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El Partido Conservador de la Provincia de Buenos Aires ¿el fraude de las masas?

Matías Bisso

A pesar de que buena parte de su personal político y sus componentes ideológicos y facciosos pueden rastrearse desde los años noventa del siglo XIX, el Partido Conservador de la Provincia de Buenos Aires nace con ese nombre, y como agrupación permanente, en 1908. Si bien originalmente surge con la pretensión de superar el liderazgo de Marcelino Ugarte, él terminaría siendo su máximo referente desde 1912 hasta su ocaso político personal posterior a 1917. Tras ese momento se mantuvo como oposición a los gobiernos provinciales del radicalismo, y volvió al ejecutivo de la provincia entre 1931 y 1943, ya como expresión bonaerense del Partido Demócrata Nacional. Desde su constitución hasta la irrupción del peronismo, el partido protagonizó junto al radicalismo la pelea de fondo de la política bonaerense, de la que los socialistas sólo fueron un distanciadísimo tercero en discordia.

A pesar de la centralidad que el partido tuvo en la pugna por el poder político en el primer Estado argentino por más de tres décadas, la organización apareció bastante sub-dimensionada en la bibliografía histórica hasta que, recientemente, el libro de María Dolores Béjar y trabajos como los de María Inés Tato (como el incluido en este libro) y otros citados en la bibliografía comenzaron a tapar ese bache historiográfíco. El ya clásico libro de Richard Walter (1987) fue una de las pocas excepciones anteriores a este redescubrimiento reciente. Durante largo tiempo, la falta de estudios profundos sobre el partido fue reemplazada por una estigmatización en la cual el partido aparecía simplemente como el continuador del fraude notabiliar del Orden Conservador, mantenido en la provincia hasta la intervención federal de 1917 y retomado después del golpe de 1930 y hasta el de 1943. Dicha mirada lo ubicaba además, como herramienta política de las clases terratenientes y de claro rasgo aristocratizante.

No pretendo negar que esos componentes oligárquicos se encontraran presentes en la estructura partidaria, tanto en términos de staff político como de intereses representados por la organización. Lo que me sí parece imprescindible es bucear más profundamente en diversos aspectos que dan cuenta de la complejidad de un partido político con un sinnúmero de matices, esquivando la tentación de reproducir las visiones estigmatizadas que durante varias décadas hegemonizaron las miradas de la historia política. Podremos de esta manera enriquecer el análisis sobre el Partido Conservador en particular y el escenario político general de la provincia por esos años.

Arriesgando una hipótesis, podemos decir que la galvanización de aquella imagen del Partido Conservador bonaerense puede atribuirse, entre otras cuestiones, a la descripción que las historias militantes del radicalismo y de otros sectores políticos hicieron de él. En esa visión radical se forjaba una imagen del conservadurismo como una agrupación minoritaria y antipopular, sostenida exclusivamente por el fraude y que operaba electoralmente sólo en base a prácticas clientelares y prepotentes. Octavio Amadeo, dirigente conservador y hombre de confianza de Ugarte, se quejaba de esto en fecha muy temprana, afirmando irónicamente:

“Somos los hombres del antiguo régimen, vale decir, los réprobos. Todos los pecados de Israel se purgan sobre nuestras cabezas… Somos el pasado, lo conocido, lo gastado. Hemos desvirtuado la carta, conculcado el sufragio, e interrumpido la revolución de Mayo” (Amadeo,1916:199).

De alguna forma estas visiones, que podemos encontrar por ejemplo en los textos clásicos de Del Mazo (1976) y Torres (1973), quedaron congeladas en el tiempo porque luego de 1943, mientras esos relatos continuaban apareciendo y seguían siendo reivindicados por los radicales, no hubo (salvo alguna excepción aislada) respuesta por parte de los conservadores que percibían que su identidad política estaba agonizando, para ser luego licuada por la irrupción peronista (en alguna oportunidad, la doctora María Dolores Béjar me ha hecho referencia a sus dificultades para lograr que en entrevistas personales Vicente Solano Lima, Ministro de Gobierno de Manuel Fresco, accediera a referirse a ese tramo de su carrera política, prefiriendo hacer hincapié siempre en los momentos posteriores a su acercamiento al peronismo).

No sólo casi no hubo relatos militantes conservadores después de 1943, sino que además los autores identificados con esa corriente prefirieron en general escribir sobre la edad de oro del conservadurismo argentino, el de la generación del 80 y el auge del modelo agroexportador. Reivindicar esa época era más cómodo y menos polémico, con figuras aceptadas en el panteón de los próceres nacionales y provinciales. El fraude estaba más naturalizado de los tiempos del Orden Conservador, un período que por otra parte también viene siendo resignificado en cuanto al estudio de sus prácticas políticas por Hilda Sábato (2004) y otros. Pueden señalarse como excepción a esta falta de respuesta conservadora, aunque mucho más recientemente, los trabajos de Roberto Azaretto (1983). También han contribuido a este tipo de visiones, trabajos más recientes, pero que han elegido dar cuenta del escenario político como reflejo de estructuras sociales, económicas o de clases, cayendo a menudo en posturas simplistas o reduccionistas. Este tipo de visiones que podemos ubicar paradigmáticamente en trabajos como los de Rodolfo Puiggrós (1986) y Peter Smith (1983), o más recientemente Waldo Ansaldi (1993), analizaron a los partidos políticos, como bien señala De Privitellio (2004), a partir de esquemas preconcebidos de lo que los partidos debían ser o debían reflejar, más que a través de las formas que efectivamente tomaron.

La idea de este trabajo es señalar diversas cuestiones que deberíamos tener en cuenta para relativizar esa imagen estigmatizada del Partido Conservador de la Provincia de Buenos Aires (en adelante, PCBA. Para ello proponemos un punteo de cuatro aspectos que nos parece relevante tener en cuenta a la hora de trabajar sobre el PCBA. Algunas de estas ideas ya están presentes en los trabajos más recientes sobre el partido, pero nos parece interesante enumerarlas en forma explícita.

1-El PCBA era un partido moderno

Al menos lo era en un porcentaje importante, si tomamos las características que Eric Hobsbawm (1988) presenta como típicas de este tipo de partidos en el marco de la democratización de la política de fines del siglo XIX:

-Estaba constituido a partir de un conjunto de ramas y organizaciones locales nucleadas en torno a un partido con objetivos más amplios. Los dirigentes, funcionarios y caudillos locales se sentían parte de una estructura mayor, de la que participaban activamente a través de asambleas periódicas para elegir candidatos y tomar decisiones importantes. Esta pertenencia aparecía incluso en sus disidencias y fracturas, las cuales se daban exclusivamente en las elecciones legislativas, en las cuales la dispersión de fuerzas era menos costosa en términos políticos, y no en las elecciones gubernativas en las cuales, siempre se privilegió la necesidad de sumar a una fórmula única del partido. La única salvedad que deberíamos hacer aquí, que es relevante pero no alcanza para impugnar el razonamiento, es que la integración de los conservadores bonaerenses nunca pudo a su vez replicarse en el nivel nacional, siendo este un debe que los conservadores argentinos siempre mantuvieron a pesar del fallido intento del Partido Demócrata Progresista desde 1916 y del, algo más sólido, Partido Demócrata Nacional a partir de 1931

-Era una organización ideológica, en el sentido que superaba el sentido meramente personalista o de defensa de intereses muy concretos y corporativos. No estaba creado alrededor de la figura de un notable. Todos sus liderazgos fueron efímeros y de hecho, ninguno de sus gobernadores logró cumplir su mandato completo: en el caso de Ugarte a causa de una intervención de otro signo partidario, en los casos de Martínez de Hoz, Fresco y Moreno como consecuencia de disidencias internas, y en el caso de Barceló ni siquiera llegó a asumir (Béjar 2005:15). Al hablar de organización ideológica no haciendo referencia a un ideario totalmente sistemático, sólido y cerrado. Su posicionamiento ideológico transitó por los ambiguos senderos de la combinación liberal-conservadora pero eso no inhibe, casi más bien que refuerza, la consideración hecha, ya que los partidos modernos (especialmente aquellos que no tienen un origen clasista) tienden a mantener ideologías amplias y lo suficientemente flexibles como para atraer la mayor parte de un electorado masivo y heterogéneo (sobre la ideología liberal del conservadurismo argentino, cfr. el artículo de Tato en este libro).

-Tenía una capacidad de movilización de masas que excedía lo local y regional. Aunque nuevamente debemos hacer la salvedad de estar hablando de un partido provincial que nunca terminó de integrarse acabadamente en un sistema mayor, la extensión, población y heterogeneidad de la provincia de Buenos Aires, da cuenta de que el modelo de movilización política y electoral, aunque se basara en liderazgos y brokers locales (al igual que el radicalismo y el socialismo), excedía con mucho el viejo esquema notabiliar del siglo XIX.

2-El PCBA demostró una alta capacidad, rapidez y aceptable efectividad al adaptarse a las reglas de juego de la democracia de masas

Al igual que muchos partidos de derecha en la época de la democratización política en occidente, el PCBA percibió la generalización del sufragio universal (en Argentina el esquema de competencia política surgido de la reforma Sáenz Peña) como un mal inevitable, al que había que adaptarse. Nunca hizo suya la bandera de la transparencia electoral (salvo en los momentos que le tocó ser oposición, y de manera no muy convincente) pero a partir de la reforma electoral se preparó para competir en el marco de las nuevas reglas de juego. Las posturas que pretendieron constituir modelos nuevos de democracia (por ejemplo de corte corporativista) existieron, pero generalmente fueron minoritarias en el partido y nunca estuvieron en condiciones de presentarse como la línea política hegemónica del PCBA. Lo que sí ejerció el partido en forma habitual fue el fraude sobre estas formas de la democracia representativa, pero no siempre con la misma fuerza ni la misma incidencia en los números electorales finales.

Sus actuaciones electorales durante la época fueron variadas en cuanto a condiciones y resultados, pero siempre fueron respetables. Podemos ubicar una primera etapa desde la sanción de la ley Sáenz Peña hasta la intervención federal de 1917. Durante ese período, los radicales mantuvieron la abstención de participar de las elecciones estrictamente provinciales. Las mismas se regían por lo que Melón Pirro (1994) denominó “La ley Sáenz Peña de Ugarte”, y que a pesar de las protestas de los radicales, no difería demasiado en espíritu de la reforma nacional, más allá de la polémica decisión de imponer el límite de edad para los votantes en los 21 años y no en los 18. La abstención radical nos dificulta tomar esas elecciones como referencia de la relación de representatividad de ambas organizaciones políticas. Sin embargo en ese mismo período existieron dos procesos electorales, las legislativas nacionales de 1914 y las presidenciales de 1916, que al ser regidas por la normativa nacional sí contaron con la presencia de la UCR. En ambas, y en condiciones de relativa limpieza electoral, el PCBA venció en las urnas. En 1914, elecciones a diputados nacionales, obtuvo aproximadamente 62.700 contra 58.500, y en las presidenciales de 1916 92.000 contra 85.000.

La etapa siguiente es la que sucede a la intervención federal a cargo de José Luis Cantilo, decidida por el presidente Yrigoyen, y que cumple con eficacia la misión de desarmar la maquinaria electoral del ugartismo, y eventualmente construir una nueva al servicio del radicalismo. A partir de aquí la provincia se convirtió en un bastión yrigoyenista, pero el caudal electoral del PCBA no se licuó. A pesar de verse disminuido en sus performances, mantuvo resultados importantes, e incluso localmente victoriosos. De una aplastante derrota en 1918, pero en la que aún así el PCBA mantuvo más del 35% de los votos, se pasó a una elección gubernativa en 1922 donde el partido fue superado por solamente algo más de 10 puntos porcentuales. Para 1929 la diferencia subió al 16%, manteniéndose aún dentro de un caudal más que respetable de votos. Está claro que estos números, que pueden aparecer como aceptables, no lo eran para los propios conservadores, que los veían principalmente como derrotas presentes mucho más que como potencialidades a futuro (de hecho su mejores performance de la época desataron una crisis que desencadenó la decisión de no presentarse a las elecciones gubernativas de 1925).

3-Fraude y masas no aparecían como incompatibles en el esquema de prácticas políticas del PCBA

Como vimos la democracia representativa no parecía ser un problema para los conservadores bonaerenses en términos principistas ni prácticos. A riesgo de ser algo simplista podríamos afirmar que su gran problema era que los radicales siempre le ganaban. El dilema que se les presentaba era la incompatibilidad muy fuerte entre un sistema como el democrático-representativo, del que no se enamoraron pero que aceptaron y manejaban más que razonablemente bien, con su profunda identificación como partido de gobierno. El PCBA estaba más preparado para ser oficialismo que para ser democrático, y por eso, a pesar de mantener performances electorales más que aceptables incluso en tiempos de elecciones limpias, las mismas carecían de valor al no alcanzar para acceder a la conquista del poder provincial. Para superar esta situación es que nace el nuevo fraude que podríamos caracterizar como “fraude de masas”. El fraude llevado a cabo por un partido preparado para participar de elecciones masivas, pero que no llegaba a generar suficientes adhesiones como para superar a los radicales. Es el fraude de un momento en el que ya está presente en la población la cultura de la movilización electoral y ya no hay margen para un fraude administrativo y más descarado del simple dibujo de números.

¿Por qué llamarlo “de masas”? Porque el PCBA estaba preparado para cumplir todos los requisitos de participación en una elección masiva: desarrollo político sobre todo el territorio provincial, red de locales partidarios y dirigentes en las localidades, afiliación masiva y capacidad de movilización política, etcétera. El fraude aparece como complemento de esta actividad partidaria, y como consecuencia de que el piso logrado de esa manera no alcanzaba para vencer al radicalismo. Dicha capacidad de movilización electoral queda demostrada en el hecho de que, con o sin limpieza electoral, y desde el gobierno o desde la oposición, los resultados electorales del PCBA nunca fueron desastrosos en ninguna de las secciones electorales de la provincia. Lo que debió modificarse en el marco de la vigencia de la reforma saenzpeñista es la forma del fraude para incluir prácticas que fueron utilizadas durante mucho tiempo en elecciones de diversos ámbitos y que no son desconocidas actualmente: voto en cadena, urnas trampeadas, falseamiento de identidad y/o domicilio, y otras más relacionadas con lo que actualmente el sentido común ubicaría como clientelismo y que no son estrictamente formas de fraude. En todos los casos complementaron y no sustituyeron la movilización masiva del electorado por parte del PCBA.

4-En el PCBA existía un componente plebeyo que no puede ignorarse

El carácter masivo de la militancia del PCBA necesariamente nos obliga a repensar la caracterización habitual que se ha hecho de los conservadores. La existencia de multitudes conservadoras no es compatible con la imagen de un origen social exclusivamente alto de sus componentes, y aunque esto pueda resultar obvio desde el simple razonamiento de la cantidad (los terratenientes no podían contarse por decenas de miles), merece la pena ser subrayado y ejemplificado. Es sintomático que cuando los radicales querían minimizar las movilizaciones conservadoras, afirmaban que no contaban con gran afluencia de público, pero que además la concurrencia se completaba con un gran número de “turcos, mujeres, niños” y personajes “de los bajos fondos”. Este tipo de caracterizaciones, sin duda exageradas en el marco de la disputa política, era mucho más frecuente que aquellas que critican a los conservadores por oligarcas.

A pesar de no ser el período que más he analizado, las mejores fuentes gráficas que pude ver sobre este tema, por variedad, cantidad y calidad, son las fotos de las movilizaciones fresquistas de los años 30. Las imágenes reproducen multitudes entusiastas que no son diferenciables de expresiones equivalentes de partidos considerados populares. Nada, más que el prejuicio, puede hacernos afirmar que no existía en el PCBA un componente plebeyo y popular, al menos en alguno de los múltiples usos que se le puede dar a este último término. Desde ya que esto no es óbice para admitir que también en el seno del mismo se encontraban personajes de la más rancia estirpe terrateniente y patricia de la provincia, pero lo mismo puede decirse del radicalismo. A lo sumo se podrá establecer un matiz de mayor presencia en uno que en otro partido, pero en un sentido más cuantitativo que cualitativo, como muestra Marcela Ferrari (2008). Además sabemos que esta heterogeneidad de orígenes sociales también se reflejó en los niveles dirigenciales, ente los cuales había hombres que se ganaron su lugar a partir del manejo de las situaciones locales, sin ninguna pertenencia previa a la élite. No puede negarse al menos una tensión entre el staff más notabiliar y el componente plebeyo, expresado tanto en el conservador raso, adherente o militante como en la línea de dirigentes locales, legitimados por su actividad política a nivel municipal y seccional.

Conclusiones

 

El objetivo de esta presentación es aportar elementos para matizar lo que ha sido tradicionalmente una imagen estereotipada del Partido Conservador de la Provincia de Buenos Aires, como partido oligárquico y notabiliar, resabio del escenario político del Orden Conservador y cuyo protagonismo se habría mantenido exclusivamente a través de las prácticas políticas deshonestas del fraude electoral. Debo aclarar que lo expuesto no debe entenderse como una negación de algunas características ideológicas del partido conservador que lo ubican en el campo de las derechas (cosa que los propios conservadores jamás negaron, por otra parte). El PCBA sostenía un ideario que reivindicaba una sociedad jerárquica, tradicionalista y sin mayor voluntad de redistribuir más equitativamente bienes materiales, ni derechos, ni oportunidades (a pesar de que en la práctica, la dinámica de su carácter plebeyo a veces le insuflara aires populistas). El matiz que pretendo señalar tiene más que ver con las formas de sus prácticas políticas y su componente dirigencial y militante.

Asímismo también aclaro que lo expuesto no es aplicable necesariamente a las expresiones conservadoras de otras provincias argentinas, en su mayoría formadas al calor de sociedades menos multitudinarias, modernas y heterogéneas que la bonaerense (aunque eso no significa dejar de revisar también en esos casos la imagen que nos hemos hecho de ellas).

La mayoría de los trabajos que han tratado el tema en los últimos años comparten, explícita o implícitamente, esta necesidad de reconsiderar la caracterización del PCBA, que nosotros hemos elegido basar en cuatro elementos:

-la inclusión indudable del partido conservador en la categoría de partido moderno.

-la gran capacidad del PCBA para adaptarse a las reglas de juego de la democracia de masas.

-las prácticas fraudulentas llevadas a cabo por el partido no impugnan las dos consideraciones previas, ni el carácter masivo (aunque no habitualmente mayoritario) de la adhesión popular al mismo.

-la consideración de los componentes plebeyos del PCBA.

El espíritu exploratorio e innovador de este taller de discusión me permite mezclar cuestiones que ya han sido trabajadas con cierta profundidad con otras que ameritarían un desarrollo mayor, en el marco de afirmaciones que aún tienen bastante de audaces. Sin embargo en cuanto al nudo del problema – la necesidad de revisar la imagen estigmatizada del PCBA- no me caben dudas de su pertinencia en el marco de la renovación de la historia política argentina. Dicha renovación se ha venido dando a través de miradas que se animan a revisar prejuicios y consideraciones consolidadas hace tiempo, pero que no necesariamente daban cuenta de lo complejo, rico y variopinto de los escenarios políticos. Este punteo realizado con respecto al Partido Conservador bonaerense pretende ser un aporte en ese sentido.

¿Cómo citar este artículo?

Bisso, Matías, “El Partido Conservador de la Provincia de Buenos Aires ¿el fraude de masas?”, en Bohoslavsky, Ernesto y Echeverría, Olga (comps.) Las derechas en el Cono sur, siglo XX. Actas del tercer taller de discusión. Los Polvorines, Universidad Nacional de General Sarmiento, 2013. E-book

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