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Museo Interactivo Imaginario

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De Luján a Malvinas

La Tablada, junio de 1982, un gran contingente de soldados había vuelto de la guerra, miles de familias esperando a sus hijos, hermanos
En la entrada un oficial con un listado, una familia había viajado desde Luján para abrazar a un pibe que había ido a la guerra.
Nombre? Preguntan en la entrada
Un padre orgulloso con la voz temblorosa dice el nombre de su hijo.
El oficial busca y vuelve a buscar, el nombre no estaba en la lista.
Carlos tenía 19 años tenía cuando empezó a estudiar Agronomía en la Universidad de Morón, había hecho el servicio militar en la Tablada, en el Escuadrón de Exploración de Caballería Blindada 10. A los 20 días de haber vuelto a su casa, un telegrama le informa que debía presentarse nuevamente.
Con mucha curiosidad por saber qué era lo que sucedía se presentó e inmediatamente le informan que hay una misión: ir a Malvinas. Frente a esto, los jóvenes del Escuadrón se miran con sorpresa, no sabían qué sucedía, no entendían qué era lo que pasaba, y hasta creían que solamente iban de visita, a conocer una parte de nuestro territorio
Corte de cabello, uniforme, fal y listos para marchar. Varios días de espera e incertidumbre por saber que iban a hacer y por qué. En uno de esos días, el joven lujanense logra llamar a su familia para decirles, escuetamente: me mandan a las Malvinas
De Tablada a Palomar para ser embarcados en un avión de Aerolíneas Argentinas al que le sacaron los asientos, iban sentados espalda con espalda, pibes, sin experiencia, pibes con mucho futuro, pibes que no tenían idea con qué se iban a encontrar.
Finalmente llegaron hasta Puerto Argentino, marchaban, con gran peso sobre sus espaldas, en forma figurativa y literal. Las mochilas que cargan, tienen un peso terrible, ahí llevaban las carpas y todo el equipo.
Los días ahí se hicieron interminables, la guerra no empezaba y lo que vendría era incierto. Todo cambió un 1ro de mayo, día en el cual los aviones ingleses empiezan a bombardear. El capitán da la orden y los soldados argentinos comienzan a disparar. Humo, niebla, frío, un sonido ensordecedor. Los harriet volaban muy bajo, las balas de fal los atravesaban. Entonces los ingleses cambiaron su estrategia,comenzaron a volar más alto y hacían vistas de aproximación para saber donde estaba su enemigo, nuestros pibes.
Ahí el miedo comenzó a sobrevolar junto a los harriet. El pibe de Luján se da cuenta que no entiende que pasa. A las bombas de los aviones se le suma el bombardeo desde los barcos. Que hago acá, se pregunta,que me va a pasar? Miles de preguntas se atraviesan por su cabeza, voy a volver a casa? Me voy a morir? Cómo es morir? . Pensaba mucho en sus afectos, pensaba si iba a volver vivo o muerto, pensando como seria la muerte, pensaba en si lo recordarán por defender la bandera. Pensaba, pensaba y pensaba.
En uno de esos días en los que la incertidumbre lo invadía, y cuando el combate le dio un respiro, se puso a escribir una carta a su tía. Le contaba la verdad, su verdad, todo lo que veía, lo que le pasaba, le hablaba de su escuadrón. Le pidió que entregara la misiva a sus padres si él no volvía, “deciles que los quiero mucho y que los extraño” rezaba.
La carta después de un tiempo llegó a mar del plata pero el cartero se la entregó a la abuela, que junto a su familia leyó las tristes palabras de su nieto y llorando envuelta en emoción.
Volviendo al campo de batalla, en una de las carpas había una radio portátil, los soldados la escuchan para saber qué era lo que sucedía, a veces escuchaban radios argentinas donde decían "Vamos ganando", como en las cartas y los diarios que llegan desde el continente. Por eso escuchan una radio uruguaya, la mayor parte del tiempo, ahí parecía contarse la verdad o por lo menos el relato era más parecido a lo que vivían los soldados en las islas.

Susana, mamá de Carlos, compró y guardó cada revista y diario en la que se hablaba de Malvinas.La foto retrata parte de esa colección. (Ph. Cintia Ojeda)
Cuando comienza el bombardeo y combate fuerte, el Escuadrón de Exploración de Caballería Blindada 10 se dirige a Monte Longdon, a unos 10 o 15 km de donde se encontraban. Mucha era la nieve y demasiado el frío que los atravesaba, y como si eso fuera poco los ingleses comienzan a atacarlos, primero con bombardeo aéreo, luego naval y finalmente cuerpo a cuerpo (cada 10 tiros de los soldados argentinos uno era infrarrojo mientras que todos los tiros de los ingleses eran infrarrojos).
Días de intenso combate, la muerte rondaba las piedras en las que se escondía nuestro soldado. Hasta q en uno de esos días, Carlos, junto con sus compañeros, que se cubrían tras las rocas, descubre su cuerpo lleno de sangre; creyéndose herido comienza a tocar su cuerpo, asustado. Pero no era él a quien el fuego enemigo había alcanzado, a su lado yace su sargento ayudante. Y casi como una visión o un deseo de esperanza al mirar hacia una piedra cerca suyo pudo ver reflejada la imagen de la virgen de Lujan, quizás rememorando su casa, su familia, y la vuelta a su hogar.
La guerra continúa, el Escuadrón entra en combate por dos días, en constante movimiento, era vida o muerte, mucho soldados muertos, muchos heridos, un ataque feroz. Pibes de 19 años peleando contra los Royal Marines ingleses. Hasta el momento en el que el capitán del escuadrón ata en un fal un trapo blanco. Casi instantáneamente aparecen los ingleses y los rodean.
Desde esas trincheras, a un helicóptero y de ahí a Darwin, a un corral de ovejas. La guerra todavía no había terminado.
Del corral de ovejas, a otro helicóptero rumbo a Puerto Argentino, a un galpón, siempre custodiados por los ingleses. El General Menéndez había firmado la rendición
Los rumores que se corrían dentro de los galpones eran muchos, el próximo destino parecía ser un barco, quizás con destino Uruguay, todo era incierto.
De ahí directamente al SS Canberra, portando una tarjeta que decía PRISIONERO DE GUERRA. Allí los días parecían interminables, sobre todo por la incertidumbre de no saber que iba a ser de sus vidas.
Tarjeta del SS Canberra perteneciente a Carlos Jech. (P.h. Cintia Ojeda)
Finalmente, el desembarco fue en territorio argentino, había llegado a Puerto Madryn y a bordo de camiones fueron recorriendo la ciudad. La gente se agolpaba, haciendo difícil la circulación de los vehículos, alentando a los soldados argentinos y alcanzando pan para que pudieran comer. Fue tanta la cantidad de gente y las ganas de hacerles llegar algo para comer a aquellos que volvían de las islas que ese día es conocido como "el dia que Madryn se quedó sin pan".
19 de junio de 1982, los vecinos reciben a los soldados de Malvinas. (Ph.CEDOC PERFIL)
Cansados y casi ya sin fuerzas los soldados pasaron un anoche en esa ciudad para finalmente en un hércules de la Fuerza Aérea llegaron a Palomar.
Tres días acompañados de psicólogos que les decían que no contaran nada de lo que habían vivido, horas de tests y chequeos. "Lo que vivieron en la guerra es todo un orgullo, por eso se peleó", les repetían constantemente. Algo que hoy en día muchos recuerdan o repiten como si hubiera sido grabado a fuego.
Finalmente las familias pudieron llegar a ver a sus hijos, muchos no sabían a ciencia cierta cómo iban a encontrarlos o si iban a reencontrarse.
Desde Luján a Palomar, una familia iba pensando en mil cosas antes de reencontrarse con su hijo, hermano, sobrino, amigo.
En la entrada un oficial con un listado - Nombre? , pregunta
Jech, Carlos , responde un padre que solo queria abrazar a su hijo
El oficial busca y vuelve a buscar, el nombre no estaba en la lista.
Nuevamente el corazón de esos padres sintió un dolor inconmensurable. El resto de la familia se miró sin saber que sucedía e imaginando lo peor.
Carlos, el pibe de 19 años, de Luján que empezó agronomía pero que tuvo que dejar todo para ir a Malvinas, había olvidado dar su nombre para que figurara en el listado de la entrada. Hoy recuerda entre risas ese día: “yo en el kiosco, distraído, comprando algo y cuando llega mi familia pregunta por mi y no estaba, era como si hubiera estado muerto, pero de distraído nomas fue”
El trayecto de vuelta a su casa fue como si hubiera sido algo muy normal, aunque no lo era. Una noche , a las 2 de la mañana comenzó su trajinar de Tablada a Luján, un colectivo a Morón, después un trayecto en el electrico a Moreno y finalmente la última parte de su recorrido a Lujan para reencontrarse con su familia que lo esperaba como el día en que nació.
“Mi orgullo es haber defendido mi patria, mi bandera y mi país, haberme podido superar en la vida con la ayuda de mis padres, hermanos y amigos. Haber formado una familia, tener trabajo y disfrutar de la vida. Yo, como volví a vivir, lo pienso así.” Carlos Jech *
Carlos Jech es trabajador nodocente de la Universidad Nacional de General Sarmiento, y consejero nodocente del Instituto de Ciencias. 
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