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La derecha católica y la educación durante la última dictadura. Cuestiones en torno al problema de las fuentes y de la clasificación del “mundo católico”

Laura Graciela Rodríguez – CONICET/UNGS/UNLP

Hace unos años comencé a investigar el tema de la política educativa de la última dictadura, las trayectorias de los funcionarios de la cartera y sus vínculos con el “mundo católico”. Al momento de seleccionar el objeto de estudio, opté por abordar estas cuestiones a partir del análisis de dos Ministerios de Educación: el de provincia de Buenos Aires y el de Cultura y Educación de Nación. En esta oportunidad, me referiré a mis investigaciones sobre el segundo.

En base a las lecturas realizadas sobre el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional, me interesaba seguir la hipótesis de varios investigadores del período, que postulan que el gobierno dictatorial logró producir cambios profundos e irreversibles pero, al mismo tiempo, no pudo concretar varios de sus objetivos más ambiciosos o éstos debieron ser revisados a causa de los múltiples conflictos que se dieron al interior de la Junta Militar, entre los militares, y entre éstos y los civiles que integraban el gobierno (Sidicaro, 1996; O´Donnell, 1997; Oszlak, 1991; Vezzetti, 2002; Novaro y Palermo, 2003; Quiroga, 2004; Pucciarelli, 2004; Aguila, 2008). Según otros autores, uno de los proyectos más exitosos en términos de modificar estructuralmente la economía y sobre el cual existió más controversia, fue el plan económico de José Martínez de Hoz. (Schvarzer, 1986; Aspiazu, Basualdo y Khavise, 1986; Heredia, 2004; Canelo, 2008).

Respecto a los trabajos que existían en ese momento sobre educación y dictadura, tenían en común el análisis casi exclusivo de la letra de la normativa y la preocupación por evaluar los resultados más que los procesos, adonde el estudio de las gestiones individuales de los ministros y de los funcionarios de menor rango, estaban puestos en un segundo plano (Tedesco, Braslavsky y Carciofi, 1983; Tiramonti, 1989; Pineau, 2006).

Sobre la relación de los católicos y la educación, había trabajos que miraban dos cuestiones: la influencia del integrismo católico en los programas de las carreras de ciencias de la  educación de distintas universidades públicas, como las de Rosario, Entre Ríos, San Juan y La Plata (Doval, 2003; Fillipa, 1997; Paso, 2008); y otros estudios que mostraban cómo se profundizaron los contenidos de tipo católico en la materia para el secundario denominada “Formación Moral y Cívica” y sus correspondientes manuales (Privitellio, 2004; Kaufmann, 2006; Kaufmann y Doval, 2006; Alonso, 2007).

Si bien las conclusiones de todos estos autores son sugestivas y contienen un diagnóstico bastante acertado de lo que había ocurrido al final del Proceso, a mi me interesaba más realizar un estudio de la micro política y reconocer con mayor profundidad cómo funcionó el Estado dictatorial “desde adentro” (Bohoslavsky y Soprano, 2010), siguiendo algunas de las ideas que plantea Oscar Oszlak respecto a la burocracia estatal (Oszlak, 2006).
En base a lo dicho hasta aquí, comentaré a continuación cómo fui construyendo el objeto, reflexionando sobre algunos de los problemas que fueron surgiendo a medida que avanzaba mi investigación. En el primer apartado me voy a referir al uso de las revistas como fuente y explicaré qué aportaron a la investigación y qué nuevos problemas se abrieron a partir de su lectura. En particular, me detendré en el problema de la clasificación de los actores, esto es, ante un amplio panorama de personas vinculadas al “mundo católico”, se hacía necesario identificar los liderazgos y los diversos grupos en los que se dividían, ya que el material empírico mostraba que ellos se consideraban diferentes entre sí y esto tenía consecuencias en los discursos que pronunciaban y los lugares en los que actuaban. Ante este dilema, opté por identificarlos en nacionalistas y conservadores. En los siguientes apartados desarrollo más extensamente estas ideas. En la segunda parte menciono algunas características de los nacionalistas católicos, sus relaciones con el gobierno y los temas sobre los que escribían. En la tercera, veo a los católicos conservadores, su inserción en la cartera educativa y sus preocupaciones en relación a la educación. Por último, me referiré a los católicos del Opus Dei y sus vínculos con los ministros.

La prensa católica y el problema de la clasificación de los actores

En una primera etapa de la investigación, realicé una revisión exhaustiva de los diarios nacionales de la época y de toda la normativa del Ministerio. En un segundo momento decidí analizar la prensa católica, aunque no sabía muy bien por dónde empezar. Leyendo un texto sobre la última dictadura que tocaba muy tangencialmente mi tema, encontré citada la revista Cabildo de los nacionalistas católicos. Otros estudios sobre la derecha argentina también postulaban el peso que habían tenido los nacionalistas en el gobierno del Proceso, por lo que me puse a buscar esa publicación. La revista resultó muy difícil de conseguir en las bibliotecas y hemerotecas públicas, por lo que debí rastrearla en librerías de usados hasta que por fin di con la colección completa.

Volví a leer las investigaciones que sobre Cabildo habían hecho Jorge Saborido  (2004, 2005 y 2008) y Patricia Orbe (2008 y 2009) y comprobé que aún faltaba estudiar la relación de los nacionalistas con la educación. Revisando la revista completa, observé cosas muy interesantes, pero en un principio me pareció que este grupo no tenía ninguna relación con mi objeto de estudio, que eran los funcionarios y la política educativa del Proceso. Lo cierto es que los nacionalistas se dedicaban a criticar duramente a casi todos los ministros del área. De hecho, uno de sus números fue cerrado por Videla, al que denunciaban por no ir a fondo con la represión.

De todos modos, la lectura de Cabildo me llevó a otra publicación con la que habían sostenido una resonada polémica, el periódico del Consejo Superior de Educación Católica o CONSUDEC. Encontré en archivos del Ministerio de Educación de Nación y de la provincia de Buenos Aires la colección completa del periódico Consudec  sin mayor dificultad, lo que era todo un dato en sí mismo y hablaba claramente de la relación de los funcionarios de educación con los colegios católicos. A partir de la lectura detenida y minuciosa, número por número desde que se creó el periódico, en 1963, hasta 1983, pude reconstruir una enorme y heterogénea red de católicos ligados a las escuelas y las universidades y que habían participado, ellos sí, en el Ministerio de Cultura y Educación ocupando altos cargos. Constaté además una continuidad bastante importante entre las políticas y las personas que participaron en la dictadura anterior conocida como “revolución argentina”. Identifiqué que casi todos ellos habían sido altos funcionarios del Ministerio del gobierno de facto del general Juan Carlos Onganía, abandonaron la gestión luego de un frustrado intento de reforma educativa que fue de 1968 hasta 1972, y que reaparecieron nuevamente para integrar el gabinete en marzo de 1976.

El Consudec además, publicitaba otras revistas y eventos que me llevaron a leer Revista Estrada. La RE fue fundada por la editorial Ángel Estrada en los años sesenta, sus columnistas habían apoyado decisivamente la reforma de Onganía, luego cerraron la publicación y reaparecieron en plena dictadura, transformándose en la tribuna de los católicos en el gobierno y de los nacionalistas. Estas tres revistas católicas me condujeron a la lectura de varias más, como Verbo, que era una publicación del grupo “Ciudad Católica” fundado por un francés pro nazi muy vinculado al grupo Cabildo (Selser, 1973; Scirica, 2006; Verbitsky, 2006; Ranalletti, 2009). Otra importante revista donde participaban activamente era Mikael. Fue creada en 1973 por monseñor Adolfo S. Tortolo, el rector del Seminario de Paraná, en la provincia de Entre Ríos y desde 1975 recibía subsidios del CONICET. Tortolo fue uno de los obispos tradicionalistas con un cargo en el Vicariato General Castrense de las Fuerzas Armadas (Obregón, 2005). Solía participar el monseñor Laise, el obispo de San Luis, muy difundido entre los nacionalistas de Cabildo. Estas hacían referencia también a Pshychologica, la revista de la Fundación Arche del psicólogo nacionalista Alberto Fariña Videla;  y a la Revista del IIE, del pedagogo católico Luis Jorge Zanotti.

Con estas revistas enfrente, me di cuenta que la prensa nacional y la normativa oficial poco decían de este variadísimo “mundo católico”. Encontrarme con un espectro muy amplio de publicaciones que se autodenominaban católicas supuso una necesidad imperiosa de aplicar alguna clasificación. Esto daba cuenta de otra cuestión teórica a abordar: los católicos eran un sujeto colectivo que estaba lejos de ser homogéneo y se presentaba sumamente variado y lleno de ramificaciones. Lo común en todas esas revistas era que representaban el punto de vista de los católicos preconciliares y si bien compartían nociones similares respecto al problema de la educación en la Argentina, no bastaba con decirles a todos católicos de derecha.

En principio, con los nacionalistas católicos no había mayores inconvenientes, porque básicamente ellos se autodenominaban de esa manera. Es decir, la clasificación que yo elegía como analista se correspondía con la denominación nativa de los actores. Tanto los nacionalistas como los demás católicos tenían por objetivos básicos, entre otros, los de derogar la Ley de Educación Nº 1420 establecida en 1884; y aplicar el “principio de subsidiariedad” que proponía que el Estado financiara la educación privada, que en ese tiempo era mayoritariamente católica. Aunque compartían estas mismas nociones, el otro grupo de católicos era más difícil de clasificar, ya que no recurrían a ninguna autodefinición en particular. Conformaban un grupo que presentaba límites más difusos, eran más numerosos y por ello, más heterogéneos ideológicamente. A través de la lectura de las distintas revistas, lo primero que uno podía advertir era que en sus declaraciones públicas no exhibían el rasgo antisemita que caracterizaba a los nacionalistas.

Finalmente, opté por denominar conservadores a los ministros de educación y a buena parte de sus colaboradores. El trabajo empírico mostraba que estos católicos laicos tenían algunas características en común: entraron al elenco del Proceso exhibiendo las credenciales de haber participado de la  dictadura anterior. Eran profesores universitarios, abogados, contadores, ingenieros y fueron reclutados de distintas organizaciones e instituciones católicas reconocidas por la jerarquía. Dada su actuación en los distintos gobiernos de facto, se podría afirmar que poseían vocación de poder, eran más flexibles que los nacionalistas y estaban dispuestos a suavizar ciertos argumentos. Incluso varios de ellos participaron en gobiernos democráticos después de 1983.

Cabe señalar que esta clasificación difiere con la que realiza Paul Lewis en su artículo llamado “La derecha y los gobiernos militares, 1955-1983”. Lewis sostiene que la derecha argentina se dividió en esos años en dos grupos: la “nacionalista”, caracterizada por sus rasgos autoritarios, corporativistas y su militancia en defensa de la  herencia hispánica del país y la “liberal”, que busca el establecimiento de un sistema capitalista basado en el autoritarismo. La derecha liberal se subdivide, a su vez, en “extremista” y “moderada”. Desde su perspectiva, durante el Proceso, Videla puso en el gobierno a tres nacionalistas: Alberto Rodríguez Varela, y a dos ministros de educación, Juan José Catalán y Juan Rafael Llerena Amadeo. Como ya expliqué, considero que estos mandatarios formaron parte del campo conservador.

Ciertamente, los conservadores sostenían vínculos fluidos con los nacionalistas e incluso publicaban juntos en algunas revistas. Esta manera de relacionarse era similar a la que observó Daniel Lvovich para los años treinta y cuarenta:
“El campo conservador no alcanzó jamás estos niveles de radicalidad antisemita. Sin embargo, la actitud más habitual aunque con notables excepciones, fue la tolerancia hacia la prédica y muchas de las prácticas nacionalistas. Tal tolerancia se convertía en apoyo en las múltiples ocasiones en que organismos estatales financiaban a la prensa nacionalista por medio de la publicidad oficial. Por último, la infinidad de casos en que en ámbitos estatales se desarrollaron prácticas guiadas por el prejuicio antijudío permite sostener que ellas contaban al menos con un apoyo pasivo por parte de las autoridades políticas conservadores que gobernaron la Argentina en los años treinta y cuarenta” (Lvovich, 2001:235-6).

Los nacionalistas, el CONICET y el debate por las asignaturas

 

Volviendo a los nacionalistas, los estudios sobre este grupo y más en general, las investigaciones sobre la derecha argentina, sugieren que éste ha sido un sector minoritario y marginal en el juego político. Sin embargo, creemos que habría que matizar esta afirmación. Analizando distintas fuentes del período, encontré que Antonio Caponnetto, uno de los “especialistas” en educación de esos años (y actual director de la revista), aparecía como investigador adjunto del CONICET. Rastreando este dato, decidí ir al archivo del CONICET a ver si me encontraba con alguna otra vinculación entre este organismo y los nacionalistas, tema que derribaría mi primera hipótesis que este grupo no tenía ninguna relación con el Estado.

Efectivamente, no sólo Caponnetto había sido becario del Consejo durante el Proceso, sino que también varios nacionalistas estaban vinculados a fundaciones e institutos de las áreas de “Ciencias Sociales” y “Ciencias Humanas y Morales”. Ellos eran responsables del Instituto de Ciencias Sociales (ICIS), la Fundación Argentina de Estudios Sociales (FADES), la Asociación para la Promoción de Sistemas Educativos no Convencionales (SENOC), la Asociación para la Promoción de los Estudios Territoriales y Ambientales (OIKOS) y el Instituto Bibliográfico Antonio Zinny (IBIZI). Todas esas fundaciones e institutos, según consta en el archivo del CONICET, fueron denunciadas después de 1983 por malversación de fondos públicos. Esta causa comenzó durante el gobierno de Alfonsín, siguió su curso y terminaron todos absueltos bajo el gobierno de Carlos Menem.
Asimismo, leyendo un artículo de un colega sobre la revista Sociológica que apareció en los años de la dictadura y estaba financiada por el CONICET, identifiqué que el responsable de dicha publicación era Roberto Brie, el mismo que figuraba como director de beca de Caponnetto, y observé que en Sociológica escribían varios integrantes del staff de Cabildo (Apaza, 2009). A partir de este descubrimiento, tuve que reconocer la importante inserción relativa que tuvieron los nacionalistas en el gobierno dictatorial.

Es decir, me encontré con que la mayoría de ellos estaba como becario o investigador en el CONICET, algunos eran empleados de planta del Ministerio de Cultura y Educación y eran profesores en las universidades nacionales de la UBA, La Plata, Córdoba y Cuyo, además de circular en las de la UCA o El Salvador. Con subsidios del CONICET financiaron varios eventos como Jornadas, Simposios, Congresos y cursos de capacitación a los que concurrían docentes del sistema (Rodríguez, 2011). Prácticamente todas estas actividades luego se convertían en libros, cuyos ejemplares aún se encuentran en bibliotecas de universidades públicas y en institutos de formación militar.

Ahora bien, ¿sobre qué escribían los nacionalistas? En las revistas mencionadas publicaban reseñas de libros que aparecían de editoriales afines como Cruzamante, Cruz y Fierro y OIKOS; o bien tenían artículos reflexionando sobre algún tema religioso, o recordando alguna efeméride de la historia nacional que ellos consideraran “nacionalista”. Hubo otro conjunto de trabajos que se concentró en lo que yo denominé “el debate por las asignaturas” y en particular, en la defensa de los contenidos de la nueva materia para el secundario llamada Formación Moral y Cívica. Respecto a Formación Moral y Cívica, existieron dos posturas encontradas: la primera, encabezada por el diario la Nación, la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas o DAIA, la Liga Argentina de Cultura Laica y la Convención Evangélica Bautista, entre otros, que criticaron el sesgo religioso de los contenidos. El otro argumento estuvo en manos de los nacionalistas, que se pronunciaron a favor de su implementación y de que se profundizara el sesgo católico.

En una de sus intervenciones, Caponnetto recordaba que la mayor “desgracia” de la Argentina había sido la sanción de la Ley 1420, ya que a causa de esa norma, los docentes “llevaban en la frente el estigma 1420, a modo del 666” del Diablo. Los programas de Formación Moral y Cívica exponían con valentía “los principios rectores de la  Doctrina Católica, que son los principios del Orden Natural vivificados por la Revelación”.
Además de esta asignatura, a través de Cabildo, Revista Estrada, Verbo, Mikael, Pshychologica, y Revista del IIE opinaron sobre la enseñanza de la Lengua, Historia, Geografía, Ciencias Naturales y Matemática, adoptando siempre posiciones anti modernas y anti científicas. En relación a la Lengua, los nacionalistas se manifestaban en contra de la llamada “Gramática Estructural”. Según decían, la gramática estructural contribuía  a la distorsión del lenguaje, a un uso pervertido y a la instrumentalización del mismo por las ideologías. Afirmaban también que el estructuralismo animalizaba el lenguaje al convertirlo en una mera técnica funcional, cargado de “locuciones intercambiables”. Al no verse la real significación de las cosas y al no servir el lenguaje para afincarse en la realidad, tampoco había posibilidades de contemplar en él a Dios.

Sobre la Historia creían que había que presenta un relato centrado en Cristo. La Historia debía ser “capaz de demostrar este vínculo absoluto entre la Patria terrena y Patria celestial”. La geografía también era mirada desde este punto de vista católico. Sostenían que la realidad geográfica debidamente explicada, incidía en todas las “facultades del espíritu” y por ello era una disciplina de enseñanza incomparable que mostraba a los alumnos la mano de Dios sobre el territorio. Esta idea de la geografía contribuyó también a defender las posiciones belicistas de los militares. Este enfoque proponía contribuir a la defensa de los intereses territoriales de la nación, continuamente “amenazados” por los países limítrofes. Justificaron con sus escritos la idea de que Brasil y Chile tenían ambiciones expansionistas, estuvieron a favor de la  guerra con ese país por el canal de Beagle, argumentaron luego sobre los reclamos por Malvinas y la soberanía del Atlántico Sur.

Respecto a las Ciencias Naturales, afirmaban que más allá de los experimentos y ensayos que estas disciplinas exigían, era posible “maravillarse y asombrarse ante las perfecciones de los objetos naturales que evidenciaban la mano de un Ser Perfecto, Creador y Ordenador”. Detrás de los objetos, seguía, se encontraba “la Inteligencia Planificadora de Dios”. Por ejemplo, cualquier ley física como la de la gravedad, expresaba la forma en que Dios dispuso que los cuerpos cayesen.

Los nacionalistas estaban en contra de la “matemática moderna”. La acusaban de tener entre sus contenidos un “expreso afán revolucionario y dialéctico”. El estudio de esta asignatura producía “mentalidades idealistas, divorciadas de la realidad, relativistas, subjetivistas, escépticas y nihilistas”. El problema era que educaba a mentes en las que se obraba “un divorcio entre Fe y Razón, entre mundo natural y sobrenatural”, y en donde sólo contaban las estructuras lógicas del pensamiento, se correspondieran o no con la realidad.
Estas intervenciones de los nacionalistas siempre se correspondían con declaraciones que hacían a través de la prensa nacional, los funcionarios de ciertas provincias como Buenos Aires, Córdoba y Mendoza principalmente, respecto a las mismas cuestiones. Esto daba cuenta que existían nacionalistas en los distintos Ministerios de Educación de las jurisdicciones, cuestión que habría que continuar investigando en el futuro.

Los conservadores y el proyecto de Ley de educación

De todos los ministros del Proceso, considero que el conservador Juan Rafael Llerena Amadeo fue el que mejor encarnó las expectativas de la Iglesia católica. La prensa católica y especialmente el Consudec se ocupaban con frecuencia de él y transcribían sus discursos enteros, adonde había citas completas de las encíclicas papales de Pío XI y de León XIII. Además, era uno de los principales impulsores de la derogación de la Ley de educación 1420 (Rodríguez, 2010).

Dentro del Ministerio se había formado una comisión para que elaborara un anteproyecto de Ley de Educación. En uno de los archivos visitados, conseguí el anteproyecto que fue impreso por la Universidad Nacional de Rosario en 1981. Cuando observé quiénes habían sido parte de la comisión, constaté que era el mismo grupo de ex funcionarios que habían estado involucrados en el gobierno de la dictadura anterior y en la llamada “reforma educativa” de los años sesenta. El presidente de la comisión era José Luis Cantini, el ex rector de las Universidades Nacionales del Litoral y de Rosario y ex ministro de educación del general Roberto Levigston. También estaba Alfredo Manuel Van Gelderen, quien había sido el titular de la Dirección de Enseñanza Privada, ex asesor de un ministro de Onganía y ex subsecretario de Cantini. El otro integrante de la  comisión era el abogado Luis Ricardo Silva que estaba ocupando cargos en el Ministerio desde los sesenta; el otro era Francisco J. Macías, ex secretario de Cultura de Videla y Roberto Murton Meis, también varias veces funcionario de tercera línea en el Ministerio.

Estos profesionales circulaban en variados espacios católicos. Por ejemplo, Cantini y Van Gelderen tenían una larga actuación en las filas de la Acción Católica. Van Gelderen, Cantini y Silva escribían artículos sobre educación en la revista católica Estrada y el ex ministro de educación de Onganía, Astigueta, escribió una serie de notas en esa revista defendiendo el borrador de la Ley. Finalmente, Burton Meis y Van Gelderen fueron los primeros profesores de la Licenciatura en Educación de la Universidad Católica Argentina aprobada por el Ministerio de Cultura y Educación en 1978.

Dos de los puntos clave del anteproyecto que elaboraron estos cinco especialistas era el que garantizaba el financiamiento del Estado a la educación privada- católica; y el otro era que introducía la “Formación religiosa” para todos los niveles de la enseñanza. Otra cuestión importante que contenía el anteproyecto era el capítulo que proponía la “estructura” del sistema y que volvía a plantear como una de las “alternativas” la reducción del nivel primario en uno o dos años y la extensión del ciclo básico del nivel secundario en igual número de años, imponiendo el “ciclo intermedio”. Este punto era igual a la mencionada reforma educativa de Astigueta y fue uno de las cuestiones que generaron la mayor de las polémicas en los años sesenta, porque revelaban una concepción elitista de la educación. En esa oportunidad se intentó acortar en cinco años la obligatoriedad de la enseñanza primaria y crear una “escuela intermedia” con el sexto y séptimo grado de la primaria y el primero y segundo año de la  secundaria. En ese ciclo se les brindaría una capacitación “práctica” a todos los niños, para que aquellos que no pudieran continuar la escuela,  pudieran insertarse en el mercado laboral.

En un reportaje que dio el ministro al diario La Razón, a la pregunta de si la nueva norma seguiría sosteniendo los principios de “obligatoriedad, laicidad y gratuidad” de la enseñanza contenidos en la ley 1420, contestó que la obligatoriedad seguiría tal como estaba planteada, aunque se restringiría a cinco años, como vimos. Respecto a la laicidad, dijo que no era cierto que la ley 1420 sostuviera el principio de laicidad, ya que allí se autorizaba a los ministros del culto para que pudieran enseñar religión fuera de la hora de clase. Admitía que “nosotros siempre hemos hablado que no puede ignorarse la existencia de Dios en las escuelas, cuando la realidad es que nuestra misma Constitución nos habla de la existencia de Dios como fuente de toda razón y justicia”. Por lo tanto, “el reconocimiento de la existencia de Dios y el hecho espiritualista de que el hombre viene de Dios y vuelve a Dios no puede negarse dentro de la enseñanza. Este sería el divorcio con nuestra propia Constitución Nacional”. En cuanto a la gratuidad, aseguraba que entendía que todo aquello que era obligatorio debía ser gratuito, pero también creía “que la gratuidad no puede ser una injusticia social y que, por ahí, la enseñanza que se brinde sea gratuita para aquellas que la puedan pagar y que, por esa misma circunstancia, no llegue a aquéllos que no estén en condiciones de poder pagarla”. Este mismo razonamiento, que suponía que las clases medias debían financiarse la educación, fue formulado por otros funcionarios del Ministerio que proponían el arancelamiento de la educación pública desde el nivel preescolar hasta el universitario o bien solo para este último (medida que finalmente impusieron a partir de 1981).

Hacia 1981 la comisión presidida por Cantini siguió funcionando y publicó el anteproyecto ese año. Aunque los siguientes ministros hicieron anuncios sobre su inminente sanción, la Ley nunca fue aprobada.

Los católicos del Opus Dei

Para sumarle complejidad a este escenario, agregaremos a los católicos pertenecientes al Opus Dei que, si bien no integraron el gobierno, participaban con frecuencia en los eventos que organizaban asociaciones católicas y contaban con la presencia de altos funcionarios. Esta influencia puede rastrearse a partir de la figura del pedagogo español del Opus Dei, Víctor García Hoz, quien estuvo en el país invitado por Llerena Amadeo. Identificado como el pedagogo del primer franquismo, García Hoz se doctoró en Pedagogía; fue director del Instituto de Pedagogía “San José de Calasanz” del Consejo Superior de Investigaciones Científicas hasta 1981 y de la revista Española de Pedagogía; resultó el fundador y primer presidente de la Sociedad Española de Pedagogía y director de la revista de esa organización, Bordón. Entre otras cosas, García Hoz estaba a favor de la inclusión de la enseñanza católica en todos los niveles como se hizo en España durante el régimen franquista (1939-1975), proponía la separación de los sexos en todo el sistema educativo y el dictado de materias específicas para varones y mujeres.

El español había estado en el país en los años sesenta invitado por el CONSUDEC durante el Proceso volvió dos veces. Sus conferencias fueron publicitadas por el periódico Consudec, el diario La Nación y la Revista Estrada, que le hizo un reportaje. En julio de 1979 García Hoz llegó a la Argentina como parte de un “programa anual de intensificación de los estudios pedagógicos”, que estaba a cargo de la comisión asesora del CONICET. También participó de la organización del evento el Centro de Investigación y Acción Educativa o CINAE. Dentro del área educativa del CONICET se encontraba el primer ministro de Videla, Ricardo P. Bruera, quien una vez que se alejó del Ministerio, volvió a dar clases en la Universidad de Rosario y fue nombrado director del “Instituto Rosario de Investigaciones de Ciencias de la  Educación” (IRICE) que fue creado en 1977. Cuando ejercía como mandatario, Bruera, igual que Llerena Amadeo, solía citar a García Hoz en sus discursos públicos.

García Hoz dio conferencias en las Universidades Nacionales de Buenos Aires, La Plata, Lomas de Zamora y Luján, la Universidad Católica Argentina y la Universidad del Salvador. Estuvo en las II Jornadas Educacionales del CINAE realizadas en las sedes de la UCA y del colegio La Salle. Dichas jornadas contaron con la presencia del ministro Llerena Amadeo, la secretaria de Educación de Santiago del Estero (provincia adonde se había implementado la educación católica en las escuelas públicas); el director nacional de Enseñanza Media y Superior y la directora de la Superintendencia Nacional de Enseñanza Privada (SNEP). Esta última se había doctorado en el Instituto de Pedagogía español bajo la orientación de García Hoz. El acto fue abierto por el director del CINAE, Presbítero Eugenio Gómez de Mier y luego habló Llerena Amadeo, quien hizo una “cálida semblanza de Víctor García Hoz”. En tercer lugar, García Hoz expuso sobre “El proyecto educativo”, conferencia que fue publicada posteriormente por la Editorial Docencia, propiedad del CINAE. A la tarde se organizó un panel sobre “Educación, persona y sociedad” del que participaron García Hoz y los profesores Elida de Gueventter, Luis Jorge Zanotti y Julio González Rivero, mientras que Marcos Ronchino actuó como coordinador.

Este grupo de católicos del Opus tenía diversas relaciones con los conservadores. Ronchino era el delegado en la Argentina del Opus Dei y daba clases junto a Llerena Amadeo y Burton Meis en la Universidad Católica Argentina. Por su parte, el profesor en Pedagogía de la UBA, Luis Jorge Zanotti, integraba con Van Gelderen y Burton Meis la Comisión de ex alumnos del Mariano Acosta. Como ellos, también había sido funcionario del ministro Astigueta, ocupando el cargo de director de Enseñanza Secundaria. Escribía desde los años sesenta en el diario La Nación, y a partir de 1978 fue el prosecretario general. En 1974 había creado el Instituto de Investigaciones Educativas que estaba patrocinado por la “Fundación para el Avance de la Educación” y dirigía la revista llamada IIE. Revista del Instituto de Investigaciones Educativas adonde publicaban varios funcionarios del Ministerio. Además de lo de García Hoz, el IIE y el CINAE organizaron juntos varios eventos adonde participaban representantes del Ministerio y del CONSUDEC.

Como ya mencionamos, los libros de García Hoz circulaban desde los años sesenta y eran de lectura obligatoria en los profesorados de distintas Universidades Nacionales. En la provincia de Santa Fe se elaboraron cursos de “perfeccionamiento docente” con sus textos (Kaufmann y Doval, 1999). A principios de 1980, desde el Ministerio se dio a conocer un documento sobre el nuevo sistema de formación de docentes primarios y se explicaba que había adoptado el “enfoque personalista” del pedagogo español, dando cuenta de su influencia en el nivel terciario.

Reflexiones finales

En base a esta experiencia, podría concluir que durante la pesquisa uno debería ver, preferentemente, la mayor cantidad y variedad de fuentes posibles, aún las que aparentemente no estarían relacionadas directamente con nuestro objeto de estudio, ya que, como he relatado, a medida que avanzaba en el cruzamiento de todas ellas, fui obteniendo una mirada mucho más compleja de lo que ocurría con los católicos y su relación con el Estado.

Respecto al problema de la clasificación de los actores, ésta resulta difícil de realizar, y hay que asumir que no existe un acuerdo monolítico respecto a cómo clasificar a “los católicos” o a “la derecha” (liberal o nacionalista, extremista, moderada, conservadora y/o integrista). Hemos visto aquí que los mismos personajes históricos reciben distintas denominaciones por uno u otro investigador. Sin embargo, a pesar de la coexistencia de estas discrepancias, considero que el esfuerzo intelectual resulta válido porque tiene poder explicativo. De todos modos, la definición de unos y otros no resultará del todo útil sino nos detenemos a mostrar, a través del trabajo empírico, que esos actores efectivamente funcionaban como un grupo, entendido como un conjunto de individuos que compartía espacios e imágenes en común, una interacción prolongada en el tiempo y el reconocimiento de ciertos liderazgos en su interior. Esa reconstrucción en el nivel de la micro política de las redes de relaciones entre las personas, que con frecuencia son inestables, cambiantes y dinámicas, resulta ineludible al momento de estudiar a los actores que conforman lo que hemos denominado “la derecha” y sus muchas ramificaciones.

¿Cómo citar este artículo?

 

Laura Graciela Rodríguez, “La derecha católica y la educación durante la última dictadura. Cuestiones en torno al problema de las fuentes y de la clasificación del mundo católico”, en Ernesto Bohoslavsky y Olga Echeverría (compiladores): Las Derechas en el Conos Sur, Siglo XX. Actas del Segundo Taller de Discusión, Tandil, Secretaria de Investigación FCH-IEHS/UNICEN, 2012.

 

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*RODRÍGUEZ, Laura, “Los nacionalistas católicos de Cabildo y la educación durante la última dictadura”, II Encuentro Internacional “Teoría y Práctica política en América Latina. Nuevas derechas e izquierdas en el escenario regional”, Universidad Nacional de Mar del Plata, del 3 al 5 de marzo de 2010.
*ROMAINE, Susan, “Sociohistorical Linguistics”, en W. Bright (Ed.), International Encyclopedia of Linguistics 4, Cambridge University Press, Cambridge, 1992.
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*Van DIJK, Teun, Ideología, un enfoque multidisciplinario, Barcelona, Gedisa, 1998.
*Van DIJK, Teun (Comp.), El discurso como estructura y proceso, Barcelona, Gedisa, 2000.

Notas

1.- PGI 24/I172, sometido a evaluación externa y acreditado en el programa de Incentivos (01/01/2009 al 31/12/2011), subsidio Secretaría General de Ciencia y Tecnología, Universidad Nacional del Sur.

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