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Problemas y perspectivas para una definición y un estudio de la derecha católica argentina, 1955-1973

Francisco Teodoro

Antes de iniciar estas reflexiones, quisiera mencionar que este trabajo ha sido pensado inicialmente como una presentación para el tercer Taller de Discusión sobre las derechas en el Cono Sur. Por lo tanto, el contenido de las páginas que siguen constituye un acercamiento en gran medida exploratorio y problemático a nuestro objeto. En particular, la propuesta es abordar algunas de las cuestiones que atañen al estudio de las ideas de los grupos de derecha autodenominados católicos en el período que se extiende entre el inicio del conflicto entre el peronismo y la Iglesia católica en 1955 y el regreso de Perón al poder en 1973.A lo largo del texto, colocaremos nuestra preocupación central en torno a dos problemas.

En primer lugar, abordaremos algunas de las dificultades conceptuales que se presentan al acercarse al estudio de los grupos derechistas del catolicismo argentino en el período abordado. En particular, señalaremos algunos de los elementos que consideramos constitutivos y característicos del campo que denominamos derecha católica. Del mismo modo propondremos la existencia de dos facciones marcadamente diferenciadas al interior de esta tradición: el catolicismo liberal y el integrismo. Estas facciones mostraron, sobre la base de una serie de acuerdos comunes, diferentes posturas con respecto a diversos temas que indujeron a discusiones y a posicionamientos contrapuestos en determinados contextos históricos. En segundo lugar, nos interesa proponer algunas líneas a partir de las cuales abordar las ideas y las trayectorias de los grupos de la derecha católica en la Argentina pos-peronista atendiendo a sus consensos y disensos. Para dar cuenta de esos debates abordaremos esquemáticamente algunos interrogantes y respuestas que se presentaron al interior de la derecha católica con respecto al problema del peronismo, proponiendo para ello tres niveles de análisis en los cuales esos grupos han enunciado al fenómeno. Creemos que el peronismo ha sido el tema principal en la agenda tanto de los grupos católicos como de otras expresiones derechistas entre 1955 y 1973.

Problemas para una definición de la “derecha católica” argentina

Uno de los primeros problemas que se presentan al considerar a los grupos de identificación católica como una expresión de las derechas en Argentina es precisar qué elementos los definen, qué aspectos los hacen diferentes entre si y cómo se relacionan entre ellos. Pensar estos problemas nos aleja del error metodológico de utilizar el término “derecha” para englobar actores que no tenían relación entre si, pensaban diferente en diversos aspectos, o por el contrario actuaron en la vida política para dirimir sus propios conflictos de intereses. Por estos motivos, nuestra intención al utilizar la denominación derecha católica para abordar las ideas de ciertas y determinadas expresiones del catolicismo en el periodo 1955-1973 es dar cuenta, en un campo plagado de matices, de una serie de regularidades identitarias y discursivas compartidas con respecto a temas diversos tales como las actitudes ante el peronismo y el comunismo, y más en general frente al tratamiento de la cuestión social.

Un segundo problema al que nos enfrentamos al inscribir a los intelectuales católicos en el campo más amplio de las derechas argentinas, es definir qué elementos diferencian a estos grupos de otras tradiciones derechistas, en qué medida se los puede relacionar e incluso confundir, y qué relaciones tuvieron estos grupos con expresiones de derecha no católicas. Como es bien sabido, la identidad católica ha sido profesada por amplios grupos derechistas argentinos durante el siglo XX. Las facciones nacionalistas se han denominado católicas, del mismo modo que los grupos liberal-conservadores y los neoliberales en la segunda mitad del siglo XX. Por esto, definir qué elementos singularizan a la derecha católica de otras tradiciones de derecha, es uno de los interrogantes que nos interesa problematizar en este texto.

Para empezar, quisiéramos presentar los elementos que a nuestro juicio constituyen los rasgos distintivos de la derecha católica argentina. Las expresiones derechistas del catolicismo compartieron, una serie de preocupaciones, valores y enemigos. Entre las preocupaciones, estos grupos coincidían en que el catolicismo debía recuperar el lugar de predominio que el peronismo le había arrebatado entre los sectores populares. Uno de los principales anhelos de las expresiones derechistas del catolicismo era que la Iglesia católica restaurar su papel como referencia identitaria en la sociedad civil, tal como había sucedido en los años treinta y en la primera mitad de los años cuarenta. Luego del derrocamiento de Perón, sacerdotes como Julio Meinvielle y Gustavo Franceschi sostenían que el catolicismo se estaba convirtiendo en una religión de las clases medias. Si bien este dato no era más que uno de los emergentes de un amplio proceso de secularización de la sociedad argentina, en el cual la Iglesia comenzó a perder lentamente su capacidad para influir en la vida pública (Di Stefano, 2011), los actores colocaban la explicación a estos problemas en la incapacidad de la jerarquía y sus instituciones para convertir a los sectores populares en católicos militantes. De esta forma, los grupos derechistas del catolicismo mostraban una importante inquietud por la ineficacia de la Acción Católica Argentina así como de las organizaciones juveniles y los sindicatos obreros a la hora de ganar adeptos entre los sectores de menos recursos de la sociedad.

Estas preocupaciones por el papel de la Iglesia en el espacio público se estructuraban sobre la base de una serie de valores comunes compartidos. Entre ellos se encontraba un profundo tradicionalismo, que se manifestó principalmente en materia moral y cultural, en una crítica profunda a la cultura de masas (Sarlo, 2001). Estos valores, a su vez, se traducían políticamente en la existencia de una serie de enemigos comunes y prácticamente irreconciliables que eran el comunismo y el liberalismo. Como veremos más adelante, para los católicos liberales la condena inicial al liberalismo se transformó en los años cincuenta y sesenta en una condena a su variante estrictamente económica y no así al liberalismo político, es decir a la democracia. Por otra parte, cabe destacar que la reticencia absoluta a un diálogo con el marxismo es uno de los elementos que diferencian a la derecha católica de los grupos izquierdistas del catolicismo argentino y latinoamericano que surgieron al calor del Concilio Vaticano II y del impacto de la revolución cubana en los años sesenta (Morello, 2007).

Los elementos aglutinantes de los grupos católicos derechistas provenían de una matriz de pensamiento común determinada por la existencia de un campo desde el cual construyeron y reprodujeron una identidad católica que orientaba sus prácticas políticas. La matriz de pensamiento que los unía fue definida por Fortunato Mallimacci (1988) como “catolicismo integral”. El dogma principal de esta corriente era “restaurar todo en Cristo”, y el principal objetivo se encontraba en recristianizar la sociedad a partir de la conquista de las estructuras del Estado. El “catolicismo integral” es, en la Argentina, una construcción institucional de la Iglesia, un catolicismo de acción concebido como respuesta ante los avances laicistas del Estado liberal que se habrían profundizando desde 1880. Si bien su génesis debe buscarse en las décadas de 1920 y 1930, esta matriz de pensamiento fue reproducida a lo largo del tiempo en el marco de los espacios de sociabilidad creados y conducidos por la jerarquía eclesiástica, ya sean estos colegios, institutos superiores y posteriormente universidades, parroquias y publicaciones, entre otros. A partir de allí, la intervención eclesial en la vida política estuvo determinada por una oposición férrea al liberalismo, al comunismo y al avance de la modernidad, y por la intención de acceder a posiciones importantes dentro del Estado para alcanzar lo que Loris Zanatta (1996) denominó como “nación católica” (ver al respecto el texto de Gineth Álvarez Satizábal en este mismo libro).

En el periodo abordado en este trabajo, el pensamiento integralista determinó la identidad católica de los actores que, aún construyendo una identidad política complementaria, no dejaron de pensarse a si mismos como católicos y a la actividad política como un mecanismo para alcanzar sus objetivos en tanto católicos. Precisamente, la identidad católica construida sobre la matriz de pensamiento integralista y el ideal de la “nación católica” como guía de la actividad política es lo que determinaba la unidad de los grupos de la derecha católica detrás de una serie de preocupaciones, valores y enemigos.

Englobar a las distintas facciones del catolicismo derechista bajo una denominación común no implica concebirlos como una totalidad homogénea. Por el contrario, creemos que los acuerdos constitutivos de los grupos derechistas del catolicismo no pueden ni deben disimular una serie de discusiones que, más o menos virulentas en función del contexto político, económico y eclesial. Si bien los acuerdos básicos y los elementos constitutivos se mantuvieron inalterables, en el periodo que analizamos estos grupos expresaron diferentes posturas con respecto a una serie de temas. Los católicos liberales y los integristas discutieron sobre asuntos tales como qué tipo de sistema político implementar, en qué medida debían existir vínculos entre el catolicismo y otras expresiones religiosas menos desarrolladas en el país como el protestantismo y el judaísmo, el papel y la autonomía de los laicos en la proliferación de la doctrina de la Iglesia, la relación política de los grupos católicos con intelectuales provenientes de tradiciones de pensamiento derechista no definidas principalmente como católicas, y el valor que se le otorgaba a la modernidad, es decir a la ciencia y los medios masivos de comunicación, como mecanismos de actualización de la doctrina.

Para abordar el problema de las diferencias al interior de la derecha católica nos resulta fructífero adoptar el esquema propuesto por Sandra McGee Deutsch (2005) y Pedro González Cuevas (2000) para pensar a las derechas como una multiplicidad de expresiones que se definen por sus acuerdos, pero que al mismo tiempo se enfrentan por sus divergencias. Ambos autores plantean la existencia de facciones derechistas moderadas y extremistas, cuyas discrepancias se deben a razones de “profundidad ideológica” y de estilo de intervención política. En el caso de la derecha católica argentina, creemos que este esquema ayuda a pensar los motivos que indujeron discusiones entre las facciones liberales (moderadas) e integristas (extremistas). Si bien estos grupos compartían el ideal de la nación católica como objetivo de la actividad política, diferían en las estrategias a partir de las cuales alcanzar esos objetivos. Las facciones integristas valoraban negativamente toda posibilidad de impulsar una democracia de partidos y en su lugar proponían realizar el mito de la “nación católica” a partir de la imposición a cualquier precio de un régimen corporativo a cargo de las Fuerzas Armadas, es decir reeditar la unión entre la cruz y la espada. Por su parte, los católicos liberales, más proclives al dialogo con otras corrientes políticas, se mostraron partidarios de sostener un régimen democrático en el cual la Iglesia católica controlara el Estado con la legitimidad otorgada por la sociedad mediante el voto de los ciudadanos. Detrás de esta propuesta se encontraba la idea de que la Iglesia católica apoyara un partido demócrata cristiano para alcanzar el poder político mediante los votos.

Las diferencias al interior de la derecha católica comenzaron a aparecer como consecuencia de las transformaciones que se produjeron en Roma a mediados de los años cuarenta. Luego de la experiencia de los fascismos europeos y de la Segunda Guerra Mundial, el Papa Pío XII en la alocución de navidad de 1944 autorizó la democracia como sistema político. A partir de allí, la democracia cristiana se constituyó en una opción legítima para los católicos. En un contexto marcado por la guerra fría, los episcopados europeos se inclinaron por apoyar la creación de partidos demócrata-cristianos para frenar un posible avance del comunismo. En la Argentina, sin abandonar la matriz del catolicismo integral, ese movimiento permitió el despunte de un proceso de liberalización política de algunos grupos de la derecha católica, cuya actualización en materia doctrinaria continuaría con el Concilio Vaticano II en los años sesenta. Sin embargo, la fuerte impronta integrista de la jerarquía obstruyó la posibilidad de un desarrollo ulterior de la corriente liberal del catolicismo al menos hasta el derrocamiento de Perón en 1955.

Cabe destacar que si bien compartían una valoración negativa por la democracia, dentro de la facción integrista podemos encontrar diferencias en torno al papel que se le otorgaba al pueblo. En este sentido, sería útil retomar la distinción propuesta por Daniel Lvovich (2006) entre un nacionalismo de derecha con corazón plebeyo, y otro de carácter elitista. Según este autor, los grupos plebeyos tuvieron un acercamiento más marcado con el peronismo y una preocupación más determinante por la cuestión social inspirada en la Doctrina Social de la Iglesia. Tal es el caso de figuras como Julio Meinvielle y Virgilio Filippo, por mencionar solo a dos. Por su parte, los grupos elitistas desestimaron la importancia del apoyo popular en el sistema político. Para estos grupos, representados al interior del catolicismo, entre otros, por los periódicos Verbo y Jauja (dirigido por Leonardo Castellani), la doctrina católica debía ser implementada por la jerarquía de la Iglesia, para lo cual no era necesaria una preocupación por la cuestión social o por la formación de las masas.

De todas maneras, si bien reconocibles, las diferencias entre los grupos de la derecha católica no fueron constantes a lo largo del periodo. Creemos que los católicos liberales e integristas dejaron de lado sus diferencias en determinados momentos, mientras que discutieron fuertemente en otros. ¿A qué se debe la fluidez de los posicionamientos de los católicos liberales e integristas? Creemos que los actores determinaron sus ideas y sus prácticas políticas recurriendo a una doble legitimidad que se desprende de una doble referencia identitaria. Esta legitimidad penduló entre la identidad católica (que hemos definido como integral) y la identidad política que podía ser liberal o nacionalista, en el caso de los grupos integristas, dependiendo de las decisiones que los sujetos tomaron en la esfera pública. En los momentos en los cuales sentían amenazados los intereses de la Iglesia, las facciones de la derecha católica hacían primar en el plano político su identidad católica. Por este motivo, compartieron un discurso común antiperonista a lo largo de 1954 y 1955, del mismo modo que impulsaron una activa militancia en el marco del debate parlamentario sobre autorización de creación de universidades privadas en 1957 y 1958, y un fuerte consenso en torno a la necesidad de interrumpir el gobierno constitucional de Arturo Illia en 1966. Por el contrario, en los momentos en los cuales el contexto se distendía, primaba entre ellos la identidad política, por lo cual encontramos importantes disensos. Entre otras podemos mencionar las discusiones con respecto a cómo interpretar al peronismo luego del golpe de 1955, las tentativas de diálogo con grupos políticos no católicos, las estrategias para defender las prerrogativas de la Iglesia y los análisis de las políticas económicas desarrollistas impulsadas en los años sesenta, entre otras cuestiones.

Esta característica de los grupos católicos, que José Zanca (2006) atribuye a los intelectuales de los años cincuenta y sesenta, ubicados a medio camino entre el mundo privado y la esfera pública, es lo que diferencia a los grupos de la derecha católica de otras tradiciones derechistas como la liberal-conservadora o el nacionalismo de derecha. En estas tradiciones, prima la identidad política por sobre otras referencias identitarias. Los grupos liberal-conservadores podían ser católicos y la doctrina de la Iglesia en gran medida determinaba sus modos de pensar y de actuar (cfr. Morresi 2011). Sin embargo, su actividad política no se encontraba atada a la necesidad de hacer corresponder prácticas e ideas con la doctrina católica, tal como sucede en el caso de los grupos católicos derechistas. Un escenario similar se puede observar entre los nacionalistas de derecha, muchos de los cuales también eran católicos. Con respecto a este último punto, en un trabajo reciente, Mallimacci (2011) da cuenta de la complejidad que supone estudiar las múltiples referencias identitarias de los sujetos. Este problema puede inducir a confundir actores de raigambre católica con otros que, aún reconociéndose como católicos, proceden de tradiciones políticas que los invitan a tomar determinadas posiciones autónomas tanto en relación a la jerarquía de la Iglesia como con respecto al dogma católico.

Si bien las distintas tradiciones de pensamiento tienen sus fundamentos, para los católicos de derecha las ideas y las prácticas políticas se inscribían en el marco de referencia del dogma católico, en el cual el respeto a la autoridad, el tradicionalismo y el papel preponderante de la Iglesia en la sociedad civil eran valores a defender. Por este motivo, las ideas y la participación en la vida política de los grupos de la derecha católica se encontraban fuertemente limitada a la existencia y la defensa de las prerrogativas de la Iglesia en la sociedad.

Para finalizar esta sección del trabajo, quisiéramos hacer dos aclaraciones sobre la decisión de definir a los grupos derechistas del catolicismo como liberales e integristas. En primer lugar, la denominación “liberal” frecuentemente utilizada por la literatura para referirse a los grupos renovadores o modernizadores del catolicismo no implica negar su identificación con el sustrato ideológico de la “nación católica” (Di Stefano y Zanatta, 2009: 473) que según nuestro modo de ver es la matriz de pensamiento integralista. Esto significa que caracterizar como “liberal” a los actores católicos no implicaba que éstos pensaran a la religión como un elemento propio de la vida privada, tal como lo haría un liberal, sino que por el contrario, esta denominación simplemente da cuenta de una valoración positiva de la autonomía de los sujetos en el ejercicio de la religión y un reconocimiento de las cualidades del sistema político democrático como mecanismo para alcanzar el ideal de recristianización de la sociedad.

Por otra parte, como muestra Olga Echeverría (2011), el término nacionalista ha demostrado ser el preferido por la literatura para referirse a buena parte de los grupos derechistas que se expresaron en la vida pública desde la década de 1920. Sin embargo, el término frecuentemente ha sido utilizado en compañía de calificativos como: católico, oligárquico, conservador, de derechas, entre otros, lo cual invita a pensar sobre su capacidad nominativa. En esta línea, creemos que hablar de nacionalismo católico para referirnos a los grupos integristas de la derecha católica, implica pensar que esos grupos proponen como marco de referencia identitaria la nacionalidad argentina. Esto nos llevaría a concluir que para estos grupos la nación argentina es la nación católica. Sin embargo, si bien efectivamente para estos actores Argentina es una nación católica, lo es debido a sus raíces hispánicas y no en función de sus propias particularidades. Por este motivo, la verdadera nación católica es una nación universal derivada de la España imperial y católica que conquistó América en los siglos XV y XVI, y no cada nación en particular. En ello los grupos integristas se diferencian en este aspecto de los nacionalistas.

El peronismo como fuente para una historia de los acuerdos y debates al interior de la derecha católica

En el periodo que abordamos existieron diversos temas sobre los cuales es posible trazar las trayectorias de las afinidades y las divergencias discursivas de los católicos derechistas. El avance del comunismo en la Argentina ha sido uno de ellos. La revolución cubana y la creciente radicalización política fueron de los grandes temas que se debatieron al interior del campo católico en los años sesenta y setenta. El tratamiento de la cuestión social y las estrategias para acercar la doctrina católica a los sectores populares han sido otros de debates de los católicos derechistas en el tercer cuarto del siglo XX. De todas formas, creemos que una de las discusiones más ricas para ingresar a la complejidad del pensamiento católico derechista se ha dado en relación a la denominada cuestión peronista, tema sobre el que ha girado la agenda política de los diferentes grupos de derecha en la Argentina desde 1955 hasta, al menos, 1973. Sobre este punto, queremos bosquejar una propuesta y una serie de interrogantes para analizar acuerdos y discusiones que se dieron al interior de la derecha católica en relación a sus interpretaciones sobre el peronismo a partir de tres modos en los cuales los actores enunciaron el fenómeno.

a. La experiencia histórica

A partir de 1955, una de las primeras cuestiones a la que tuvieron que enfrentarse los grupos derechistas fue la de explicar el surgimiento del peronismo como fenómeno político. Adicionalmente los católicos se vieron en la obligación de dar cuenta de los motivos por los cuales la Iglesia se involucró en una alianza con el régimen peronista, así como las causas por las cuales se produjo la violenta ruptura. En este sentido, en septiembre de 1955 los actores se encontraron en un escenario político marcado por el debate acerca de cuáles fueron las causas que motivaron la emergencia del peronismo. Lo que es lo mismo que interrogarse sobre las condiciones políticas, sociales, económicas y morales que reunía la Argentina para que este fenómeno fuera posible. Si bien esta preocupación fue dominante en los primeros meses posteriores a la “Revolución Libertadora”, se mantuvo como constante al menos hasta la irrupción de la revolución cubana.

Las diferentes expresiones de la derecha católica coincidieron en que el peronismo no fue un episodio casual. Por el contrario, fue considerado como el emergente político de un proceso de deterioro de la sociedad argentina que, desde la Ley Sáenz Peña hasta la década de 1940, se encontraba en una profunda crisis moral y política. Aunque con ciertos matices, también coincidieron en un rechazo de la experiencia del peronismo en el poder entre 1946 y 1955. Sin embargo, los argumentos que sustentaron ese rechazo fueron distintos. Los católicos liberales, desde las páginas del periódico Criterio que dirigía por entonces Gustavo Franceschi, propusieron analizar el fenómeno discriminando entre los actos de gobierno llevados a cabo por Perón y colaboradores, de los sujetos que constituían la base social del régimen. Entendido el peronismo en este plano régimen de gobierno, la experiencia carecía de toda moral y se encontraba en las antípodas de la libertad y de la doctrina católica. El peronismo fue caracterizado como un régimen totalitario y por ese motivo se lo impugnó. Para Franceschi el conflicto con la Iglesia se produjo luego del último y más fuerte intento del presidente por acumular la totalidad del poder político, avasallando los derechos de los ciudadanos, pero sobre todo las prerrogativas de la institución católica en la sociedad.

Los grupos integristas, por su parte, reconocieron en el movimiento liderado por Perón valores que debían sostenerse aún a pesar del derrocamiento del presidente. Para ellos era preciso distinguir diferentes postulados que demostraron tener una potencialidad política indiscutible. Entre otros, el padre Julio Meinvielle sostenía que el peronismo había logrado avances respetables en el camino hacia la “nación católica”, tales como articular desde el poder un discurso de fuerte impronta nacionalista y defender las banderas de la industrialización, del antiimperialismo y de la autarquía económica. El apoyo popular alcanzado por el movimiento peronista demostraba, en esa mirada, la potencialidad política de las banderas nacionalistas. En contrapartida, la condena al peronismo surgió de vincular la oposición entre “descamisados” y “oligarquía” con la lucha de clases promovida por el comunismo. Por lo tanto, las políticas nacionalistas se conjugaron con una excesiva profundización de los conflictos de clase y redundaron en que el peronismo se transformara no solo en una competencia para la Iglesia entre las clases desposeídas, sino también en una suerte de “nacionalismo marxista”.

b. Las “masas peronistas”

Un segundo nivel de enunciación del peronismo estuvo dado por la referencia a las masas que se identificaron con el movimiento mientras estuvo en el poder. Sobre este punto, el problema era responder al interrogante sobre cómo explicar la identificación de los sectores populares con el peronismo, más aún cuando luego de la caída del régimen político esa identificación continuaba presente. Ésta pregunta implicaba, a la vez, una mirada sobre el lugar del catolicismo en la sociedad, una valoración de la participación política del pueblo, una evaluación de las políticas de desperonización impulsadas por los distintos gobiernos luego de 1955, y por último una postura ante el tratamiento de la cuestión social. Sobre estas dos últimas cuestiones nos detendremos a continuación.

Si bien los grupos liberales aceptaron la destitución de Eduardo Lonardi y la asunción de Pedro Aramburu como presidente de la nación en noviembre de 1955, tomaron cierta distancia de las medidas de “desperonización” de la sociedad impulsadas por los sectores liberales de la “Revolución libertadora”. Para ellos, los seguidores del régimen brindaron su apoyo desde la buena fe y fueron engañados por la demagogia del líder, por las dádivas otorgadas, y porque el gobierno peronista hizo realidad algunas de las reivindicaciones más importantes que hasta esa fecha habían obtenido los trabajadores. Por lo tanto, para superar el problema peronista era preciso no extralimitarse en la utilización de la represión ante unas masas que concebían como carentes de liderazgo. En cambio, estos grupos proponían como salida a esa situación una alternativa política que lograra satisfacer a las masas peronistas reincorporándolas al sistema. La idea de un liderazgo vacante fue compartida por las facciones integristas. Luego del golpe de septiembre, estos grupos se mostraron partidarios de sustituir a Perón por un líder católico que devolviera a las masas a su filiación católica sin modificar sustancialmente el sistema político. Por este motivo, Lonardi fue para ellos una alternativa nada desdeñable. A partir del reemplazo de Lonardi por Aramburu, las facciones integristas perdieron sus esperanzas y pasaron a posiciones de retaguardia, denunciando lo que consideraban como una nueva tiranía, en este caso la “tiranía de la democracia liberal”.

En los años sesenta, los grupos integristas, a diferencia de los liberales, no se preocuparon por apoderarse del apoyo de las “masas peronistas”, sino que sus principales inquietudes se encontraban en la tarea de formar cuadros que fueran capaces de recristianizar la sociedad y transformar el sistema político mediante una refundación nacional. Como el peronismo era el resultado de una crisis moral, la solución no pasaba por proponerle a las “masas peronistas” una alternativa política, sino por reeducarlas. Por su parte, ambas facciones de la derecha católica compartieron en los años sesenta una crítica profunda a las medidas económicas de liberalización efectuadas por los distintos gobiernos y por las consecuencias sociales de las mismas. Esas críticas se fundaban en la creencia de que los gobiernos descuidaban la cuestión social y conducían a las masas hacia una revalorización e idealización del pasado peronista en el cual alcanzaron un nivel de vida del cual nunca antes habían gozado.

c. Las expresiones políticas del peronismo

Por último, otro de los modos en los que los actores de la derecha católica enunciaron al peronismo entre 1955 y 1973 fue a través de las potencialidades políticas que le otorgaron a las expresiones políticas del peronismo “después del peronismo”. Este modo de referirse al fenómeno apareció con fuerza en 1956 y fue utilizado fuertemente en el contexto de 1962 y finalmente entre 1970 y 1973. La persistencia del “problema”, expresada en la resistencia que comenzó a cobrar fuerza a partir de 1956, y a la luz de los resultados de las elecciones legislativas de 1957, mostró la ineficacia de la “desperonización” impulsada por la “Revolución Libertadora”. Por lo tanto, en los años sesenta los grupos católicos derechistas comenzaron a plantearse qué se podía rescatar del peronismo para ser reutilizado en función de sus intereses políticos y los de la Iglesia.

Los católicos liberales expresaron fuertemente la idea de la necesidad de incluir en el juego político a sectores del peronismo considerados “moderados” con el objetivo de solidificar un sistema en el que, desde 1955, ninguna de las fuerzas había sido capaz de llamar la atención de los votantes peronistas. A partir de 1959, luego de la revolución cubana, los católicos liberales comenzaron a observar que el peronismo tenía diferentes vertientes y que existían en su seno dirigentes rescatables y que la participación política de esos sectores en el juego democrático permitiría frenar un posible avance del comunismo en la Argentina. Esta postura llevó a que el periódico Criterio criticara abiertamente la intervención de Arturo Frondizi cuando anuló los comicios de 1962 en los que habían obtenido la victoria candidatos peronistas. La estrategia de ponerle fin a la proscripción, sin permitir el regreso de Perón, fue dejada de lado entre 1965 y 1966, momento en que estos grupos apoyaron el golpe militar impulsado por Onganía. Sin embargo, luego de 1969, en el marco del Cordobazo y frente el proceso de radicalización política que comenzaba a vivir la Argentina, los católicos liberales profundizaron su apuesta por un sistema democrático de partidos. Esto los llevó a apoyar el Gran Acuerdo Nacional impulsado por Agustín Lanusse a partir de 1972 y aceptar el regreso de Perón como una garantía para la continuidad del sistema político y una posibilidad cierta de aislar a los grupos izquierdistas radicalizados.

Las facciones integristas, por el contrario, no tuvieron entre sus principales preocupaciones elaborar estrategias para solidificar el sistema político. De tal forma, las expresiones políticas del peronismo y sus intentos de participar en el sistema de partidos, sumado a las proscripciones, solo abonaban a la teoría de una continuidad entre el peronismo y la democracia liberal. La preocupación principal de estos grupos con respecto a la potencialidad política de la herencia peronista se hizo presente en los sesenta en el marco del proceso de radicalización que mostraba que el peronismo podía convertirse en vehículo de expresiones políticas extremistas tanto de izquierda como de derecha.

Consideraciones finales

A lo largo de este texto hemos propuesto considerar e inscribir a ciertos sectores del catolicismo como una expresión de las derechas en la Argentina en el periodo posterior al derrocamiento de Perón. Definimos a la derecha católica en función del ideal de alcanzar la nación católica y de una matriz de pensamiento compartida denominada catolicismo integral. Si bien estos elementos determinaron una serie de preocupaciones, valores y enemigos comunes, hemos mencionado que al interior de la derecha católica hubo importantes desacuerdos, entre los cuales el más importante se relacionaba a las diferentes valoraciones que liberales e integristas expresaron sobre la democracia como sistema político. Por otra parte, en la segunda sección del trabajo hemos planteado una propuesta y una serie de interrogantes para abordar el problema del peronismo desde la derecha católica, rescatando tres modos en los que las facciones del catolicismo derechista han enunciado y discutido el fenómeno.

Planteado el problema en estos términos, se pueden objetar importantes inconvenientes metodológicos. Uno de ellos tiene que ver con las características del periodo abordado. Como sostiene Humberto Cucchetti (2011), la decisión de utilizar como marco conceptual la oposición entre derechas e izquierdas en los años sesenta y setenta enfrenta el problema de la diversidad de trayectorias políticas e ideológicas y la circulación de sujetos que actuaron en diversas organizaciones políticas. Esto condujo a un número importante de actores a recorrer todo el trayecto que va de la derecha a la izquierda o viceversa en muy pocos años. La crítica que subyace a esta idea es que el par dicotómico derecha/izquierda implica cierta coherencia ideológica de parte de los actores que difícilmente puede ser verificada en el periodo estudiado. Por lo tanto, la circulación de sujetos que intervienen políticamente desde distintos ámbitos invalidaría la posibilidad de plantear la existencia de límites ideológicos regulares tanto a un lado como a otro del sistema político, circunscribiendo así la operatividad de la conceptualización.

Frente a estos cuestionamientos, creemos que derechas e izquierdas son conceptos que, entendidos en forma histórica y relacional, describen una serie de ideas con respecto a temas que se encuentran en debate en un contexto político situado y determinado. Si se aborda el estudio de las ideas expresadas por distintos actores individuales o colectivos, plantear el problema en estos términos es sumamente útil puesto que permite dar visibilidad y sentido a acuerdos más o menos efímeros que se construyen entre determinados sujetos procedentes de diversas trayectorias, en determinados contextos y utilizando determinados lenguajes políticos. Para el caso de los grupos católicos, presentarlos en relación con otras expresiones derechistas no implica pensarlos únicamente como sujetos religiosos sino restituirles el importante papel de actores políticos que han desempeñado en la segunda mitad del siglo XX argentino, tanto como funcionarios del Estado como en su rol de formadores de opinión y de conciencia en una país eminentemente católico.

¿Cómo citar este artículo?

Teodoro, Francisco, “Problemas y perspectivas para una definición y un estudio de la derecha católica argentina, 1955-1973”, en Bohoslavsky, Ernesto y Echeverría, Olga (comps.) Las derechas en el Cono sur, siglo XX. Actas del tercer taller de discusión. Los Polvorines, Universidad Nacional de General Sarmiento, 2013. E-book

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