Martes 3 de junio de 2025
Reflexiones a una década del primer "Ni una menos"
La UNGS, a través de su Programa de Políticas de Género, difundió un texto titulado "La gestualidad política del abrigo", al cumplirse 10 años del primer "Ni Una Menos", la movilización masiva del 3 de junio de 2015 que bajo ese consigna reunió a miles de personas en todo el país:
Lo que aquí compartimos no es una declaración de repudio, tampoco un “documento de intención”, ni un texto impersonal de “análisis de situación”. Ensayamos un par de palabras enhebradas para reivindicar políticamente el gesto y la acción de abrigo cuando el estado de intemperie, aislamiento y desorientación se ha vuelto insoportable. A 10 años del primer grito de insumisión condensando en la contraseña común “Ni Una Menos”, queremos llamar(nos) al “abrigo” desde la imaginación y la creatividad política.
Es contrafáctico preguntarse qué habría ocurrido si en aquella cita callejera desbordante y políglota, escena inconmensurable de duelo politizado, hubiéramos imaginado lo que acontecería apenas una década después. En ese momento, sabíamos que la espeluznante matemática de cuerpos de niñas y jóvenes, envueltos en bolsas de polietileno y arrojados en basurales, debía comprenderse como profundamente política. No era “la inseguridad”, no eran “problemas de pareja que terminaron muy mal”, no eran los “desbordes de personas insanas”. Tampoco un supuesto “sistema penal blando o benévolo” era la causa detrás de lo macabro. Para entonces, colectiva y expansivamente, iríamos reconociendo las marcas del poder predador de un orden de género profundamente desigual y violentamente opresivo. Ese que dialoga e imbrica con el odio de clase, con el racismo y la heteronorma. Lo llamamos interseccionalidad en los estudios y activismos feministas.
El “Ni una Menos”, y sus derivas posteriores, nos ayudaron a comprender la violencia por motivos de género como una problemática estructural, que expresa un orden de jerarquías que aniquila sueños, oportunidades y confisca vidas. La violencia contra mujeres y personas LGTBIQ+, engarzada a un mandato de masculinidad en el que se enseña -y socializa- a los varones para ocupar y ritualizar una posición social de primacía, mostrarse ante otros desde un rol de autoridad y asumir para sí el ejercicio de la violencia. Aunque, desde ya, en ese reparto de “privilegios y supremacías”, no todos los varones gozan de similares oportunidades y reconocimientos.
Diez años después aquí nos encontramos, a la intemperie, asistiendo a la celebración de la maldad y la cerrazón. “Que las mujeres vuelvan a las casas a cocinar y cuidar, a callar”; “gays, lesbianas y trans a esconderse y camuflarse”, “las y los negros a trabajar hasta desvanecer”, “los indios a blanquearse o irse del lugar que no les pertenece”. Las vueltas del odio son un espiral que nos consume.
Sara Ahmed, académica feminista, escribe que el odio se mueve y adhiere entre superficies. Una “economía afectiva” que circula, viraliza e intensifica en la medida que ocurren desplazamientos (o cuestionamientos) en las “posiciones”. Asistimos a diario a la comprobación empírica y experiencial que el odio no es un sentimiento aislado, sino “una política cultural de las emociones” (Ahmed, 2015). La forma en que se instrumentaliza políticamente la frustración, el dolor, quizás la “repugnancia”.
El odio se viene organizando y emplea la política afectiva del miedo como cimiento; contagia y derrama, de las pocas cosas que el proyecto político al que asistimos derrama y socializa: miedo, desintegración y odio.
La demarcación de lo colectivo con la huella o rastro del odio -o su intento- es una acción política, saca aquello del orden de los afectos individuales o singulares, para “colectivizarlo” y convertirlo en una “forma de lazo” fundado en el rechazo de lo que otros y otras son y representan: mujeres, diversidades, personas con discapacidad, trabajadores/as universitarios/as, personal de salud, jubilados/as, activistas, y decenas de etcéteras más.
Hay un presente que nos muestra una política afectiva del odio y del miedo con la que se busca trazar la fantasía ilusoria de “comunidad” a partir de la deshumanización, segregación, de la amenaza, la persecución, hostigamiento y deterioro de la calidad de vida de un otro/otra siempre próxima. Frente a ello, en acto de salvaguarda, llamamos a la política del cuidado, el abrigo y el respeto como respuesta.
La puja es tan urgente como crucial, y requiere de imaginación, organización y creatividad política, porque ya lo hemos dicho como un mantra, “las herramientas del amo nunca desmontan la casa del amo” (Lorde, 1979). Por y para ello es la gestualidad política del abrigo. Contiene bastante más que “un repudio” a actos, comportamientos y dichos que sabemos antidemocráticos e imposibles de naturalizar. Aquello nos puede dar una sensación de reparación contingente, pero ¿será suficiente para volver a construir una comunidad de cuidados en este escenario distópico?. Imaginar y volver a fundar lo común.
Finalmente decimos, a 10 años de Ni Una Menos, que no solo se desmantelan programas de atención y asistencia a personas que sufren violencia de género y se niega como tal la escala de la problemática. Mientras se apalea a jubilados/as, se desfinancia a las Universidades, se desprecia y empobrece a los y las trabajadoras de la educación y de la salud, se abandona a niños/as con distintos padecimientos y se deja a las personas con discapacidad libradas a su “suerte”, lo que desaparece es el territorio común y un sistema de valores y emociones asociados a aquel.
El Ni Una Menos en este 2025, desde nuestro conurbano profundo, trae consigo la necesidad, la convicción, el deseo y la búsqueda de performar abrigo, más allá de toda literalidad. Pero claro, todo abrigo requiere de muchas manos y voluntades que lo tejan, lo sostengan y lo estiren para que todes quepamos en él.
*Estas palabras saben y recogen la preocupación -y ocupación- por lo que está aconteciendo en nuestra misma comunidad. Estudiantes siendo hostigades por redes sociales por su identidad de género y política, escalamiento de agravios y hostilidad manifiesta en intercambios presenciales y telemáticos, afectación de nuestra convivencia toda.
Desde el Programa, recomendaron además la lectura del texto de la investigadora docente del Instituto del Desarrollo Humano de la Universidad María Pia López y de la periodista Marta Dillon, publicado en la Revista Anfibia: “No nos vamos a abandonar ahora. Ni Una Menos: apuntes de una historia en curso”.