La Uni Radio

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Lunes 31 de agosto de 2020

Docentes se reúnen para debatir sobre la ESI

Docentes de todo el país se reunieron en el 2do Encuentro Federal de la Red de Docentes por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, para debatir sobre Educación Sexual Integral (ESI).

El encuentro se realizó virtualmente los días 29 y 30 de agosto con la participación de más de 300 trabajadoras y trabajadores de la educación de todo el país.

En diálogo con FM La Uni, Tamara Martínez, profesora y parte de la Red de Docente por el Derecho al Aborto, Legal, Seguro y Gratuito contó sobre este encuentro: "Fue nuestro segundo encuentro, esta vez en el marco de la virtualidad, el primero se había realizado el año pasado en Córdoba. Nos juntamos alrededor de 300 docentes de todo el país a poder discutir acerca de la ESI, del aborto como contenido de la ESI,  el lema de Niñas, no madres" y la reforma de la ley. Quería contarles un poco que hemos tenido ciertos consensos y hemos sacado una declaración luego de este encuentro Federal. Además denunciamos por un lado la persecución y exigimos el acompañamiento y la protección de los trabajadores que garantizan la ESI.  Esto se da a lo largo de todo el país, mucha persecución a quienes la llevan a cabo y es necesario un acompañamiento ahí, desde el Estado, para poder implementar de manera efectiva la Ley de educación sexual integral".

Luego de dos días de intercambios y debates acordaron avanzar en distintas líneas de acción, entre ellas:  el reclamo y cuidado a docentes que garanticen ESI, actualización de los planes, educación laica y gratuita y que se sancione la ley de aborto legal, seguro y gratuito.

A continuación, la nota completa:

Lunes 31 de agosto de 2020

El final de la vida y el duelo

El virus del covid-19 y las medidas gubernamentales para afrontarlo generaron profundas alteraciones en la secuencia temporal, en la organización y en las condiciones de posibilidad de las rutinas diarias, en los usos del espacio (entre ellos, el doméstico), en los desplazamientos urbanos e interurbanos, en la sociabilidad y en la proxemia. También impacta en la administración de los cuerpos propios y ajenos y en el proceso de final de la vida, muerte y duelo.

El Aislamiento Social Preventivo Obligatorio (ASPO), precisamente, ha colocado en primer plano la necesidad de comprender y de dar respuestas institucionales a los problemas relacionados con el proceso de morir. También nuestro peculiar presente reactualiza preocupaciones previas. En los últimos años en la Argentina han proliferado debates públicos en torno a la posibilidad de rechazar tratamientos médicos o medios que prolonguen la vida de manera artificial en personas con enfermedades terminales, estado vegetativo e incluso por motivos religiosos. Estas cuestiones suelen tomar relevancia pública cuando algún caso causa conmoción social; sin embargo, resulta una situación cotidiana en la práctica sanitaria y la vida de las personas. La legislación argentina, hasta ahora, ha dado una respuesta parcial a estas situaciones. Dada su relevancia y la necesidad de debatir y avanzar en la resolución democrática de la humanización del proceso de final de la vida y duelo, un conjunto de investigadoras/es y el CONICET creamos la Red de Cuidados, derechos y decisiones en el final de la vida (Resolución D. Nº 1535/17).

Desde formaciones disciplinares diferentes (en derecho, historia, medicina, antropología, filosofía, sociología, bioética, ética, neurociencias, medicina paliativa), quienes integramos la Red compartimos la preocupación y el trabajo sobre los derechos en relación con el cuidado y las decisiones en el final de la vida. Alentamos la transdisciplinariedad y la integración de nuestras diversas trayectorias con la intención de producir conocimiento y propiciar el debate público informado. Los objetivos que nos hemos propuesto son relevar, fortalecer y poner a disposición el conocimiento científico y bioético existente acerca de los diversos significados sociales y culturales del proceso de fin de la vida en Argentina, promover proyectos colaborativos e interdisciplinarios y proponer y asesorar en materia legislativa y jurídica.

En épocas en las que acontecen eventos extremos que comprometen al ámbito de la salud (la pandemia del COVID-19 es uno de ellos), una medicina reconocedora de la dignidad del ser humano debe comprender que solo se ayuda a las personas enfermas y/o en fase terminal con cuidados omnicomprensivos, que abarquen los niveles bio-psico-social y espiritual del ser. El final de la vida es una etapa de fragilidad, fragilidad física pero también psico emocional. Es una fragilidad que agudiza otras fragilidades y genera gran vulnerabilidad. Por eso, cuando pensamos en los derechos y cuidados en el final de la vida, nos referimos también, y muy especialmente, a los derechos de los grupos “frágiles” y “vulnerables”: personas en situación de calle, colectivo LGBT, mujeres expuestas a violencia de género, habitantes de villas de emergencia y barrios carenciados, ancianos dementizados, niños, adolescentes. En estos grupos el final de la vida es muchísimo más complejo y bajo riesgo de sufrir mayor discriminación, abandono y exclusión.

El 7 de agosto presentamos públicamente la Red a través de un encuentro virtual transmitido por Youtube (https://www.youtube.com/watch?v=RSoJ-Iftkxo). Allí dimos a conocer dos documentos. El primero aporta consideraciones, propuestas y recomendaciones para el tratamiento integral en relación con el final de la vida en instituciones de salud, particularmente en contexto de pandemia. Las recomendaciones del documento apuntan a humanizar el cuidado y la atención en las instituciones de salud. Por ejemplo, el principio de igualdad, dignidad y no discriminación en el trato y en el tratamiento de la enfermedad en el contexto de pandemia, practicar un enfoque integral que contemple aspectos bio-psico-socio emocionales tanto para pacientes, familia y entorno afectivo como de los equipos de salud, garantizar el derecho a la información del paciente y de sus referentes afectivos, facilitar el contacto y la comunicación del/de la paciente con su familia y/o entorno afectivo durante todo el proceso de internación y extremar las medidas para facilitar el acompañamiento, prioritariamente a las personas en situación de agonía y previsible muerte inminente, por un acompañante (familiar, referente afectivo, asistente espiritual y/o voluntario/a).

El segundo documento refiere al estatus de los cuidados paliativos en Argentina. Entendemos por cuidados paliativos a “cuidados holísticos activos de personas con enfermedades graves y amenazantes de la existencia, con el objetivo de mejorar la calidad de vida de los pacientes, sus familias y sus cuidadores”, con especial atención en el proceso del final de la vida y el duelo. Estudios recientes en la región sanitaria de la Ciudad de Buenos Aires, liderados por la doctora en Medicina Vilma Tripodoro, integrante de la Red, muestran que uno de cada tres pacientes del sistema público de salud padecía o padece una enfermedad crónica evolutiva y tenía y tiene necesidades paliativas. Sin embargo, no existe en el país una ley que garantice su cobertura y accesibilidad. A criterio de la Red, creemos que sería deseable avanzar en una ley específica de cuidados paliativos, sin perjuicio de considerar el conjunto de aspectos relativos a los derechos en el final de la vida: el irrestricto respeto a la dignidad y el reconocimiento del derecho al ejercicio de la autonomía personal en las decisiones, en el marco de una política integral de derechos humanos.

El proceso de morir y las decisiones sociales e institucionales que lo involucran requieren comprender los diversos significados sociales y culturales sobre el fin de la vida en sus dimensiones socioeconómicas, regionales, étnicas, generacionales y de género en la Argentina contemporánea para mejorar la legislación y la atención de las personas y ampliar derechos, en especial en una actualidad que ha puesto al proceso de morir en un primer plano. Por ello actualmente lxs miembros de la Red nos encontramos trabajando en torno a tres cuestiones: procesos de morir asistido, recomendaciones para afrontar el duelo en contexto de pandemia por Covid-19 y  avanzar en la promulgación de una ley específica de cuidados paliativos.

La información institucional, quiénes somos lxs integrantes, los documentos elaborados y la agenda de la Red son de consulta pública y se encuentran en https://www.conicet.gov.ar/red-cuidados/

Sandra Gayol

* La nota fue publicada el 25 de agosto de 2020 en la edición de la revista Noticias UNGS

Lunes 31 de agosto de 2020

(Re)pensar las prácticas docentes en tiempos de pandemia

Apuntes desde la enseñanza de la historia y para la formación docente en historia

La práctica de enseñar remite temporalidades múltiples. Se relaciona con el presente pero también con el pasado y el futuro: porque se vincula con la atención a las urgencias inmediatas, la capitalización de recuerdos y la anticipación de guiones y programas. En el enseñar, los sujetos negocian permanentemente entre lo impuesto y lo practicado. Las prácticas docentes pueden ser pensadas como prácticas cotidianas.

Hace tiempo vengo con estas ideas (de otros y para otras cosas). Y las vengo pensado en relación con las prácticas docentes –particularmente en/para la enseñanza de la historia y en/para la formación de profesores de historia–. Ideas que me parecen muy potentes. Y hoy, en este contexto de aislamiento social, preventivo y obligatorio, con institutos de formación docente y universidades cerradas en sus sedes pero abiertas en su quehacer, de clases no–presenciales o en la virtualidad (como queramos llamarlas), estas ideas se me vuelven más potentes.

De allí este texto, como invitación a poner bajo la lupa nuestras prácticas docentes para (re)pensarlas. Las prácticas de los que enseñamos. No solo de los que enseñamos historia (aunque es obvio que las pienso desde allí), sino como un convite para los que enseñan en diversas disciplinas en el nivel superior (y en otros). Y también como invitación a imaginar algo (solo una parte) de aquello que se llama “prácticas” en la formación docente en este contexto. Creo que “traer a la superficie” las prácticas docentes es una (buena) oportunidad en (y de) estos tiempos.

* * *

Nunca tan cierto que, como docentes, vivimos temporalidades múltiples.

El tiempo de los sujetos y de las generaciones que se encuentran en un aula. El tiempo de los espacios donde enseñamos. Los tiempos de las asignaturas –que cambian en su permanencia– y de esas que aparecen mientras otras se fusionan o se extinguen. Los tiempos de los contenidos que se van reescribiendo. Los tiempos políticos y memoriales. Los tiempos (desacompasados) del enseñar y del aprender. El tiempo de las materialidades que van mutando lenta o aceleradamente, con mayores o menores fragilidades. Un ejemplo de esto último: el pizarrón sigue allí, casi perenne, como en la escuela primaria. Negro, verde o blanco. Con tizas o marcadores. Sigue pero cambia –o no– y, a la vez, en algunos casos (menos de lo que quisiéramos, por la desigualdad que nos atraviesa) el pizarrón convive con otros soportes y materiales. Si algo saltó (más) a la vista en estos meses fue lo crucial que resulta la materialidad para enseñar y aprender.
Si de algo hablamos insistentemente los (les, lxs) de historia es en eso: de tiempo. O, mejor, de tiempos. De leer los tiempos. De leer esas diferentes temporalidades (todas mezcladas y a la vez) que hacen que el presente sea lo que es: herencia y ruptura, invención e inercia.

Y hoy, además de todos esos tiempos, se nos suman otras temporalidades. La interrupción del tiempo que nos impuso la pandemia. El tiempo lento de aquello que padecemos y no termina de pasar. El tiempo suspendido que casi no diferencia los días. El tiempo acelerado que nos imponen las tecnologías de comunicación donde todo –tal parece– es para “ya mismo”. El tiempo sobrecargado que trae la docencia no presencial y las pantallas que nos fatigan. El tiempo incierto de esperar a regresar a “alguna” normalidad.

Nunca tan cierto que capitalizamos recuerdos.

Siempre lo hacemos. Siempre lo hicimos en la práctica docente. Y hoy, arrojados a la virtualidad como espacio para la enseñanza (sin haberla elegido pero sí adoptado), revisamos –quizás más que nunca– experiencias previas de las que echamos mano. Propias y ajenas. Hicimos (yo me hice) preguntas sobre el curso virtual que completamos como estudiantes y ese otro que dictamos como parte de un equipo. Y desde ese doble perfil permanente –estudiante y docente– (creo que siempre seré bifronte) más interrogantes. ¿Qué (me) funcionó? ¿Qué no? ¿Qué repetiría? ¿Qué no volvería a proponer? ¿Qué me gustó y qué no? ¿Qué (me) convocó? ¿Qué me (con)movió?

Nunca tan cierto que, en la práctica docente, atendemos a urgencias inmediatas.

Siempre lo hicimos en la simultaneidad, imprevisibilidad e incertidumbre de las clases en aulas “físicas”. Pero además, en este “aquí y ahora”, la primera urgencia fue la de dar continuidad a las asignaturas para las que –frenéticamente– tuvimos que pensar, inventar y ensayar, no sin temores, renovadas prácticas. Y allí, nuevamente, más preguntas. Porque teníamos sedimentaciones sucesivas en la presencialidad, pero ahora no tuvimos mucho tiempo para acumular y decantar. Entonces, ¿cómo organizar los tiempos?, ¿cómo habitar el espacio “virtual”?, ¿cómo vincularnos?, ¿cómo presentar los contenidos?, ¿cómo construir saberes colectivamente en un contexto que nos coloca en un lugar tanto más solitario?, ¿cómo reconvertir esa aula virtual que ya teníamos en nuestra universidad, que conocíamos y usábamos, pero que ahora tenía que ser un espacio más sistemático a falta de aula “analógica”, en fin, a falta del aula que conocemos –con variantes– desde hace varios siglos? Esa aula que fue inventada y conquistada políticamente y llevamos debajo de la piel…

Nunca tan cierto que anticipamos guiones y programas.

Dicen los que saben de enseñanza no-presencial o virtual (porque acumularon experiencias) que lo que se necesita para ese tipo de propuestas es, sobre todo, tiempo para su preparación. No lo tuvimos en esta ocasión. Fuimos arrojados a ello. No planificamos. La pandemia en sí misma fue imprevisible para muchos de nosotros. Y entonces, actuamos impelidos por el ritmo y la incertidumbre. Que eran quince días como en 2009 (¿se acuerdan de la gripe A?) fue una ilusión que se nos desvaneció muy pronto entre curvas, estadísticas, mapas y relatos de otros colegas de otros hemisferios que –de algún modo– casi nos hablaban desde el futuro.

Pero, además, las prácticas docentes anticipan programas porque muchas veces (me atrevería a decir, en la mayoría de los casos) los sujetos anticipan las normas. Y, nuevamente, en este contexto –desde mi punto de vista– fue claramente así. Antes de cualquier protocolo, orientación, norma o ley estuvieron las prácticas docentes que se hicieron cargo –mejor o peor– del desafío.

Y allí, entonces, también, la negociación entre lo impuesto y lo practicado.

Lo impuesto por la pandemia y lo practicado en pre-pandemia y en pandemia (así como pensando en pos-pandemia). Lo impuesto por las estrategias que desde un lugar de poder traen reglamentos o modelos. Y lo practicado desde las tácticas, plurales y móviles, que inventan lo cotidiano. Esas tácticas que no se mueven necesariamente por el rechazo a la norma sino que producen algo nuevo con usos propios, con distorsiones y artimañas, cuya significación no es necesariamente la resistencia sino el aprovechamiento, el gusto, la operatividad y la ocasión –tal como indica el historiador Michel De Certeau–.

En fin, las prácticas docentes como operaciones cotidianas.

Según De Certeau, las operaciones cotidianas tienen aspectos estéticos, polémicos y éticos. Estéticos, porque una práctica cotidiana abre un espacio propio dentro de un orden impuesto. Polémicos, porque esas prácticas se relacionan con ese orden apropiándose de una parte, editándolo a gusto, midiendo fuerzas con lo ya hecho y organizado. Éticos, porque la práctica cotidiana restaura con paciencia y tenacidad un espacio de juego, un intervalo de libertad, una resistencia a la imposición (de un modelo, de un sistema o de un orden): poder hacer es tomar distancias, defender la autonomía de algo propio. Creo que todos esos rasgos los encontramos en las prácticas docentes de hoy (y también en las de ayer así como probablemente estarán en las de mañana).

En eso estoy/estamos: pensando las prácticas. Pensando las prácticas en la enseñanza de la historia y en las prácticas en/para la formación docente en historia en este contexto que nos ha tocado (en suerte y desgracia) vivir. Estamos ante un desafío inédito. Mucho por pensar y hacer.

Para cerrar, algunas ideas más. Para mí, no se trata de que “todo esto llegó para quedarse”. Disculpen, pero me niego. Vamos a volver. Quiero el aula, la oficina, el pasillo y el bar, en fin, quiero los espacios de encuentro donde compartir, discutir y combatir. Esos lugares donde sentir(se). Desde luego, algo (bastante o mucho) vamos a aprovechar de lo que estamos haciendo hoy. Sí, claro. Y tendremos que pensar qué de todo esto, qué de todas estas prácticas que estamos inventando y ensayando hoy, queremos que continúen. Pero también volveremos a aquellas prácticas que conocemos y nos parecen provechosas. E incluso inventaremos algunas más que todavía no imaginamos. Tal parece que navegaremos en escenarios combinados y duales, escalonados y distanciados por un tiempo –por lo que sabemos hasta aquí y hasta el mismísimo día de hoy–.

En fin, por esto que nos está pasando pero –sobre todo– por lo que vendrá, esta invitación a (re)pensar nuestras prácticas docentes.

* * *

He usado aquí ideas de otros (como dije al principio). Y también me he valido de ideas de otros que me leyeron y me hicieron repensar –y reescribir– estas líneas. Así es como construimos saberes en las universidades: con ideas de otros y pensando con otros. A todos, ¡gracias totales!

María Paula González

* La nota fue publicada el 25 de agosto de 2020 en la edición de la revista Noticias UNGS

Lunes 31 de agosto de 2020

Un pequeño mapa

Una amiga protesta contra la expresión mundo virtual. Sostiene que la palabra mundo, que remite a la copresencia con otres, a ese tejido del que somos inseparable parte, no corresponde para tratar este tipo de coexistencia, signada por la distancia. Y el uso de las palabras anteriores, las palabras acuñadas para dar cuenta de la presencia en el mundo, con el agregado del adjetivo virtual, no harían más que evitarnos el pensar la dimensión brutal de la transformación, lo que acarrea de angustia y de innovación. Si decimos reuniones virtuales, clases a distancia, teletrabajo, estamos diciendo algo bien distinto a lo que llamábamos reuniones, clases, trabajo.

¿Cómo se modifican nuestros trabajos en la distancia, cómo enseñamos en situación de aislamiento, qué supone nuestra vida cuando se despliega sin los vínculos con quienes no son convivientes, qué es cada cuerpo sin abrazos esperados y roces inesperados, qué es la política sin calles? ¿Qué es el mundo cuando estamos encerrades? Ante la cerrazón de los espacios físicos tenemos la amplitud de las pantallas y a nuestra extrema situación (estamos en algún lugar) se la combina con el don de la ubicuidad. ¿O no hemos intentado, cada quien, estar en dos reuniones al mismo tiempo? ¿Y qué hacemos con nuestros sentidos reducidos a la visión y con las personas convertidas en imagen plana y el desfasaje temporal entre movimiento de la boca y sonido?

Reconocer las diferencias no es solo la movilización de un sentimiento de melancolía, también es preguntarnos por qué aprendimos sobre nuestros quehaceres en este shock del aislamiento. Qué aprendimos -unas semanas atrás Mariana Luzzi publicó en esta misma sección una reflexión fundamental sobre dar clases virtuales, sobre el modo en que se tejían vínculos y se compartían experiencias-, qué pensamos, qué sabemos que hay de nuevo en ese hacer y no queremos abandonar.

Cuando tenía que comenzar la materia que dictamos, me parecía imposible tolerar la supresión de la presencia, porque sentía que la posibilidad de contagiar un cierto entusiasmo por las lecturas, mostrar un modo de leer críticamente, dar curso al cuerpo a cuerpo con los textos, requería del otro cuerpo a cuerpo que le daba hospitalidad, el que conformábamos con lxs estudiantes. Hubo que pensar mucho y revisar lo que traíamos, también ver cuánto estaba del lado del hábito más que de la necesidad. Un compañero dijo en una zoom-reunión al finalizar la cursada que se sentía mejor docente que antes de comenzar ese proceso y que creía que lo aprendido para realizarlo le servía para la vuelta a las aulas.

Empezaremos un nuevo cuatrimestre, ya confrontades con su realización virtual. Lo que no sabíamos allá por marzo, lo sabemos en agosto. Sabemos que daremos clases virtuales y que las pantallas mediarán nuestro encuentro con estudiantes. Eso, que en tantos sentidos es menoscabo de lo que llamamos clase, en otros es posibilidad de construir la clase con materiales heterogéneos y poner a disposición de les estudiantes una serie de recursos, de imágenes, de textos digitales, de filmes. La Secretaría de Cultura y medios construyó una suerte de catálogo de producciones realizadas por las distintas áreas: programas de UNI TV, podcast de FM La Uni, propuestas del Museo Imaginario y del Museo de la Lengua, registros de actividades culturales. El catálogo es una suerte de mapa, que permite recorrer lo hecho y pensar si puede ser apropiado también para nuestras labores pedagógicas.

Quizás aprendimos a dar clase de otros modos, quizás no. Pero me interesa retener la imagen del aprendizaje, porque una pregunta que no dejamos de hacernos frente a la pandemia y el aislamiento social preventivo y obligatorio es si aprendimos algo. No en el sentido de cumplir con alguna cartilla de conocimientos prevista -los programas de nuestras materias- sino si hay modos de narrar, interpretar y transmitir un aprendizaje social. Poner a disposición un conjunto de interpretaciones y saberes. Tenemos la impresión de que se han revelado de modo inusitado la vulnerabilidad de cada quien (reforzada por la precarización de muchas existencias), el carácter social de la salida (contra la imagen de un individuo responsable, meritocrático y autosuficiente, aparece con claridad la necesidad de políticas públicas y la organización social de los cuidados), pero también la formidable capacidad de los modos de vida contemporáneos -organizados a partir de la lógica del capital- para poner en crisis las condiciones de reproducción de la vida.

La pandemia y el aislamiento ponen de relieve estas cuestiones, pero como hipótesis que están en conflicto con otras, como enunciados que se rozan todo el tiempo, de modo querellante, con otros. ¿O no vemos en las movilizaciones anti cuarentena la exacerbación de esas afirmaciones de un individualismo que se pretende autosuficiente y sacrificial, porque pregona que no todas las vidas importan porque debería primar la lógica de las más fuertes? En una de esas movilizaciones, alguien llevaba un cartel que decía “cuidarse es peronista”. Y si parece una humorada o una cita del poemario Escolástica peronista de Carlos Godoy (extraordinaria pieza de enumeración del mundo entero como peronista, como si aquello que Borges llamó aleph, el punto donde todo podría ser visto, y que muchxs leen como anticipación de la web, en Godoy es sucedáneo de otro universal, el que lleva el nombre de un movimiento político que hace multitud un nombre propio), pero nos desviamos, decía que aunque parezca humorada se trata de otra cosa: de la comprensión de que los enunciados sanitarios no flotan en el aire, sino que se entraman con las discusiones sobre los cuidados, el estado, lo común. Así como solemos adjetivar “neoliberal” como atajo para evitar explicaciones largas, el adjetivo peronista vendría a cumplir la misma función. Un diccionario es, también, la asunción de lugares comunes, de usos remanidos, pero en estas palabras se ve que cada una condensa capas y capas de discusiones. Palabras que no borraron aún -como decía Antonio Gramsci- su carácter metafórico, su evidencia histórica.

Ante cada catástrofe las sociedades suelen preguntarse si están en condiciones de sacar algunas conclusiones refundacionales, que impidan tropezar dos veces con la misma piedra pero sabemos que no hay que excederse en optimismos porque se ha demostrado que no son ni uno ni dos tropiezos sino unos cuántos más y que es probable que salgamos de la pandemia sin ninguna revisión de las condiciones productivas, económicas, sociales, que fungen de condiciones de existencia para que ella ocurra. Pero sin tener optimismo de ningún tipo, sabemos que llamamos porvenir a un campo de posibilidades que resulta de conflictos, apuestas y antagonismos, y que el modo en que logremos narrar y pensar el presente es parte de la apuesta a un futuro posible.

María Pia López

Fotos: Leandro Teysseire

* La nota fue publicada el 25 de agosto de 2020 en la edición de la revista Noticias UNGS

Lunes 31 de agosto de 2020

Al son de la pandemia. Ciencia, predicción, comunicación y decisiones

“La presencia de un gran reservorio de virus similares al SARS-CoV en los murciélagos de herradura, junto con la cultura de comer mamíferos exóticos del sur de China, es una bomba de relojería. La posibilidad del resurgimiento del SARS causado por otros nuevos virus de animales no debe ser pasada por alto, por lo tanto, es una necesidad estar preparados.”

Cheng y col. 2007, Clinical Microbiology Reviews, 20(4), 660-694.

La perspicacia acerca del pasado es una ciencia exacta, dice alguna de las obras de Edward Bloch a propósito de los derivados de la Ley de Murphy. Pero si bien tenemos el diario del lunes, produce un leve escalofrío leer la advertencia proveniente de la ciencia y al mismo tiempo del sentido común más básico y pensar que podríamos haber estado mejor preparados para lo que pasó. ¿O no? En realidad, entre otras cosas me propongo mostrar que, efectivamente, estábamos preparados, y que esa es la razón de que pudiésemos responder con una velocidad nunca vista ante un problema de una magnitud también fuera de la escala habitual.

Ni bien comenzó a extenderse la pandemia de Covid-19 y su síndrome respiratorio, nuevos términos y conceptos invadieron el habla cotidiana, los medios periodísticos, las redes sociales y los despachos de los funcionarios gubernamentales de más de cien países. Muy rápidamente incorporamos conceptos como la “tasa de duplicación”, el “R0”, el “achatamiento” primero y el “amesetamiento” de la curva después; empezamos a hablar de inmunidad, de modelos SIR, de presintomáticos, asintomáticos, incidencia, prevalencia…, en fin, toda una terminología epidemiológica que muchos ni conocíamos. De pronto arreció una nueva pandemia (no tan mortal), pero esta vez de epidemiólogos. Cualquier conductor/a de televisión pasó a hablar con enjundia de sofisticados modelos matemáticos o a evaluar la posible eficacia de diversas vacunas o de pruebas de diagnóstico. Eso sí, cuando hablaban les profesionales de la infectología o de la epidemiología, los mismos periodistas desautorizaban o despreciaban sus opiniones. Pero, ¿de dónde salió todo eso que inundó nuestro espacio comunicacional?

La verdad es que la epidemiología matemática es tan vieja como la epidemiología a secas. Ya en 1760 Daniel Bernoulli propuso un modelo basado en ecuaciones diferenciales para predecir la propagación de la viruela. Ronald Ross trabajó a principios del siglo XX con modelos matemáticos para predecir y controlar la malaria, y Kermack y McKendrick publicaron en 1927 un trabajo donde describen un modelo matemático de una enfermedad infecciosa muy parecido a los utilizados en el modelado de la actual epidemia (que agregan un período de latencia asintomático) y para calcular de manera preliminar el famoso “R” (el número reproductivo básico de la enfermedad). Pero claro, estos desarrollos teóricos venían también de la mano del conocimiento acuñado en el siglo XIX acerca de los agentes infecciosos de las enfermedades. Vale decir que las investigaciones en infectología y en epidemiología siguieron caminos complementarios y mutuamente enriquecedores.

Ante el Covid-19 sacamos a relucir todas nuestras armas probadas, calibradas y afinadas a lo largo que más de un siglo. Armas matemáticas y estadísticas, armas médicas y profilácticas, también armas moleculares e inmunológicas más modernas. El sistema científico mundial se activó velozmente y sacó provecho del conocimiento acumulado, estructurado y ahora rápidamente comunicado y socializado.

Preguntas y ¿respuestas?
Esta explosión de prestigio y de consideración social hacia quienes hacemos ciencia e investigación planteó también varios riesgos y problemas. Uno muy crucial es la creencia popular en que “la ciencia” tiene respuestas para todo, precisas, confiables, exactas. Entonces todo el mundo quería (quiere) saber cuánto va a durar la pandemia, cuándo va a estar lista la vacuna, cuánto vale hoy el R y si es mayor o menor que 1, cuándo llega la “meseta”, a qué distancia viaja el virus en un estornudo, cuánto permanece viable en cualquier superficie y una lista interminable de etcéteras.

Y resulta que la ciencia se construye sobre la base de preguntas, no de respuestas, y que, además, un arte mayor en la investigación es manejarse ágilmente con el error, los errores, la incertidumbre en general. Todo lo que medimos tiene un error de medición, pero además hay errores de estimación, de predicción. Y además cualquier predicción científica, sobre todo hecha a través de modelos matemáticos, comienza con una estructura condicional: “si las condiciones se mantienen, entonces podemos decir que…”. Las ciencias no dan respuestas únicas, ni exactas, ni independientes de las condiciones. Este es quizás el punto más difícil de incorporar para el público y para los comunicadores (y también para quienes deben tomar decisiones y pagar los costos políticos por esas decisiones que toman). Ser asesor gubernamental no es una situación envidiable ni cómoda en este momento, pero ser funcionario/a es peor.

Pero, para colmo de males, muchos funcionarios se contradicen a sí mismos todo el tiempo, probablemente fruto de la tensión de la situación. Entonces, nos dicen que lo que hacemos hoy se reflejará en la dinámica de la enfermedad dentro de diez o quince días, pero si hoy hay una ruptura del aislamiento y mañana sube el número de casos consideran que una cosa es consecuencia de la otra; nos dicen que no hay que mirar los datos diarios sino las tendencias a largo plazo, pero festejan cuando los nuevos contagios bajan un día, e incluso afirman que “la curva se está amesetando”, declaración que queda desmentida al día siguiente por un nuevo repunte de casos reportados. Y no sólo los funcionarios hacen eso, ¡los científicos también! Un poco emborrachados por el éxito de público y las luces de las cámaras, olvidan que muchas conclusiones de los trabajos científicos son solo nuevas hipótesis, un poco más avanzadas que las previas. Y así aparecen quienes “predicen” cuándo se va a producir “el pico” usando modelos dudosos, flojos de papeles, o directamente derivados de análisis de big-data que predicen bien o mal los rebrotes de contagios con una impresionante eficiencia de más o menos el 50%. Quien quiera entretenerse puede hacer una colección de pronósticos fallidos en estos últimos seis meses, que por suerte pasan al olvido habida cuenta de lo desgraciado de la situación.

¿Entonces qué?
Entonces parece una buena oportunidad para evaluar el grado de responsabilidad con que la gente se toma las cosas. Hemos visto gobiernos que asumieron seriamente la cuestión de la pandemia y su posible costo en vidas humanas (nada menos), y que tomaron decisiones, tal vez no perfectas, pero responsables, sopesando sus ventajas, su eficiencia, su viabilidad. Y que confiaron y confían en equipos técnicos multidisciplinarios que, entre otros muchos méritos, no subestiman la complejidad del problema, pero tampoco esquivan su responsabilidad. Y paralelamente hemos visto gobiernos y gobernantes irresponsables e ignorantes que no parecen tener ningún problema en llevar adelante políticas que literalmente condenan a muerte a decenas o cientos de miles de compatriotas.

Y hemos visto periodistas que intentan aprender, entender, preguntar, informar seria y sinceramente lo que se hace en investigación, lo que pasa con la epidemia y lo que pasa en muchos lugares y muchos sectores sociales por culpa de la situación que la epidemia genera. Mientras tanto, también hay periodistas que argumentan falazmente, promocionan el consumo de venenos o niegan un problema que le acontece ¡a toda la humanidad al mismo tiempo!

Y vemos científicos y científicas que trabajan sin parar, estudiando además lo que sus colegas hacen en todo el mundo, para aportar elementos de posibles soluciones, paliativos, alarmas, cuidados. Sin que les importe demasiado el reconocimiento, o la posibilidad de acumular laureles académicos; sin que les desvele el financiamiento o la prioridad de los descubrimientos. Mientras hay también quienes “chapean” con la ciencia, se dan codazos para ver quién sale primero con la novedad o con el pronóstico, sin importarles demasiado qué consecuencias tenga todo eso en la sociedad y en la propia credibilidad de la ciencia.

Estamos en un momento de emergencia inédito, único, global, en el cual el peso de la palabra es enorme y la responsabilidad que tenemos todes en el ejercicio de la comunicación es extrema. Ya sabemos con qué facilidad se propagan noticias falsas, muchas veces con más repercusión que las verdaderas. Es en parte lógico, porque la verdad suele ser un poco más complicada y desalentadora que la fantasía o la mentira. Quienes detentamos responsabilidades educativas tenemos en nuestras manos material sensible y el imperativo ético de trabajar denodadamente por mejorar la comprensión del problema, por comunicar en forma comprensible sin trivializar el contenido, de establecer puentes que permitan transformar preocupaciones y angustias en reflexiones y acciones útiles. Útiles en términos de supervivencia y en términos de solidaridad. Es bueno mantener el ánimo pero muy peligroso negar las evidencias y los riesgos. En este sentido, las respuestas institucionales del sistema universitario argentino pasarán a la historia grande.

Y una vez más, como cuando hubimos de enfrentar enemigos de otra laya (y de otro nivel de organización, distinto al viral), las respuestas colectivas de nuestra sociedad pueden hacer para muchos la diferencia entre la vida y la muerte.

Fernando R. Momo

* La nota fue publicada el 25 de agosto de 2020 en la edición de la revista Noticias UNGS

Lunes 31 de agosto de 2020

Cómo actualizar las jubilaciones: un debate que vuelve una y otra vez | Danani y Rottenschweiler en La Nación

Por razones "históricas, sociales y legales", los salarios tienen que estar en la fórmula, opinan Claudia Danani y Sergio Rottenschweiler, investigadores del Instituto del Conurbano y del Instituto de Ciencias de la UNGS. Danani, politóloga, y Rottenschweiler, economista, fueron consultados reciente por el diario La Nación en relación a la manera en que en cómo se debería actualizar el valor de las jubilaciones y pensiones.

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La Nación | 30 de agosto de 2020
Cómo actualizar las jubilaciones: las claves de un debate que vuelve una y otra vez

Lunes 31 de agosto de 2020

La vida en pandemia | Carla del Cueto en Clarín

Consultada por el diario Clarín, la socióloga Carla Del Cueto, investigadora docente del ICI, habla sobre varios conceptos para pensar la cuarentena.

Del Cueto y Nicolás Viotti, que elaboraron en conjuntos las respuestas, dicen que cometemos microevasiones, “gestos que implican, no tanto renunciar a la norma oficial como negociar algún aspecto o criterio con ella”. Aunque valoremos el "quedate en casa”, surgen “pequeños ilegalismos” que ponen de manifiesto un código propio con el que nos vamos justificando. Somos autoindulgentes y pendulantes. Nos acercamos y alejamos de las normas impuestas.

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Clarín | 29 de agosto de 2020
La vida en pandemia

Lunes 31 de agosto de 2020

Recomendaciones para acompañamiento de pacientes terminales con covid-19

El Foro de Sociedades Científicas Argentinas, de Organizaciones de la Sociedad Civil y de Universidades, entre ellas la UNGS, que impulsa el Ministerio de Salud, ha elaborado un documento con recomendaciones para el acompañamientos de pacientes terminales y también para casos excepcionales, como mujeres en trabajo de parto, menores de edad, o personas con problemas mentales, autismo o discapacidad.

El objetivo del documento es "establecer lineamientos para facilitar y promover el acompañamiento de pacientes con COVID-19 en situación de últimas horas/días de vida y de grupos excepcionales de pacientes con COVID-19, a fin de garantizar condiciones de dignidad en el proceso de final de vida. Ambos grupos constituyen dos situaciones diversas que deben contemplarse con sus particularidades".

Elaborado por académicos y funcionarios vinculados a la salud de distintas especialidades, el documento reúne distintas consideraciones y recomendaciones tanto para pacientes, como para sus familias y también  de contención para los equipos de salud. “Hay consenso en que, a pesar de las circunstancias a las que fuerzan una infección con tan alta contagiosidad y letalidad que obligan a la adopción de medidas muy estrictas para prevenir la transmisión de este virus, se deben implementar estrategias que habiliten entornos más compasivos en el morir, como parte de la auténtica calidad asistencial”, explican los especialistas en el documento.

Algunas de las consideraciones que incluye el documento:

El documento completo se encuentra disponible a continuación: Recomendaciones para el acompañamiento de pacientes en situaciones de últimos días/horas de vida y para casos excepcionales con covid-19

Lunes 31 de agosto de 2020

Falleció un joven del Centro de recepción de menores de Malvinas Argentinas

Desde hace un tiempo, FM La Uni viene realizando un seguimiento de diferentes hechos que vienen aconteciendo dentro del Centro de recepción y contención ubicado en Pablo Nogués: el fallecimiento de un trabajador por COVID-19, contagios masivos, un motín. Ahora la información involucra el fallecimiento de un joven.

El pasado viernes, trabajadores del Centro encontraron a dos jóvenes ahorcados; uno de ellos falleció y el otro pudo ser rescatado.

Hace meses los trabajadores del espacio reclaman por mejoras, implementación de protocolos, testeos y que se declare la emergencia sanitaria en el lugar, ya que gran parte de los trabajadores contrajeron COVID-19 y  todos los jóvenes que fueron testeados dieron positivo al hisopado.

Antonio González, docente y trabajador del Centro de Recepción, dialogó con la emisora universitaria y relató  lo sucedido: "El día 28 de agosto, los docentes del Centro de recepción de menores de Pablo Nogués, nos enteramos del fallecimiento de un interno, Lucas Agustín Soraire, de 17 años, que falleció por ahorcamiento,  se suicidó y otro joven más fue rescatado gracias al rápido accionar de los asistentes del centro y en la actualidad se encuentra hospitalizado. Esa situación dramática que se está viviendo en el centro es otro capítulo más de la desidia estatal y del abandono de las instituciones, con los jóvenes y con los trabajadores del centro. Desde el inicio de la pandemia que se viene denunciando la falta de elementos de higiene y se produjo un contagio masivo de jóvenes, asistentes y de personal que trabaja en el centro. Los docentes no estamos dando clases presenciales por toda esta situación, pero nos solidarizamos con nuestros compañeros y hacemos llegar nuestra solidaridad, nuestra preocupación y la exigencia a las autoridades para que tomen cartas en el asunto. Hace un par de semanas tuvimos que lamentar el fallecimiento de Jorge Roitman, uno de los asistentes, a los pocos días y después de realizarse varios hisopados, todos los que se realizaron en esa ocasión dieron positivo lo que generó un motín dentro del centro. Cómo se ven no son hechos aislados, sino que son capítulos que demuestran la desidia estatal y el abandono de persona que el Estado está cometiendo con los trabajadores y con los chicos que están ahí".

 

A continuación, la nota completa:

Lunes 31 de agosto de 2020

La firma del convenio entre la UNGS y PAMI en los medios

El martes 25 de agosto firmó un convenio de cooperación entre la UNGS y el Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados (PAMI) con la finalidad de impulsar el Programa de Universidades para Adultos Mayores Integrados (UPAMI), a través de la modalidad virtual.

Varios medios de comunicación publicaron notas sobre la firma de este convenio, que se transmitió por el canal oficial de youtube de la UNGS.

Diario PH | 27 de agosto de 2020
UNGS y PAMI dictarán cursos para adultos mayores

Tiempo de Tortuguitas | 26 de agosto de 2020
Convenio entre la UNGS y el PAMI para dar cursos a adultos mayores

El Diario de Malvinas | 26 de agosto de 2020

Firma de convenio entre la UNGS y PAMI

En Orsai | 24 de agosto de 2020
Firma de convenio entre la UNGS y PAMI para brindar cursos destinados a adultos mayores

Agencia Popular de Comunicación | 25 de agosto de 2020
Universidad para adultos, un convenio entre PAMI y la UNGS

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