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Viernes 19 de febrero de 2021

“Siempre me preocupó que lo que dijéramos desde la academia tuviera algún sentido para las personas que están afuera”

Una de las formas de visibilizar la problemática de género en el campo científico es conociendo el recorrido de distintas mujeres que se dedican a la ciencia y a la tecnología. Con esa intención, nació “Biografías, historias de mujeres en la ciencia”, una serie de entrevistas gráficas y podcast, que cuenta el recorrido personal y profesional de 13 investigadoras docentes de la UNGS. Sus juegos en la niñez, las razones de la elección de la carrera, las personas que las inspiraron y las inspiran, los desafíos que debieron enfrentar a lo largo de su carrera, la vida familiar, las posibilidades de ocupar cargos jerárquicos y también sobre sus proyecciones para el futuro. En esta oportunidad, conocemos a Sonia Roitter.

“He conocido muchas mujeres que han sido iguales o mejores científicas que algunos varones. No creo que haya una característica específica en la forma de investigar por ser mujer o que haya algunas limitaciones”. Sonia Roitter es segura, transparente, simple al hablar. Con esa claridad en sus expresiones y en su actuar, puede narrar o reflexionar sobre las cuestiones más cotidianas hasta las más complejas, dolorosas, sin perder la calidez, la sonrisa. Licenciada en Economía y doctora en Ciencias Económicas, estudió y ejerció la docencia en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), donde nació y vivió hasta que en 2002, junto a su compañero, sus dos hijos y su hija se mudaron a Buenos Aires. En un nuevo episodio de Biografías, habla sobre su veta artística, su militancia juvenil, la figura de su madre. Repasa su llegada a Los Polvorines, el camino profesional recorrido en la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS). Y da cuenta de su profunda dedicación y compromiso por su profesión y por su familia, dos mundos distintos que concilió y concilia, a su modo: puede corregir exámenes en un paseo familiar por el río y, al mismo tiempo, nunca dejar sucios los platos de la cena a pesar de un largo día de trabajo.

De niña, en Alta Córdoba, Sonia jugaba en la vereda con amigos y amigas del barrio. Corrían los violentos años setenta en Argentina. Con sus dos hermanos y su hermana, miraban El Zorro, Bonanza, El Gran Chaparral en la televisión. También novelas, con la joven que los cuidaba. “Estábamos mucho en casa. Mi mamá y mi papá trabajaban muchas horas, sobretodo mi mamá que trabajaba en ‘la facultad’, como le decíamos siempre. Mi papá es médico. En ese momento, trabajaba en el Hospital Rawson y además tenía un consultorio muy cerca de casa, iba y venía, estaba pero no estaba”, recuerda.

Padre, médico. Madre, doctora en Ciencias Económicas, con una destacada carrera en la UNC; se dedicó a la docencia, la investigación y también ocupó importantes cargos: fue vicerrectora, decana de la Facultad de Ciencias Económicas y secretaria de Asuntos Académicos durante la gestión de Carolina Scotto, la primera mujer en asumir como rectora en esa Universidad.

-¿Quién era tu mamá?
-Se llamaba Hebe Goldenhersch de Roitter. La habían bautizado Roitter porque Goldenhersch era muy difícil. Estuvo fuera de la facultad durante la época del proceso, le cesaron el contrato por su participación política. Siempre había sido militante. Volvió a la Universidad justo a fines del 83, el año en que yo ingresé.

Durante la dictadura cívico militar de 1976 se impusieron importantes restricciones a la autonomía universitaria y se practicó en forma sistemática la violencia sobre la comunidad académica y muchos y muchas de sus integrantes fueron objeto de exoneraciones, exilio o desapariciones. Sonia relata, como al pasar, la militancia de sus padres y cómo vivió aquel momento, cuando era adolescente.

-¿Conversabas con tu familia sobre economía?
-No, hablábamos más de cuestiones políticas, en ese momento estaba terminando el proceso militar. Mis padres eran militantes. En una época, comunistas, y yo también entré en la Federación Juvenil Comunista. Vendíamos La Prensa en la esquina de la escuela, en pleno proceso militar. Iba a muchas charlas.

-Eras consciente de lo que ocurría.
-El Proceso lo viví con mucho miedo. Había mucha gente amiga que desaparecía, gente del club de la comunidad judeoargentina, donde nos movíamos. Fue una época muy difícil. Siempre había reuniones en casa, a escondidas. Escuchaba algo pero no entendía nada. De a poco, leía y trataba de entender algunas cosas, pero no estaba muy informada.

La elección profesional y su vida familiar

Con su papá

-¿Cómo fue que te orientaste a la economía?
-Fue medio raro. En casa siempre, a la mañana cuando me llevaban a la escuela, mi mamá o mi papá ponían la radio, escuchábamos las noticias. Eran fines de los 70, principios de los 80, terminé el Secundario en el 82. Además mi mamá siempre tenía el diario para leer a la mañana antes de hacer cualquier cosa. Para mí, era un desafío entender las noticias económicas, me parecía interesante, pero, por otro lado, no me parecía que fuera capaz de estudiar economía, porque no me entusiasmaba demasiado escribir. Me gustaba la matemática. Hasta diciembre del año en que estaba terminando el Secundario, iba a seguir Analista de Sistemas y se me ocurrió preguntarle a mi mamá de qué se trataban las carreras donde ella trabajaba, en Ciencias Económicas.

Una vez en la Universidad, Sonia daba muestras de su espíritu inquieto. Participaba de actividades y charlas sobre temas de economía más allá de las cursadas obligatorias. Eran tiempos de apertura democrática en los que comenzaba a debatirse sobre distintas visiones de la disciplina. Por consejo de su mamá, cuando estaba en tercer año, se presentó a las primeras selecciones internas para asistentes y ahí comenzó su carrera docente. Tiempo después se presentó a un cargo similar para investigación.

En el cuarto año de la carrera, se casó, y poco después quedó embarazada. Así lo recuerda: “Lo que ganaba en la facultad me alcanzaba para una bolsa de pañales en ese momento. Justo terminé de cursar y quedé embarazada. Me faltaba terminar de rendir una materia que me llevó como un año y pico rendirla después”.

A su compañero lo conoció gracias a su amor a la música. Fue a partir de un grupo de jóvenes músicos, en el que Sonia tocaba la flauta traversa. Pero tuvo que elegir y se decidió por su carrera universitaria. “Nunca se me ocurrió dedicarme a la música, quería hacer las dos cosas juntas, fue difícil”, aclara.

Su mamá y sus dos hijos menores

Casada y con un hijo pequeño, se graduó de licenciada y casi sin un respiro y sin pensarlo demasiado, comenzó a estudiar el Doctorado. Dos años después nació su segunda hija. “Mis pobres hijos se iban adaptando a mi ritmo”, dice, entre risas. “La verdad –cuenta- creo que siempre tuve la suerte que me pudiera ayudar alguien de la familia. Mi marido trabajaba de profesor de música al principio y tenía horarios más flexibles, nos íbamos acomodando. Después él estudió Ingeniería, se recibió y fuimos organizándonos. Nueve años más adelante vino mi tercer hijo”.

-Pudiste hacer compatible tu vida profesional con tu vida familiar.
-Sí, se hacía difícil. La cantidad de alumnos en la Universidad era muchísima, siempre tenía como 150 exámenes para corregir. Nos íbamos al río a pasar el sábado, el domingo, y me llevaba los parciales. Casi siempre andaba con el trabajo a cuestas. Si alguna vez necesitaba llevarlos al médico, estar con ellos, lo que fuera, más o menos me iba acomodando. Ahora que les pregunto, me dicen que no lo sintieron como algo tan traumático. Aunque mi hija siempre recuerda que cuando a la noche yo venía más tarde, ella extrañaba mucho.

De Córdoba a Buenos Aires

En 2001, desde la empresa multinacional en la que trabajaba su compañero, decidieron trasladarlo a Buenos Aires. En tiempos de una importante crisis económica y social en el país, no les quedaron muchas alternativas. El primer año, Sonia se quedó en Córdoba, con su hijo, su hija y su bebé de meses, mientras su compañero vivía en Buenos Aires y viajaba los fines de semana para ver a su familia.

En su ciudad natal, Sonia venía trabajando con investigadores docentes de la UNGS, como Gabriel Yoguel, Hugo Kantis, Darío Milesi. “Cuando se dio la posibilidad de venirnos, empecé a averiguar qué posibilidades concretas había de trabajar en la UNGS. Se dio. No me imaginaba trabajando en la UBA ni en otros lugares. Cuando vine y conocí esta Universidad me entusiasmé mucho”, cuenta.

-¿Por qué no te imaginabas trabajando en otro lugar?
-En Córdoba tenía mi oficina, muy organizado mi trabajo, un lugar donde estar la mayor parte del tiempo, investigando, trabajando, dando clases. Me imaginaba que si venía a, por ejemplo, la UBA, iba a ir a dar clases, volver a mi casa, trabajar en mi casa. No era eso lo que me gustaba. Me gustaba más un ámbito donde poder investigar, interactuar. En Córdoba, empecé a hacer algunas tareas de gestión, participar en los Consejos. Quería encontrar algo parecido.

-Te interesa la política universitaria.
-Sí, en general, las actividades de gestión siempre me han interesado mucho y la cuestiones relacionadas con la política universitaria bastante también. Cuando vine acá, vi las características de la Universidad, el hecho de tener muchos estudiantes que son primera generación universitaria, muchas cosas que hicieron que me pareciera muy atractiva.

Sonia llegó a la UNGS en 2002 y nunca más se fue. En la actualidad, es investigadora docente en el área de Economía del Conocimiento del Instituto de Industria de la Universidad y dirige la licenciatura en Economía Industrial. Para equilibrar la balanza de sus intereses, da clases de materias ortodoxas (“que nadie quiere dar”), como Economía Neoclásica y Microeconomía, en las que se formó, mientras que en sus investigaciones despliega los temas que más la entusiasman y preocupan, en general, vinculados al empleo, la organización del trabajo y el aprendizaje.

“El primer año estaba muchísimas horas acá adentro. Todos me decían que era el entusiasmo del primer año, que no me iba a durar tanto tiempo. Y sí, terminaba agotada”, relata y recuerda sus primeras reuniones con el investigador docente y exrector Silvio Feldman y su trabajo con los estudiantes de los primeros años para que avanzaran en las carreras. La entusiasmada la materia “Teoría de la firma”, que daba Roberto Bisang. “Era muy distinto a lo que veía en Córdoba, y quería abrir la cabeza, ver otras perspectivas, algo más heterodoxo en las materias”, explica.

Sonia presentando las Olimpiadas de Economía en la UNGS

El entusiasmo de Sonia continuó intacto a lo largo de estos 17 años. Es una activa participante de la vida académica en la UNGS. Escribió artículos para distintas compilaciones de Ediciones UNGS, como El trabajo y las empresas multinacionales hoy y Tópicos de la teoría evolucionista neoschumpeteriana de la innovación y el cambio tecnológico, para nombrar las más recientes. Además es consejera en el Consejo Superior y una de las impulsoras de las Olimpiadas de Economía en la UNGS, entre otras actividades y proyectos.

-Muchas veces se dice que los resultados de las investigaciones quedan en ciertos círculos académicos y no se abren a públicos más amplios, ¿qué opinás?
-En el ámbito de la investigación, estamos muy presionados a publicar papers en journals que sean reconocidos internacionalmente. Es una presión continua que se suma al tiempo que nos lleva preparar y dar las clases, más las cuestiones de gestión. Entonces, te termina absorbiendo toda esa cuestión y queda muy poco tiempo para difundir hacia otros ámbitos lo que uno está haciendo y para discutir con otros actores que puedan decir qué les parece lo que uno está diciendo. Siempre me preocupó mucho que lo que nosotros dijéramos tuviera algún sentido en términos de lo que piensan las personas que están afuera, las cámaras empresariales, los sindicatos, los trabajadores. De hecho, hemos realizado relevamientos para chequear los resultados de nuestros trabajos y, alguna vez, hemos hecho actividades con las empresas después para transmitirles los resultados. Creo que eso es muy enriquecedor.

El efecto Matilda, el género y la motivación de vocaciones científicas

Matilda Joslyn Gage describió como el efecto Matilda al prejuicio que desconoce los logros de las mujeres científicas y atribuye esos logros a colegas masculinos. Para Sonia, “no hay una característica específica en la forma de investigar por ser mujer” o “limitaciones”, aunque considera que “hay tendencias de parte de las mujeres a elegir ciertas carreras o ciertos temas de investigación” y que eso está vinculado a una cuestión cultural y de educación inicial o incentivos en las mujeres desde que son niñas a que se formen, por ejemplo, en docencia, enfermería. También al tipo de libros, de actividades o juegos que se les dan a los niños y los que se les dan a las niñas. Por eso, para ella, es fundamental que “cuando haya chicos o chicas que se interesen por algo, poder incentivarlos y no frenarlos” y, respecto a la elección profesional, cree que “es muy bueno hacerse preguntas, tratar de ver qué es lo que a uno le apasiona, qué es lo que a uno le genera más interés, si es algo que lo va a hacer sentir bien, que lo va a desafiar, que le da ganas de leer, de investigar”.

-¿Podrías nombrarnos alguna referente que signifique o significó algo para vos?
-En la carrera no teníamos tantas profesoras en Economía. Había algunas, sobre todo cuando avancé en la parte específica de Economía. En su momento leímos a Joan Robinson.

Joan Violet Robinson fue una economista británica que formó parte de la denominada escuela postkeynesiana de Cambridge. Fue reconocida como contribuyente a la famosa obra de Keynes y por sus pensamientos económicos heterodoxos, en particular por su receptividad para ciertos enfoques marxistas. Una de sus primeras y más notables contribuciones a la economía fue en materia de competencia imperfecta. “Trabajó tratando de ver cosas distintas de las que usualmente se veían en economía y era una mujer, además. Me impresionó mucho”, destaca Sonia.

En su libro Economía feminista, Mercedes D’Alessandro asegura que “la carrera de Economía de la Universidad de Buenos Aires (la más grande del país) tiene una composición en las aulas bastante pareja, pero ellas no llegan al 15 por ciento de los profesores titulares y asociados”. Si bien es de 2016, el texto da cuenta de las importantes desigualdades a las que se enfrentan las mujeres profesionales.

Sonia cuenta que, en general, no tuvo grandes dificultades vinculadas a su condición de género a la hora de desarrollarse en su profesión. Sin embargo, considera que es interesante que se den discusiones sobre por ejemplo la incorporación de una mirada de género en ciertos contenidos de las materias. Para ella, la cuestión del género “tiene que ver también con una actitud, con una forma de trabajar y de encarar las cosas”. Reconoce además que, en cuestiones cotidianas, es un aprendizaje constante, incluso para ella, ya que son fuertes los mandatos sociales.

-A lo largo de tu desarrollo profesional, ¿crees que tuviste que hacer un esfuerzo extra por tu condición de mujer?
-Sí. Es como que uno tiene todo en la cabeza. Llevar a los chicos al médico, ver qué vamos a cocinar, qué hay que comprar. De todas esas cosas me encargaba yo. Porque yo quería también. Es como que había asumido que eso era mi parte. Entonces, eran como muchas cosas las que había que manejar y tener presentes. Había muchas otras cosas en las que no me ocupaba. Mi marido nunca sabía cuándo los chicos tenían que ir al médico a control, para qué, ni se acuerda de ninguna enfermedad que hayan tenido y ese tipo de cosas. Yo tenía todo presente, todo anotadito, pero más porque yo me hice cargo de eso y sentía… Llegaba a mi casa, a veces estaba muy cansada, y nunca me gustó dejar los platos para el otro día, entonces me ponía y lavaba los platos y ese tipo de cosas. Con mis hijos más grandes me costó un poco más hacer una distribución de tareas. Con el más chico ya aprendí. Pobre, hace muchas más cosas que yo en la casa.

-O sea que el desarrollo del movimiento feminista de los últimos años tuvo su efecto en el menor.
-Sí, claramente, totalmente deconstruido. Hace todo lo que corresponde, lo que él siente que tiene que hacer y no está pensando que lo hace para ayudarme a mí, lo hace porque cree que son cosas que hay que compartir.

El futuro

Sonia, con sus dos hijos y su hija.

-¿Cómo te imaginás de acá a un futuro?
- Qué pregunta!

-¿Como música, como economista?
-Me imagino que seguiré trabajando en la docencia mientras pueda, hasta que me jubile. Investigando también. Cuando me jubile es probable que me vaya a vivir a las Sierras de Córdoba y desde ahí a lo mejor seguir con alguna actividad. No soy de esas personas que tienen alguna otra habilidad como trabajar con cerámica, hacer algo manual. A lo sumo tocar algo de música. Pero no es lo que me imagino haciendo. Me imagino trabajando en economía y en docencia.

Analía Fasoletti
(Comunicación y Prensa UNGS)

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