el secundaria el análisis sintáctico. Sus padres esperaban que sus hijas continúen sus estudios en la universidad. Su madre fue la primera generación de estudiantes universitarios en la familia, estudió literatura en la Universidad de Buenos Aires y siempre ejerció la docencia. Su padre era ingeniero civil.

En 1981, en plena dictadura militar, Andreína se anotó para estudiar la licenciatura en Letras en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, aunque en un principio dudó de su elección. “Creo que siempre depende de los profesores, yo tuve una profesora muy buena en latín y me gusto hacer análisis sintáctico. Pero cuando me anoté en la universidad dudaba mucho en la carrera, porque mis amigos eran más de literatura y escribían y yo decía ‘que hago en esta carrera’. Hasta que curse lingüística y dije: esto es lo mío”.

-¿Qué te entusiasmo?
- Me gustaba la idea de reflexionar sobre algo tan cotidiano como es la lengua, pensar la relación entre la lengua y el pensamiento, describir cuestiones de la lengua.

-¿Cómo fue ese primer día en la universidad? ¿qué esperabas?
- En esa época había un curso de ingreso, había un examen. La Facultad de Filosofía y Letras estaba donde después estuvo la Facultad de Ciencias Sociales, en Marcelo T. de Alvear y Uriburu. Es era plena dictadura militar, la facultad estaba enrejada, había policías que te pedían la cédula para entrar. Me impactó mucho cuando me fui a anotar y ver lo que era la universidad, tan diferente de la escuela secundaria. Lo lindo es que los amigos que me hice en el ingreso los mantuve toda la carrera.

- ¿Participabas en otro tipo de actividades universitarias?
- No, al menos en mi casa vivimos una adolescencia un poco reprimida, muy contenida. Mi mamá tenía mucho miedo de que nos pasara algo, no nos permitían mucho. Tuvimos que quemar libros en el jardín, así que había mucho temor en la participación.

- ¿Cómo fue el desarrollo de tu carrera?
- Me gustaba, pero no sabía que salida iba a tener, yo no escribía. Y después fue todo diferente. Participé mucho en el cambio de plan de estudios de 1983, que fue un poco propuesto por los estudiantes. Ahí las materias pasaron a ser cuatrimestrales y hubo muchas materias de lingüística. ¡Las hice todas, más de las que necesitaba! Estoy encantada porque tuve una formación muy amplia en muchas subdisciplinas.

Todavía siendo estudiante, Andreína dio sus primeros pasos como docente cuando la UBA incorporó el Ciclo Básico Común, más conocido por sus siglas, CBC. “Nos convocaron a algunos compañeros para ver si queríamos formar parte de la materia de sociología. Entonces tuve como una segunda carrera, porque nos reuníamos todas las semanas a ver cada una de las unidades. Así que empecé a ser docente todavía siendo alumna. Ahí mi carrera fue un poco más lenta”, dice.

En 1987 se graduó. “Yo no sabía que quería hacer realmente –recuerda-, sabía que cosas me gustaban y qué cosas no. Me gustaba hacer trabajos de investigación en historia, leer, escribir, pero no era nada muy claro. La carrera te va llevando un poco, no es que uno la tiene muy clara. Entrar acá te va llevando a ver ciertos temas y así. Estaba dando clases en el CBC y Elvira Arnoux me propuso hacer una beca y ahí me empecé a meter en el estudio de las palabras, del léxico. Pero no hice el doctorado en ese momento, mal hecho. El doctorado, como instancia formativa, había estado cerrado por mucho tiempo en la facultad”.

Andreína hizo finalmente su doctorado y, entró a la carrera del investigador en el Conicet, cuando ya trabajaba en la UNGS, a la que llegó en 1995, cuando la Universidad se estaba conformando.

- ¿Qué hacías en esos primeros años de la Universidad?
- A mí me encantó. Coordiné el Curso de Aprestamiento Universitario, que hoy ya no existe. En ese momento nos convocaron a profesores de distintas disciplinas, porque era un curso de cuatro talleres: lectoescritura, matemática, física y problemas sociales contemporáneos, nos daban un curso de pedagogía, de didáctica, y entre todos íbamos armando los programas con Marta Mata. Fue interesantísimo, como yo hice la licenciatura no había tenido formación de ese tipo. Fue un año muy lindo, fue empezar como Universidad también, porque cuando yo ingresé la UNGS funcionaba en una quinta.

- ¿Qué investigabas?
- Me dedicaba a estudiar el léxico especializado. La investigación tenía que estar relacionada con la formación y nosotros teníamos que trabajar con texto especialidad para enseñar a los estudiantes a leer un texto científico, a redactar una respuesta de parcial o un trabajo científico. Específicamente trabajaba con las propiedades de las palabras especializadas, en qué se diferencian de las palabras del léxico común que utiliza la gente en su vida cotidiana. Por ejemplo, la diferencia del virus en distintas disciplinas y el virus informático.

- ¿Después seguiste investigando sobre este tema?
- En la tesis de doctorado también partí de ese tema. Me centré en estudiar cómo los hablantes tienen almacenada la información sobre las palabras especializadas y las no especializadas. Y después de haber trabajado un tiempo en léxico especializado y en terminología, empecé a trabajar de nuevo con léxico no especializado. Es decir, cuando empecé con las becas de Conicet, allá lejos y hace tiempo, mi tema fue algo vinculado con la neología, por la neología llegué a la terminología, porque justamente muchos términos nuevos son propios de los ámbitos de especialidad o son creados ante la necesidad del avance tecnológico, y después volví a los neologismos comunes, que en realidad son los datos con los que analizó temas de semántica léxica o estructura morfológicas.

Actualmente, Andreína estudia las propiedades y los mecanismos que tienen las palabras para generar significados nuevos y también trabaja, junto a Victoria Boschiroli, investigadora docente de la UNGS, en un diccionario de neologismos de distintas variedades del español, que surge como uno de los proyectos de relevamiento de palabras nuevas en la prensa escrita argentina. “Con Victoria trabajamos en este diccionario, que es la investigación más aplicada, pero a la vez hacemos investigación teórica sobre qué es la variedad, cómo se representa en los diccionarios la variedad, cómo es importante desde el punto de vista de descripción de la lengua, pero también de la identidad lingüística”, cuenta.

En los últimos años publicó, con la editorial de la UNGS, varios diccionarios para dar cuenta de los neologismos, es decir, de las nuevas palabras. Entre ellos, 1300 neologismos en la prensa argentina y El léxico de la política en la vida cotidiana, que muestra cómo el léxico de la política y de la economía incide en el lenguaje de todos días.

- Muchas veces sucede que los resultados de las investigaciones sólo circulan en el ámbito académico. En ese aspecto, ¿cuál es el rol de las y los investigadores?
- Creo que es esencial, porque no tiene sentido que la investigación quede entre investigadores. Uno tiene que hacer ciencia básica pero también tiene que poder transmitir eso y hacer que modifique algo. En realidad, las ciencias aplicadas tienen que ver con poder modificar la calidad de vida de la gente. Justamente, la lingüística aplicada es tratar de mejorar los problemas en la comunicación. Mi trabajo en la UNGS tiene mucho que ver con esta vinculación de la investigación en articulación con la enseñanza de la lengua, particularmente. ¿Para qué puede servir un diccionario de neologismos? Puede parecer divertido, pero también servir como recurso para que profesores y maestros puedan enseñar estructuras lingüísticas, que puede ser un poco plomo para los estudiantes. Saber que son creadores de palabras, les permite a los estudiantes apropiarse del conocimiento, de la gramática de una lengua.

-¿Crees que este tipo de publicaciones también colaboran a fomentar vocaciones científicas?
-Creo que sí, a los estudiantes les despierta ganas de estudiar. Si uno muestra los resultados de su propia investigación en la clase, hace que los estudiantes se interesen y lo vean como una posibilidad hacer investigación.

-Contanos sobre referentes mujeres en el campo de la neología.
- En realidad empecé con la neología por la que después fue mi directora de tesis, María Teresa Cabré, de Barcelona. En realidad, no sabía qué era la neología. En mi primera beca de Conicet, tenía ganas de trabajar con las palabras pero no tenía lecturas muy concretas y encontré un artículo de ella, que se llamaba “La neología efímera”, y me encantó. A partir de ahí, empecé a buscar bibliografía. En ese momento no existía nada on line, había que ir a las bibliotecas, así que fue un hallazgo y a partir de ahí me abrió un mundo. Luego, la contacté para invitarla a una conferencia de lingüística y a partir de ahí seguí trabajando con ella. Y la beca de doctorado la hice con ella en Barcelona. Ella fue y es actualmente una figura muy importante en el campo de la neología.

-Vos dictas clases en la UNGS. ¿Crees que de alguna manera se puede incluir la perspectiva de género en las curriculas?
- Sí, eso está cada vez más está en discusión, cada vez es menos criticado y más empleado. Se puede trabajar el tema en varias materias del Profesorado de Lengua y Literatura. Se puede ver desde múltiples aspectos, no sólo desde el aspecto social identitario, de las razones políticas e ideológicas del porqué plantear lengua inclusivo. Se puede ver desde la gramática, ¿qué pasa con el género si se propone un nuevo morfema?, ¿qué designa esa “e”?, ¿qué significa?, ¿es la suma de lo masculino y lo femenino?, ¿es un neutro pero suma cualquier identidad de género?. Se pueden hacer muchos estudios. Veo que lo están usando mucho los estudiantes del secundario y que ya hay varias universidades con protocolos sobre el uso del lenguaje inclusivo.

-¿Las palabras “graduades”, “nosotres” se podrían considerar como neologismos?
-Se podría considerar un neologismo gramatical. Es una forma de neología, pero va a dejar de serlo próximamente. Donde más se puede analizar y estudiar es desde el punto de vista de las políticas lingüísticas.

-Alguna vez me dijiste que la lengua es un campo de disputa.
-Los cambios lingüísticos son de muy larga data. Cuando se impone algo así a partir de un grupo, hay otros grupos que reaccionan, que se resisten a los cambios. Pero hay que ver, yo no evaluaría que va a pasar. Ahora se está expandiendo bastante, pero no está del todo claro, porque esa “e” es usada por diferentes actores con distintos significados. Entonces, veo que hay un uso raro y estaría bueno que los lingüistas puedan asesorar un poquito. Ahora también están usando “la cuerpa”, por ejemplo, cambiando el masculino por el femenino. Eso me alucina, porque en realidad no son seres animados, son colectivos, pero hay una necesidad de que lo femenino pueda apropiarse de palabras masculinas.

-¿Crees que existe una ciencia femenina? ¿qué el género puede hacer un aporte extra?
-No sé, no me lo puse a pensar. Yo creo que lo que hace a un científico o científica es la voracidad por conocer, el afán de conocimiento, de entender, de ponerse preguntas y tratar de dar respuestas. Me parece que eso es investigar en cualquier campo. Sobre el rol de la mujer me parece que hay una cuestión política, que hay menos lugares para las mujeres, pero no porque crea que las mujeres van a poder hacer algo más. Creo que fundamentalmente somos personas y las personas tienen buenas ideas o malas ideas, o hacen las cosas bien o las cosas mal, independientemente del género.

-A veces parece que las mujeres tienen que hacer un esfuerzo extra en su carrera profesional ¿En algún momento sentiste que no tuviste las mismas posibilidades que un hombre a la hora de desarrollarte profesionalmente?
-No lo viví de esa manera, sobre todo porque en el área en la que trabajo somos muchas mujeres. Si veo la diferencia en otras disciplinas. Mi marido es matemático y veo las diferencias en el país y en el mundo, los varones tienen más subsidios, todos tienen designaciones exclusivas, se dedican a las ciencias básicas con mayor facilidad. Yo fui mamá muy tarde, así que no sentí que tenía menos oportunidades, en general, se dice por criar a los chicos la mujer no tiene posibilidades, pero no fue mi caso. Pero después quise hacer el doctorado y ahí se me alargo un poquito, porque quede embarazada antes de terminar la tesis y tenía culpa todo el tiempo. Cuando estaba con ella tenía culpa porque no hacía la tesis, cuando hacía la tesis tenía culpa porque no estaba con mi familia. Pero salió bien… Que es un mundo en el que poder lo tienen más los hombres sí, es así.

-¿Cómo te ves en un futuro? ¿Haciendo qué?
- Me gustaría estar trabajando menos a las corridas. Haciendo lo que hago porque me gusta mucho, pero trabajando más tranquilamente. Pudiendo hacer otras cosas. Tener más tiempo para leer, escuchar música, para salir a caminar. Esas cosas. El problema es que quizá yo tampoco ahora me hago el tiempo.

Marcela Bello

El podcast

Biografías es una coproducción entre la Dirección General de Comunicación y Prensa de la UNGS y FM La Uni.

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